
Con simpatía recibía Anna Lidia Vega Serova (Leningrado, 1968) a las personas que poco después del mediodía llegaban a la biblioteca Rubén Martínez Villena, en el Centro Histórico de la capital. La escritora y artista visual ruso–cubana fue honrada en la última edición del espacio El autor y su obra, que auspicia el Instituto Cubano del Libro.
Anna Lidia es merecedora de varios galardones por su obra literaria. El premio Ada Elba Pérez (1996), el Premio David (1998) por su libro Bad Painting, y el Dador (2000) reconocen la cuentística y la novelística de la autora que aflorara a inicios del siglo XXI.
La literatura es indispensable en la vida de Anna, «a veces me frustro y siento que todos los libros que he escrito no sirven de nada, escribir en diferentes momentos de mi vida ha sido una vía de escape, una forma de comunicación con el exterior, una reivindicación de mi existencia y en todos los casos una manera de respirar».
Títulos como Catálogo de mascotas (cuento, Letras Cubanas), Limpiando Ventanas y espejos (Ediciones Unión, cuento), Imperio Doméstico (Letras Cubanas), y Ánima Fatua (Letras Cubanas) esta última a juicio de varios intelectuales su obra cumbre, la colocan entre las voces imprescindibles de la narrativa cubana contemporánea.
Moderada por Fernando Rodríguez Sosa, la velada estuvo acompañada por las trovadoras Heidy Igualada y Marta Campos. Asimismo la poetisa, Marilyn Bobes; el narrador Alberto Garrandés, el ensayista Roberto Zurbano y la escritora Marta Rojas conformaron el panel que distinguió a la invitada.
Difícil resulta creer que sea el español su segunda lengua, pues la autora, construye sus obras con un total dominio del lenguaje, reconoce Bobes, y asegura que la convierte «en una escritora de rara perfección al mismo tiempo que sus temas resultan muy atractivos e ilustrativos de una estética que marcha entre el posfeminismo y la transgresión».
En las obras de la escritora destaca la visión desprejuiciada de lo femenino. «Vega Serova dinamita las convenciones de la novela y el cuento junto con las de sexo», agregó Bobes, quien espera mucho más de ella, aunque está satisfecha con lo que ha entregado hasta hoy para situarla en los más altos peldaños de la literatura cubana del siglo XXI.
Su literatura aborda en gran medida la vida en Cuba durante el periodo especial y sus personajes se enfocan en la relación que tienen con el entorno y la sociedad. Su forma tan personal de concebir e interpretar el mundo trasciende gracias a su poder de comunicación. Garrandés apuntó que sus cuentos son como la autora. «Hablo de la personalidad de una mujer que comprende el valor de la ilusión y a la vez teme o repudia el carácter esencialmente maldito de la ilusión», expresó. «La veo, en sus narraciones, como una coleccionista de adversidades y trofeos».
Zurbano se detuvo en la lírica de la escritora, parte menos visible de su producción literaria. Comentó que sus versos son «despiadados consigo misma y escrutiñadores de una conciencia étnico-familiar, a través de la cual se adentra en busca de respuestas que no la satisfacen». También acotó que no es su poesía una muestra de optimismo, colectividad o alegría, sino que nos habla del destino que le tocó, indagando en la oscura condición humana y en el pasado que regresa para volver a fugarse hacia la página en blanco o hacia la nieve.
Rojas destacó la capacidad de la cuentística de la escritora para transmitir sensaciones al lector: «Yo sentí frío, un frío enorme, polar, cuando aquella niña de la novela, obligada por la abuela salió desnuda al espacio nevado», dijo refiriéndose al poder comunicativo de su mejor novela. Pocas fueron las palabras conclusivas de la autora: «Días como hoy me devuelven la esperanza, son un balón de oxígeno, gracias a todos».
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mayli dijo:
1
7 de febrero de 2017
11:33:23
miriam dijo:
2
5 de marzo de 2017
19:26:43
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