
La exposición desplegada en la galería El Reino de Este Mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí, Todos los mundos de Bachs, con la obra de Eduardo Muñoz Bachs (Valencia, 1937- La Habana, 2001), confirma lo que todos sabemos: el extraordinario e imprescindible aporte de este artista a la cartelística cubana.
Aunque también se muestra una parte sustancial de sus ilustraciones para libros, no caben dudas de que fue en el cartel donde fraguó su mayor cosecha. Más de 100 ejemplares de su pródiga producción, casi toda dedicada al cine, revelan una estética fascinante en la cual el ingenio, el poder de síntesis, la imaginación y un sexto sentido para comunicar ideas, mensajes y emociones, sitúan en un altísimo pedestal las realizaciones de Muñoz Bachs.
Destaca la curaduría (Sara Vega y Fabián Muñoz Díaz) que permite la atenta observación de la obra, así como la integración de un discurso visual que debe servir de guía no solo en un sentido histórico sino como lección para quienes pretendan continuar abriendo caminos en el diseño gráfico en nuestra época.
Muñoz Bachs provenía del mundo de la publicidad cuando fundó en el icaic los departamentos de Dibujos Animados y de Carteles. En este último desarrolló la mayor parte de su producción.
Fue el autor del cartel que promovió el primer largometraje del nuevo cine cubano, Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea. Curiosamente, el artista utilizó entonces la fotografía como base del diseño. Después se decantaría por el dibujo, la utilización de colores planos y en determinado momento por un tipo de ilustración minuciosa, ornamentada y compleja, que nunca contradijo las leyes de un impacto
comunicacional que debía entrar en sintonía con el espectador a golpe de vista.

Una característica predominante en su concepción del cartel fue su modo tan peculiar de recrear el dibujo infantil. No se trató nunca de una operación mimética, sino de una muy pensada y sensible aproximación a la mirada fresca que suele tener la infancia de las cosas y que el creador siempre conservó.
Otro elemento recurrente en la composición apunta a la figura de Charlot, ese humanísimo personaje creado por Charles Chaplin. El cartel que realizó para el documental Por primera vez, de Octavio Cortázar se presenta como un ejemplo de esa aproximación simbólica: Charlot emerge tras un jardín florecido, metáfora congruente con el tema de un filme que aborda la irrupción del arte cinematográfico entre pobladores de las serranías cubanas. Por cierto, la aventura del Cine Móvil abriendo horizontes estéticos en comunidades remotas es algo que nunca debe ser olvidado.
No deja de ser curioso el hecho de que muchos de los carteles de Muñoz Bachs son más recordados que las películas que dieron pie para su realización, si bien promovió cintas memorables, otras de menor factura se sitúan en el recuerdo gracias a la obra del diseñador.
Al inaugurar la muestra, el profesor y crítico Helmo Hernández señaló algo que debe inquietarnos: «resulta inaceptable que el cartel cubano, que el diseño cubano o simplemente que el diseño cubano en general no forme parte de la colección del Museo Nacional». Muñoz Bachs, en tal sentido, es una omisión imperdonable.
Ojalá que una exposición como esta, que demuestra el inmenso valor de una obra deslumbrante sirva para que este artista y otros de semejante estatura, integren definitivamente el catálogo del patrimonio visual cubano.
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Francisco Rivero dijo:
1
12 de mayo de 2017
13:04:36
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