
Pongamos que un escritor para poder desarrollar la trama requiere, necesariamente, alejarse de su cotidianidad. Pensemos en ese escritor como una suerte de viajero, que una vez que tiene una buena historia decide —impulso mediante— tomar un autobús, llegar a tierra de nadie, y, cuaderno en mano, perfilar cada uno de sus personajes.
Pongamos que ese escritor es Rodrigo Rey Rosa, un guatemalteco que con 57 años ha frecuentado Nueva York, Marruecos, España, Chile, y que tal vez el resultado de ese constante ir y venir sea más de una docena de libros publicados. Centrémonos en el movimiento como una suerte de incentivo para la literatura y en ese devenir de escritor nómada, donde el autor de Los sordos encuentra su más inmediata filiación.
“El viaje y la escritura son casi sinónimos para mí”, comenta el narrador centroamericano a quien Casa de las Américas dedicó su Semana de Autor. “Es lo que me conduce completamente hacia la idea narrativa, lo que ayuda a familiarizarme con la historia. Aunque reconozco que no todos los escritores necesitan de esa condición. Al final es una fatalidad de cada cual. Si bien grandes autores abandonaron su tierra por cuestiones políticas o por curiosidad, otros se atrincheraron y no salieron nunca de su lugar de origen y no por ello dejaron de ser extraordinarios”.
Paradójicamente, quien conoce a Rey Rosa podría asumir que el guatemalteco es apenas un escritor del mundo, quizá por la timidez y los rasgos de hombre minimalista. Rasgos que en definitiva se dejan entrever en el estilo cortado, preciso y limpio al cual recurre para adentrarnos en el relato. Y es que, según confiesa el autor, “el estilo lo es todo, es lo único que me interesa. Mientras la estructura de mis narraciones la consigo experimentando, leyendo; el estilo lo logro con un trabajo diario”.
“Cada vez que escribo intento cambiar el orden de los episodios, ahí influye un poco todo cuanto aprendí del cine. Por ejemplo, en El material humano lo verdaderamente ficcional es la estructura, el orden en que ocurrieron los acontecimientos y las secuencias, el resto es verídico, por eso digo que en el fondo es una obra documental”, sostiene.
Disímiles paralelismos literarios se han encontrado en la obra del narrador guatemalteco: algunos referentes a Paul Bowles; similitudes entre 2666, del chileno Roberto Bolaño —autor al cual conoció dos años antes de su muerte— y Los sordos; y cierta influencia literaria del argentino Jorge Luis Borges.
En relación con el caso Borges, Rey Rosa refiere que luego de leer Ficciones le resultaba difícil desprenderse de él, darle la espalda. “Sin embargo, encontré una salida en la forma, pues realmente el autor de El Aleph no escribió nada extenso. En ese sentido, experimentando con el tiempo de lectura, logré alejarme y usar un tono diferente. Aunque la influencia de Borges siempre vuelve”.
Mientras, en torno a la producción literaria en Guatemala y su inserción en el panorama literario de la región, el escritor explica que el talento narrativo de ese país ha emigrado al séptimo arte. “Durante el 2014 se produjeron 50 filmes, una cifra notable; no obstante, este año solo se han publicado tres novelas, al menos relevantes, lo cual nos puede dar la medida de la situación. Y no es porque tengamos una gran industria cinematográfica, son más bien esfuerzos aislados”.
“En cambio, en la poesía sí existe un fuerte movimiento. Los poetas son visiblemente más activos, los narradores de mi generación han tirado la toalla o la tienen bien oculta y es la literatura escrita por mujeres más considerable que la de los hombres”.
En este contexto —según indica— y a diferencia de los escritores centroamericanos, los latinoamericanos son más intimistas y refrescantes, preocupados por temáticas como la familia, la niñez, condicionados también por la opresión, pero no haciendo de ella el centro de la trama. (Tomado de laventana.casa.cult.cu)
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