ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Hoy se celebra el Día Mundial de la Danza. En la foto, la compañía Acosta Danza. Foto: Yander Zamora

Termina abril y con él, las celebraciones por la danza. Al menos las oficiales, las que se dedican durante todo el mes, a escala mundial, a conmemorar el nacimiento del bailarín y maestro Jean-Geor­ges Noverre (1727-1810), considerado el creador del ballet moderno. Abril, lo hemos dicho en otras ocasiones, es por derecho propio el mes que más se mueve en el calendario, en donde la pluralidad de la creación artística danzaria confluye en casi todos los escenarios, a la misma vez.

Hoy, además, es 29 de abril, Día Internacional de la Danza —fecha establecida en 1982 por el Comité Internacional de la Danza del Instituto Internacional del Teatro (ITI)— y, como cada año, un mensaje de aliento se dedica a todos los maestros, bailarines y creadores del movimiento, nunca exentos de crisis y momentos difíciles.

En esta ocasión el neozelandés-samoano Lemi Ponifasio, director y fundador de la compañía MAU, ha sido el encargado de escribir el texto. El coreógrafo ha escrito una karakia (oración maorí utilizada para invocar la guía y protección espiritual) que invita a hacer de ese arte —que no por efímero es pasajero—, “un movimiento de amor, un movimiento de justicia, la luz de la verdad”. Y entendamos sus razones: Como todas las actividades que el ser humano realiza, la danza puede ser observada, entendida y disfrutada desde disímiles puntos de vista. Pero, desde luego, puede ser también abordada como un instrumento cuya identidad artística sea consciente o esté comprometida con su contexto.

En Cuba, el fenómeno danzario, sus artistas, creadores y profesionales no son desconocidos en el pa­no­rama social y cultural. Tenemos una histórica tradición danzaria, de formación académica y de público. Incluso, en cualquiera de sus tendencias, bien sea clásica, folclórica o contemporánea, nues­tra danza llena los teatros, agrada al público más diverso y llega a las personalidades más dispares.

Sin embargo, se habla también de una franca crisis en el movimiento coreográfico en nuestro propio patio. Es cierto. No obstante, las ganas de hacer no faltan, ni las de decir tampoco (basta que no se diga siempre lo mismo, ni igual). Desde Guantánamo hasta Pinar del Río, la danza en Cuba no se agota. Pero una verdad está latente: se deben buscar nuevas (otras) formas de hacer y experimentar sobre el escenario.

En la actualidad, vemos ciertas compañías danzarias que, más allá del movimiento, dialogan con otras artes sobre la escena. Las aperturas simbólicas permiten la entrada a ideas y realidades diversas que pueblan el mundo y el espíritu de la danza. Aplaudamos, en­tonces, a esos coreógrafos y bailarines que emplean todos los re­cursos artísticos posibles para que nos lleguen las ideas de luz, justicia y amor, a las que Ponifasio hace alusión.

No pretendo ni puedo hacer un análisis, en este pequeño espacio, del movimiento danzario cubano. Pero hubiera sido injusto dejar pasar este día por alto, sin no haber hecho alguna acotación.

Hoy cuando a las cinco de la tarde se entregue al diseñador escénico Carlos Repilado, el Premio Nacional de Danza 2016; cuando Mi­guel Iglesias —director de Dan­za Contemporánea de Cuba— Lizt Alfonso, y la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba, Anette Del­gado reciban el Premio Lorna Bordsall 2015, que otorga la Aso­ciación de Artistas Escénicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cu­ba, será otra manera de reconocer la tradición, el quehacer y el fu­turo de la danza en Cuba.

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