
Como esa África que nos ha ayudado a descubrir, como la propia cultura universal, Rogelio Martínez Furé es múltiple y es uno. Su versatilidad está en esa capacidad suya para desdoblarse, para ser poeta o recitador de libros enteros, de mitos y leyendas, haciendo gala de una memoria asombrosa que debe, según dice, a su vínculo desde pequeño con la oralidad, al escuchar esas bibliotecas vivientes, que le endulzaron los oídos con cantos y proezas antiguas y de todos los tiempos.
A los muchos méritos que listan su ingente obra intelectual —entre la que no podría faltar su labor como fundador del Conjunto Folclórico Nacional, con la que ha contribuido a la preservación de la difusión de las tradiciones musicales y danzarías de origen africano— y su magisterio pedagógico en más de 40 países del mundo, se suman una vida consagrada a la literatura, enriquecida por el absoluto dominio que tiene del francés, inglés y portugués, lenguas de las culturas invasoras del continente madre.
Numerosos textos como Poesía anónima africana, Diálogos imaginarios, Diwán, Poetas de lenguas africanas y el más reciente que ha visto la luz, el Pequeño Tarikh, un diccionario de poetas africanos que por primera vez agrupa a estos creadores de la región, son solo algunas de las obras de Furé, notable ensayista, etnólogo, cantante, traductor y profesor que acaba de merecer el Premio Nacional de Literatura 2015, pocos días después de haberse hecho oficial otra buena nueva que reconoce el mérito de este hombre genial, la que lo anuncia como uno de los intelectuales a los que se dedica la Feria internacional del Libro Cuba 2015.
Puntuales aseveraciones comentó a esta reportera este hombre que se hace llamar Cimarrón de palabras y clonador de identidades, aludiendo a su uso preferencial de la lengua hablada, “para expresar y transmitir los sentimientos más profundos que yo tengo acerca de la identidad tanto individual como colectiva”, y al hecho de ser “el producto de todas las identidades que me han conformado a través de los siglos que he heredado de mis antepasados y que hace que me sienta pleno, porque sé que soy descendiente de todas las culturas y pueblos del mundo”.
“Estar al lado de los ancianos y escucharles sus historias me ha permitido conocer cientos de cantos heredados de estas bibliotecas vivientes y muchos de esos textos ya nadie los tiene, y los he memorizado… tonadas, rumbas antiguas, pregones, tumba francesa. Estar en contacto con oralidad es lo que me ha permitido poder memorizar libros enteros”.
Con respecto al Tarikh, que acaba de ver la luz después de décadas de investigación ininterrumpida, y será presentado en la Feria del Libro de La Habana —junto a otras novedades suyas como El libro de las descargas, entre otros— explica que entre esos poetas que recoge el diccionario hay muchos que “se negaban a escribir su obra, porque decían que la escritura aprisiona el talento, lo congela. Ellos tenían una serie de admiradores y seguidores que iban a los recitales donde cantaban su poesía oral mientras el público se aprendía de memoria los textos. La oralidad no es olvido, es el discurso siempre contestatario.”
Rogelio Martínez Furé, creador de una persona gramatical que responde a su sentir universal, el yonu, —del yo castellano y el nu, nosotros en creole—; el aporín (hombre que narra) que convoca cada mes a todo el que tenga algo que decir en bien de la humanidad en esa tertulia que dirige y que ha llamado La Maca; el cantor hambriento de universos, el que se agita ante todo aquello que eleve la estatura humana, es nuestro Premio Nacional de Literatura más reciente, ese galardón honroso que recibe pidiendo un poco de cordura al mundo loco en que estamos viviendo, soñando con “la era obbatálica” en la que cree, que en su sentir se traduce como la era de la paz.












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Lourdes dijo:
1
1 de febrero de 2016
09:59:03
Leonardo Buenaventura dijo:
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2 de febrero de 2016
08:06:30
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3
6 de febrero de 2016
09:52:05
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4
12 de febrero de 2016
03:13:15
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