Sin dejar a un lado lo que ha sido una constante en su obra y él mismo ha denominado «la degradación moral de su país», el mexicano Amat Escalante cambia de registro en su cuarta película, La región salvaje, y nos entrega una historia de ciencia ficción rematada por el horror.
Bien recordado en nuestro país por la multipremiada Heli, Escalante no renuncia en parte a su estilo realista para esbozar el retrato de una familia sacudida por el machismo, la homofobia y la sexualidad reprimida, tres patas de una mesa coronada por la violencia sangrienta.
Como atenuante a tanto horror, el director hace llegar a la Tierra a un alienígena que habita en una cabaña en el bosque.
No ha existido nadie capaz de ofrecer tanto placer sexual como ese recién llegado lleno de tentáculos ––que sabe utilizar muy bien–– y deja en sus favorecidos (ellas más que ellos) una sensación de bienestar inconmensurable.
El argumento pudiera parecer una nota extraña a los conocedores de la obra del mexicano, ya convertido en un artista de apreciable rango, pero él se las ingenia para aprisionar el interés del espectador en esta historia sensual y de complejo planteamiento artístico, que en su atmósfera tenebrosa nos recuerda a su coterráneo Carlos Reygadas.
Discutible, sin embargo, hacia los finales, las intenciones en el manejo de las mujeres protagonistas, además de que con la aparición —en toda su forma y facultades— del monstruo propiciador de goces, el filme pareciera perder rango en su serio espeluzno para rozar ligeramente el «risueño espeluzno», y ello, ya se sabe, no va con el género cinematográfico que se asume.
Optando por los Corales, al igual que La región salvaje, está la chilena Aquí no ha pasado nada, thriller con guion y dirección de Alejandro Fernández Almendra, a partir de un caso real que se fue tejiendo en los periódico, luego de que un grupo de muchachos, hijitos de papá, le causaran la muerte a un hombre, padre de tres hijos, en un accidente automovilístico.
El chofer es el hijo de un influyente y adinerado senador, pero los hilos se mueven para que la culpa vaya a parar a otro integrante del grupo. Una historia de poder y cinismo que no resulta nueva como quebranto moral, pero a la que el director le impregna bríos y profundidad, pues va más allá del caso policiaco, y del tejemaneje de los abogados, y ahonda en la personalidad y transformaciones que sufren los envueltos en el accidente.
Buena construcción del entramado social de la élite y del personaje acusado injustamente (Agustín Silva), un joven bastante displicente que va y viene entre fiestas y mujeres sin imaginarse que a la hora de nadar entre culpas, aquellos amigos con papás más influyentes siempre flotarán.
Y en la muestra internacional, Julieta, el último Almodóvar, que se parece bastante poco al Almodóvar de siempre y que ha puesto a polemizar a los que lo defienden y lo critican. Una historia de mujeres —como dice la publicidad— sobre el dolor, la culpa y la pérdida, basada en una obra de la canadiense Alice Munro, premio Nobel de literatura.
Giros constantes y tremendismos de toda índole son dejados a un lado por este Almodóvar para asumir una narración de estilo clásico y contenido, en el que el melodrama brilla por su ausencia al contar una separación inexplicable entre una madre y una hija. Habría que conocer el relato para comprobar si el director pretendió recrear el mismo tono con que está construido, pero como obra cinematográfica no va más allá de ser una correcta película, lo que, tratándose de Almodóvar, a algunos pudiera parecer poco.
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gretter dijo:
1
2 de febrero de 2017
13:33:42
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