ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Melville con Alain Delon durante el rodaje de
El samurái.

Se le rinde homenaje a Jean Pierre Melville en el Festival de cine francés que corre por estos días en nuestras pantallas, mientras en la filmografía del maestro resalta que se cumplen 50 años de su película más reverenciada, El samurái (1967).

Considerada un clásico del cine policiaco, Melville concibió a partir de esa entrega la que luego sería denominada «trilogía Samurái», integrada también por El círculo rojo (1970) y Un policía (1972), todas interpretadas por Alain Delon y con méritos artísticos suficientes para sobresalir como unidades independientes, solo que El samurái pasaría a convertirse en «la película».

No serán pocos los espectadores que recuerden el revuelo que causó en los cines cubanos la historia de un asesino a sueldo parisino con sombrero y gabardina, tipo frío y calculador, sin espacio aparente para cultivar sentimientos y con una personalidad concebida desde los presupuestos del Bushido, código de ética de los samuráis del Japón feudal.

Antes de que jóvenes como Chabrol, Truffaut, Alain Resnais, y Jean-Luc Godard se elevaran como máximos exponentes de la Nueva Ola francesa, ya Melville les había indicado el camino del cine de autor que, desde escasos presupuestos, evitaba los academicismos imperantes en aras de un cine más libre, creativo y contemporáneo.

Si hoy a Melville se le considera más un precursor que un exponente cabal de aquel movimiento, se debe a que tras filmar fuera del sistema establecido decidió dar un giro en redondo para entregarse de lleno a lo que sería su pasión: el cine policiaco, al que le hizo significativos aportes, luego copiados hasta la desmesura por otras cinematografías y realizadores.

Melville creció admirando el western y el cine negro americanos, de ahí que en sus películas, ubicadas en suelo francés, se aprecien referencias y guiños significativos a las producciones de Hollywood, como el vestuario, la significación dramática de la noche, o los nombres de sus personajes (Jef Costello se llama el Delon de El samurái), pero su fervor no fue óbice para que trabajara sobre el modelo y le impregnara una personalidad propia a su obra, acorde con lo que venía siendo el policiaco francés (polar) desarrollado desde los años 50.

Tanto en El samurái, como en otros exponentes suyos, se aprecia la intención esquiva al melodrama tan caro a Hollywood, o a subrayados artificiosos y, por lo tanto, sobrantes en la trama. Todo en función de una estética purificada en lo dramático y visual y en la que resalta menos la tensión desbocada y más el ritmo contenido y la oscuridad moral de los protagonistas.

En el caso de Alain Delon, Melville le fabricó un personaje perfecto que hizo lucirse al actor y crear un prototipo que, en sus múltiples variantes, parece no tener fin en las películas que nos llegan.

Fallecido en 1973, a los 55 años de edad y en pleno florecimiento de su carrera, los amantes del cine de Melville —en el que no pueden olvidarse sus películas sobre la Segunda Guerra Mundial— celebran hoy los 50 años de una cinta a la que siguen disfrutando con pasión, que es como decir, la victoria del arte sobre el paso del tiempo.

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