Arte joven en la Ramistrasse

La confirmación de la galería Artemorfosis, de Zurich, como plataforma europea para el lanzamiento de la creación visual cubana se ha caracterizado, en lo que va de año, por la promoción de jóvenes talentos, los cuales han sido acogidos en tanto testimonios de la continua emergencia de valores artísticos en la Isla.

El primero en ocupar el espacio de la Ramistrasse fue Li Domínguez Fong (La Habana, 1978) con la exposición Journey recollections, itinerario de un viaje a través de vivencias soñadas o presentidas, en las que aflora un aire de familia con cierta zona del surrealismo.

Domínguez Fong exhibió 15 piezas que responden a las inquietudes que ha cultivado en los últimos tiempos.

A este sucedió Onay Rosquet (La Habana, 1987), que con Unboxing demostró el ejercicio de un oficio pictórico riguroso, en función de la memoria objetual.

Sorprende, en su caso, la madurez con que interpreta y transmite el paso del tiempo mediante la ­recuperación de adminículos, accesorios, herramientas y objetos en una operación que desborda los tópicos de la nostalgia.

Por demás, entre los numerosos visitantes a la galería, la obra de Onay Rosquet llamó la atención por el virtuosismo del artista en la concepción  de las obras en las que ofrece una personalísima visión del tiempo, y  la manera en que el artista se desmarca de estereotipos que tienden a condicionar la recepción del arte procedente de los países caribeños.

A ese público explicó: «Soy un devoto de la buena factura, lo estéticamente impecable, el preciosismo en el detalle. Yo pudiera hacer ahora una obra abstracta o conceptual por poner un ejemplo y les aseguro que sentiría un vacío, como si estuviera  engañándome a mí mismo. Quizá dentro de cinco o diez años esto pudiera cambiar. Nadie permanece estático. De modo que no tengo de qué preocuparme cuando hago lo que me gusta. Si la gente se identifica con mi obra y reconoce mi trabajo, para mi está bien», concluyó.