
El 30 de octubre de 1938 los neoyorquinos entraron en pánico al sintonizar la radio. La emisora CBS transmitía un boletín de noticias que daba cuenta de un ataque extraterrestre a las ciudades de Nueva York y Nueva Jersey. Muchos de los oyentes se habían perdido los dos primeros minutos de la emisión, donde se explicaba su matriz ficticia, y creyeron que la invasión de los marcianos era cierta y no advirtieron hasta bien avanzado el programa que se trataba de una versión radiofónica de la novela La guerra de los mundos, escrita por Howard Koch, quien poco después firmaría el guion de la mítica película Casablanca, dirigida y protagonizada por el genial Orson Welles.
Este 21 de septiembre se cumplen 150 años del nacimiento en el condado de Kent, al suroeste de Londres, del autor de la novela, Herbert George Wells. En efecto, La guerra de los mundos (1898) es su obra más conocida, incluso por encima de otros dos clásicos, La máquina del tiempo (1895) y El hombre invisible (1897).
H. G. Wells, como firmó sus trabajos, no pensó que esas novelas suyas serían consideradas como textos paradigmáticos de la ciencia ficción ni que el cine acudiera una y otra vez a esas narraciones en busca de argumentos, ni que diera lugar a una vasta corriente de la cultura popular contemporánea que especula sobre los impactos del encuentro con civilizaciones extraterrestres.
Sin embargo, hay otro Wells, que si se lee con atención iba asomando en sus ficciones científicas, con una vocación social definida. Es el que en 1909 se pronuncia por la emancipación femenina en Ana Verónica y en 1920, tras sufrir la Primera Guerra Mundial publica por entregas The Outline of History (El hilo conductor de la Historia), pretenciosa serie sobre el devenir de la humanidad, en la cual suscribe la necesidad de que todos tuvieran acceso al cultivo de la inteligencia y rechaza los mitos de la superioridad étnica y critica todo tipo de ambición imperial por parte de los estados.
Su notoriedad literaria, irradiada mediante traducciones de su obra a otras lenguas, le granjeó el afecto de su colega ruso Máximo Gorki, quien lo invitó a visitar la naciente Unión Soviética en 1920 y facilitó una entrevista con Vladimir Ilich Lenin. Wells contó que cuando el líder de la Revolución de Octubre le habló de la idea de electrificar a Rusia —país devastado por la guerra y con un secular atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas—, comentó: «¿Electrificar la Rusia arruinada? ¡Usted es más fantaseador que yo». De regreso a Inglaterra, al publicar su entrevista con Lenin, le puso un título elocuente: Un soñador en el Kremlin.
Pensador utópico, Wells sintió que sus aspiraciones se derrumbaban al estallar la Segunda Guerra Mundial e intuyó luego que el fin del conflicto no conduciría a la armonía soñada. Recordó las palabras que puso en boca de uno de los personajes de sus ficciones iniciales: «Sé que creía con poca ilusión en el futuro de la humanidad y veía en el crecimiento de la civilización una acumulación insensata que se vendría abajo sobre nosotros mismos». Al morir en 1946 quiso que inscribieran en su lápida la frase; «Maldición, les dije que iba a suceder». Pero sus familiares lo cremaron y dispersaron sus cenizas en las aguas del Canal de la Mancha.












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Diego Alatriste dijo:
1
21 de septiembre de 2016
03:25:05
El Mercader de Venecia Respondió:
21 de septiembre de 2016
11:17:24
vater Respondió:
21 de septiembre de 2016
15:28:19
Lee dijo:
2
21 de septiembre de 2016
14:05:57
Jose miguel garofalo dijo:
3
21 de septiembre de 2016
14:43:25
Jose miguel garofalo dijo:
4
21 de septiembre de 2016
14:50:37
Manolo dijo:
5
23 de septiembre de 2016
19:45:46
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