
No es un secreto que la música popular cubana pasa revista a decenas de grupos que si bien mantienen excelente factura interpretativa, notable empuje vocal y orquestaciones de rigor son poco conocidos en la escena nacional. Viéndolo bien, la lista es demasiado larga para repasarla peldaño por peldaño, pero como un ejemplo de lo anterior podríamos tomar a la Sonora Caña Santa y su disco Llegó Caña Santa.
Hagamos un poco de historia. Esta orquesta, fundada por el mutintrumentista Froilán Pérez, dio sus primeros pasos como septeto, un formato con el que grabó su primer álbum Sonero ciento por ciento. En el disco, el director de la agrupación puso en juego todo el bagaje creativo que atesoró durante su paso por las legendarias orquestas Maravillas de Florida y la Original de Manzanillo. Su paso por ambos combos le abrió importantes posibilidades creativas que llevó a la práctica con la fundación de Caña Santa, una formación que se mueve dentro de los códigos de la música popular cubana y hace guiños a la tradición musical de la Isla.
Grabado en los emblemáticos estudios de la Egrem, en Centro Habana, su segundo disco funciona como un tributo a la música cubana de raíz, a los grandes compositores y cantantes que marcaron la historia musical de Cuba y que, como van los tiempos, a veces quedan un poco olvidados por las nuevas generaciones.
El objetivo del fonograma salta a la vista desde el primer tema. Se trata de una versión para el bailador de Huellas del pasado, de Francisco Repilado, el mítico Compay Segundo. Producido por Manolito Simonet, en el álbum aparecen otros temas que redondean este homenaje a la música cubana. En dicho sentido, destacan piezas como Olvido, de Miguel Matamoros, y Alardoso, de Enrique Jorrín.
Llegó Caña Santa, compuesto por 11 temas contiene otros títulos que pueden funcionar sin dificultad en las pistas de baile (se sabe que ahí es donde las orquestas deben pasar las pruebas de rigor). Hablamos, por ejemplo, del tema que da nombre al disco, de la autoría de Manolito Simonet; Son para un domingo, de Daril Fernández y Dime tú, de Froilán Pérez Tamayo. Son títulos que apuestan por extender el alcance de la música popular cubana y repasarla desde sus orígenes hasta el presente. Para ello también el discurso del álbum se apoyó en las voces de los intérpretes Jeinier Martínez Pérez, y Nayade Álvarez González, secundados por el pianista Reinaldo Aguirre, el trompetista Ramón Piney, Luis Romero en las tumbadoras y Karel Pérez en las pailas.
En verdad, el joven cantante Jeinier Martínez defiende con dignidad y soltura las piezas del disco y sabe mantener un registro adecuado a las exigencias de cada canción, cuyos arreglos corrieron a la cuenta de Froilán Pérez, excepto Llegó Caña Santa, escrito, como dijimos, por Manolito Simonet.
La agrupación hilvana una sonoridad coherente, sin fisuras, en la que se perciben el acople y la comunicación que han establecido entre sí sus instrumentistas a lo largo del disco, un álbum que demuestra además que la música tradicional cubana no está reñida con los intereses de los bailadores más avezados en estas lides.
En cualquier caso, ya sabemos, que la pista de baile siempre tiene la última palabra.
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