ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Santiago Gamboa (derecha) junto a Fernández Retamar. Foto: Yander Zamora

El jurado encargado de otorgar el Premio Casa de las Américas 2016, co­rrespondiente a su edición 57, que­dó oficialmente constituido ayer en la sa­la Che Guevara de la institución, en la jornada inaugural  del certamen, que desde este momento y hasta el 28 de este mes, celebra disímiles actividades como parte de su programa cultural.

Las palabras centrales estuvieron a cargo del escritor colombiano San­tiago Gamboa, un discurso en torno al acto creativo de la escritura, que ti­tuló Hotel Splendide, en presencia de Abel Prieto Jiménez, asesor del Pre­sidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Roberto Fernández Re­ta­mar, presidente de Casa de las Amé­ricas y Miguel Barnet, presidente de la Uneac, entre otros escritores cubanos y extranjeros y público en general.

El equipo de trabajo está integrado por los prestigiosos intelectuales Eduardo Lalo (Puerto Rico), Ana Qui­­roga (Argentina), Santiago Gamboa (Colombia), Ramiro Sanchiz (Uru­guay) y Pedro Juan Gutiérrez (Cuba), en la categoría de Cuento; y André Ca­rreira (Brasil), Mariana Percovich (Uruguay), Luis A. Ramos García (Pe­­rú-EE.UU.), Alejandro Román Ba­he­na (México) y Fátima Patterson (Cu­ba), en Teatro.

El galardón para el Ensayo de te­ma artístico-literario lo decidirán San­dra Lorenzano (Argentina/Mé­xi­co), Julio Ramos (Puerto Rico), Mayerín Be­llo (Cuba); mientras que para Li­teratura brasileña (no ficción) se re­servan Idelber Avelar (Brasil), Vi­via­na Gelado (Argentina) y Con­suelo Ro­dríguez Muñoz (México).

Aura Marina Boadas (Vene­zuela), Gary Victor (Haití) y Josefina Castro Alegret (Cuba) son los encargados de la categoría Literatura caribeña en fran­cés o creole; y para el Pre­mio de estudios sobre las culturas originarias de América se reservan Natalio Her­nán­dez (México), Clau­dia Zapata (Chi­le) y Javier Lajo Lazo (Perú).

Santiago Gamboa comentó a Gran­ma el tremendo honor que significa para él inaugurar el premio. “Es­te salón es simbólico para la literatura latinoamericana y para Latinoa­mérica.”

Al dirigirse a los presentes disertó sobre la postura del escritor frente a su vocación, así como su responsa­bilidad frente a los lectores, y al respecto aseguró a este diario que no le  gusta legislar, “yo legislo para mí. Ca­da escritor tiene que inventarse su propia forma de ser escritor, de inventarse a sí mismo”.

Algunas de las ideas defendidas en su intervención apuntaron a que “escribir no es solo mover los dedos con agilidad sobre un teclado y ver, al cabo de una jornada, que el número de páginas aumentó”, aludiendo a que la escritura tiene lugar mucho antes, desde que se piensa  algo con intensidad  y  literariamente, como mis­mo “desear intensamente escribir una gran obra y desplegar los medios y la disciplina para lograrlo, no asegura nada”. A esto que describe llama vo­cación “que sirve para acabar los trabajos iniciados, imponerse un horario, dotarse del espacio de concentración y soledad, pero no basta para lograr grandes obras”.

Más adelante refirió su visión so­bre el  talento, que, si se tiene, “no es ni siquiera obligatorio conocer a fon­do la literatura para escribir”. Ha­ber leído, explicó, puede ayudar, por su­puesto, pero no es definitivo. Hay mu­­chos que lo han leído todo y no pueden escribir una línea que tenga el valor de lo que les gusta leer. Si no se tiene talento, todas las lecturas del mundo serán siempre insuficientes”.

Si bien toda riqueza se agota cuando se usa, con el talento ocurre distinto pues “es el único bien que se gasta al no usarlo” y consideró que al escribir resulta conveniente “imaginar una novela descomunal”, puesto que al ser  la escritura “un proceso de pérdida”  sucede que se sueña con una ca­tedral y al final es posible, si se corre con suerte, lograr una “modesta iglesia de provincia”.

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