ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Los parisinos aficionados al cine que a finales de los años 50 asistían a las sesiones organizadas en la pequeña sala Mac Mahon no olvidan el impacto provocado por el descubrimiento de Tiem­po sin piedad, filme que un tal Joseph Losey realizó en Inglaterra. Su nombre era familiar para los informados sobre las víctimas de la cacería de brujas desatada por el senador Joseph McCarthy contra toda persona de ideas progresistas en Hollywood o cercana en algún momento al Partido Comunista. Losey, acusado de sus actividades “antiamericanas”, fue una de las víctimas y optó por emigrar hacia Europa.

Joseph Walton Losey (1909-1984), poseedor de una conciencia política que marcará el resto de su vida, dejó atrás su reputación de artista comprometido y la meca hollywoodense. Luego de su primer lar­gometraje: El muchacho del cabello verde (1948), fábula sobre el racismo y de El cómplice de las sombras (1951), con guion coescrito por Dalton Trumbo, el cineasta trabajó en Europa con varios seudónimos, entre estos el de Andrea For­za­no. Con este  rodó A la caza de un extraño (1952), cró­nica del acoso de un hombre, acompañado por un niño.

Este título inauguró el ciclo que la Cinemateca de Cuba consagra al estreno en la Isla de seis de sus obras desde el miércoles pasado hasta la primera semana de abril en el cine 23 y 12. Mientras lo filmaba en Italia recibió la citación para comparecer a las vergonzosas audiencias en Wa­shing­ton y decidió no presentarse. Era el inicio de su itinerario por el viejo continente que le condujo primero a París y luego a Londres, donde decidió establecerse. A la primera etapa británica corresponde Estos son los condenados (1961), otra propuesta de la Cine­ma­te­ca, sobre la novela The Chil­dren of Light, de H. L. Lawrence.

Al encuentro de Losey con el dramaturgo Ha­rold Pinter, debemos la magistral trilogía de la que fue guionista, integrada por El sirviente, Accident y El mensajero. La tercera cinta, basada en la novela de P. Hartley, coronó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Luego de Modesty Blaise, paródico di­ver­timento sobre los superagentes secretos estilo Bond, pero en la piel de una mujer (la italiana Mó­nica Vitti), sobrevino en 1968 un díptico con la presencia arrolladora de Elizabeth Taylor: El ángel de la muerte y Ce­re­mo­nia secreta.

A ese conjunto le sigue Caza humana (1970), que también incluye esta muestra por primera vez en Cuba y el clásico Galileo Galilei, del dramaturgo germano Bertolt Brecht.

Losey insistió en que su mozartiano Don Gio­vanni (1979), era un filme verdadero basado en una ópe­ra y no de una ópera filmada, por lo que se propuso hacer vivir las situaciones a los cantantes y tornar la historia creíble en auténticos decorados. En­tu­sias­mado con esta experiencia acometió Boris Go­dunov (1980).

Antecedieron a sus dos últimas películas, cierre de este ciclo de estrenos tardíos del relevante creador La trucha, adaptación en Francia de una novela de Roger Vailland, y Vapor. Esta cinta británica póstuma que terminó poco an­tes de su muerte y fuera exhibida en 1985, tiene por marco un baño turco que el alcalde londinense pretende demoler.

El ciclo Estrenos tardíos de Joseph Losey com­plementa para los espectadores cubanos el conocimiento de la obra de alguien que afirmó que el teatro y el cine eran tan importantes en su vida que muy a menudo interferían e incluso excluían su vi­da privada.

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