
Las cábalas fallaron estrepitosamente: la adjudicación del Premio Nobel de Literatura 2016 al cantautor norteamericano Bob Dylan no solo echó por tierra los pronósticos y las apuestas que apuntaban a tres eternos candidatos —el poeta sirio-libanés Adonis, el novelista estadounidense Philip Roth y el narrador japonés Haruki Murakami—, sino introdujo una inesperada novedad en la concesión del codiciado galardón de la Academia sueca.
Por primera vez un músico se alza con el Nobel, claro está, no por la música, sino por los textos de sus canciones. De manera explícita los académicos consignaron: «Por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción».
Al dar la noticia, las agencias de prensa recordaron al menos dos libros del compositor: Tarántula (1966), a medio camino entre la memoria de juventud y la reflexión lírica; y Crónicas (2004), primera parte de su autobiografía.
Pero lo que mayor incidencia tuvo en la decisión de Estocolmo fue la autoría de los textos de las canciones contenidas en más de 40 álbumes en vivo y en estudio, y el recuerdo de letras como las de Blowin’ in the wind, Like a rolling stone y The Times they are a-Changin.
Por cierto, este último tema, que en un momento simbolizó los aires rebeldes del artista, o al menos su postura contracorriente, se convirtió, por voluntad del propio autor que vendió sus derechos, en tema para la publicidad de un banco canadiense en 1996.
«Si miramos miles de años hacia atrás, descubrimos a Homero y a Safo. Escribieron textos poéticos hechos para ser escuchados e interpretados con instrumentos. Sucede lo mismo con Bob Dylan. Puede y debe ser leído», declaró la secretaria de la Academia, Sara Danius, al defender el dictamen.
La polémica está servida, tanto por lo que respecta a los méritos literarios en comparación con otros aspirantes, como por la trayectoria de Dylan, para algunos, oscilante entre las más genuinas calidades y las concesiones de los últimos tiempos al mercado.

Casi a la misma hora en que se proclamó el Nobel, otro laureado con esa distinción fallecía a los 90 años de edad: el italiano Dario Fo. Mereció el galardón en 1997.
Hijo de una campesina y un ferroviario, este intérprete, director y escritor teatral, influido por la comedia del arte con tendencia a la farsa y a la sátira política y social, inició su trayectoria como actor en los años 50. Fundó en 1959 la compañía teatral Dario Fo-Franca Rame (su esposa) y representó obras fundamentales como La culpa es siempre del diablo e Isabela, tres carabelas y un charlatán.
Pero su mayor crecimiento como teatrista de vocación política sucedió con la creación de los grupos Nuova Scena y La Comuna. Un clásico suyo resultó Misterio bufo.
Dario Fo, hasta su último aliento, sumó a su enorme estatura intelectual, una irreductible postura anticapitalista.












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