Pescar un caracol

Cada año hay que pescar el caracol. Lo buscan en el manglar de las islas, donde según la leyenda encalló el tesoro de los piratas. Cientos de radialistas van hasta el arrecife, se sumergen en azul. Es el eterno retorno de Longina, son las calles de una villa con sabor a pescado y los olores profundos del mar. Caibarién, ciudad de hallazgos, sitio donde se vive la mística de la radio, hogar del caracol codiciado.

Dicen que un día cualquiera de un siglo silencioso surgió la radio. Fue Manolín Álvarez, un emigrado asturiano aplatanado en Caibarién. La vida se hizo más rápida y las personas jamás olvidaron la voz de aquel hombre,cuya artesanía rompió las barreras más fuertes.

Años después de las aventuras de Manolín, la radio y la televisión se unen en el litoral centro norte de Cuba. Liderados por grandes figuras del medio, los más jóvenes realizadores se suman a la pesquería del caracol. Porque a Caibarién no solo se va a buscar, sino a intercambiar.

Las ideas y la ingeniosidad casi emulan la inventiva del asturiano. Alguien lo llama festival, pero en verdad es un descenso al oscuro mar, sin escafandra.

En esta edición todos concluyeron que el Santamareare, nombre del codiciado caracol oriundo de la isla de Santa María, le pertenece a los hijos legítimos del arte, esos que respiran sin dificultad a través de los profundos arrecifes, donde subsiste lo más genuino de la creación cubana.

No obtstante, queda la certeza de una radio que forma parte del pueblo y sus portales de lajas, de los dichos de la gente y hasta de los nombretes más célebres. La mítica villa de Caibarién nos brinda algunos caracoles, como quien consuela a los protagonistas de una cacería interminable. La belleza y la codicia más sanas nos convidan a volver. Nos vamos con la certeza de un hasta luego.