
MATANZAS.— La Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (ACE) cubrió de elogios al teatro cubano y en especial a Teatro de Las Estaciones. La noticia impresionó gratamente a los titiriteros matanceros, aunque en honor a la verdad ese resultado no fue un golpe de suerte.
Entre los galardones destaca el otorgado a Por el Monte Carulé, de la autoría del actor titiritero y director de Las Estaciones, Rubén Darío Salazar (premio a la mejor producción en teatro infantil), quien además consiguió el galardón a la mejor dirección por la misma puesta en escena.
De esta provincia también fueron premiados el diseñador Zenén Calero (mejor producción de teatro musical) y el actor Iván García, quien alcanzó el premio de intérprete más destacado en teatro infantil.
Ese fue el motivo por el cual nos acercamos al también profesor, investigador y editor Rubén Darío Salazar, un hombre todo dinamismo y un creador empedernido.
—Aunque muchos especialistas remarcaron la posición privilegiada de Teatro de Las Estaciones, ¿cuál fue el impacto de la noticia para ustedes?
—Es la tercera ocasión que Teatro de Las Estaciones viaja a los Estados Unidos. La primera vez fue en el año 2000, invitados al Festival Internacional de Títeres Jim Henson, en Nueva York. En el 2011 participamos del Global Cuba Fest, organizado por Fundarte en Miami, con el apoyo del departamento de teatro de la Universidad de esa ciudad, y en el 2015 el periplo resultó más extenso pues incluyó el estado de Vermont y nuevamente Miami y Nueva York. Hablando con sinceridad, no lo esperábamos, estábamos felices de volvernos a juntar con colegas como Eric Bass, de Sandglass Theater; Manuel Morán, del Teatro Sea; y los amigos del Teatro Rodante de Puerto Rico/Pregones, organizadores de nuestra gira junto con Ever Chávez.
“De pronto llegaron las nominaciones y los premios, todo a la vez, una sorpresa mayúscula el premio de producción, Por el Monte Carulé, un espectáculo ciento por ciento artesanal, hecho con materiales pobres y con imaginación sin límites de Zenén Calero”.
—¿Cómo aprecias esos reconocimientos en tu ya larga lista de premios, cuánto te inspira?
—Es la segunda vez que nos reconocen internacionalmente. No hemos trabajado nunca para premios y en unas cuantas oportunidades nos hemos ido sin ninguno, no pasa nada con eso. La verdadera inspiración está en hacer lo que nos apasiona y desvela, es lo que ha mantenido vital a Teatro de Las Estaciones por casi 22 años, el respeto por nuestro trabajo, los colegas y el público.
—A tu juicio, ¿qué distingue a la producción Por el Monte Carulé?
—Bola de Nieve en sí mismo es un pozo de misterios. Norge Espinosa, el dramaturgo de la obra, fue fiel a esos enigmas de un hombre que paseó su música y su voz por buena parte del mundo, Nueva York incluido. Zenén Calero se arriesgó en su diseño con solo dos colores, rojo y negro, más los matices que de estos se desprenden. Dejó todo el acento nacional al espíritu cubanísimo y sonoro de ese artista llamado Ignacio Villa. Lo demás, y las experiencias con el espec táculo en Cuba, Francia, Uruguay y Martinica nos lo han corroborado, fue entregarnos al disfrute de una historia contada de forma muy sencilla que no por eso deja de ser auténtica.
—¿En qué cuerda se siente más cómodo, como actor titiritero o como director? ¿Cómo se da esa combinación?
—Pertenezco a la estirpe titiritera, la cual ha combinado todas las responsabilidades escénicas desde tiempos inmemoriales. Reconozco que no soy de los más completos; por ejemplo, soy incapaz de diseñar o componer música, pero en nuestra manifestación esas combinaciones se dan históricamente de forma natural, aun así me empeño en pulir todas las cuerdas tensadas y no para sentirme más cómodo, sino para que alcancen el sonido mejor.
—¿Cuál es el secreto fascinante de Teatro de Las Estaciones y esa capacidad para encantar la imaginación infantil sin subestimar su inocencia?
—Los secretos no se develan, pues pierden la magia. Pero si algún secreto hubiera creo que se reduce a tres palabras.
Encanto, algo que debe ir unido al talento para dedicarse a la profesión titiritera. Conexión, estar al tanto de la frecuencia en que se desarrollan los niños, nuestro público potencial. Vida, la necesidad de que se mantenga respirando nuestro trabajo, el cual se nutre absolutamente de todo lo que nos rodea.
—¿Consideras que estos premios y el mismo listado de nominados constituyen un impulso para reforzar la salud del teatro titiritero cubano?
—Impulso, salud, son dos palabras que tienen que ver con propulsión y energía. Aseguro que ambas pertenecen al diccionario cotidiano de la agrupación que dirijo. Estoy seguro de que están también en los catálogos de muchos de mis cofrades cubanos, a ellos los incluyo en mis consideraciones más optimistas, ellos saben que haya premios o no, el impulso siempre será necesario, como imprescindible deberá ser la salud para nuestro teatro titiritero.
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