ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Salomón Gadles Mikowsky, principal animador de los Encuentros de Jóvenes Pianistas, que auspicia la Oficina del Historiador de la Ciudad, no toma riesgos por gusto. Para clausurar la tercera edición, el último domingo en el teatro Martí y con la notable implicación de la Sinfónica Na­cional conducida por el maestro Enrique Pérez Mesa —tremenda faena la de la agrupación al montar 18 conciertos en tres semanas—, el profesor invitó a uno de sus actuales alumnos en la Music School of Manhattan, Po Wei Ger, un chino nacido en Taipei apenas dos décadas atrás. Era la primera vez que actuaba con una formación sinfónica y lo hacía nada menos que con dos partituras estilísticamente disímiles de renombrados autores rusos: el Concierto no. 1, de Serguei Rach­­maninov; y el Concierto no. 2, de Serguei Pro­kofiev.

La confianza en el intérprete estuvo más que justificada. Po Wei desborda  talento, pero también dedicación. El Rachmaninov del concierto inicial, escrito en 1891 y revisado en 1917, nunca antes ejecutado en vivo en nuestro país, no es el que luego conquistó multitudes, aunque en sus materiales temáticos prenuncia la vocación hiperromántica de los conciertos posteriores y pone a prueba el virtuosismo del solista. Ya instalado en Estados Unidos, adonde fue a parar por su incompatibilidad visceral con la Revolución bolchevique, Rachmaninov se quejó: “He vuelto a escribir mi Primer Concierto.

Salomón Gadles Mikowsky, eminente profesor cubano y promotor del III Encuentro de Jóvenes Pianistas. Foto: Pedro de La Hoz

Ahora es verdaderamente bueno. Tiene toda la frescura juvenil y sin embargo se toca mucho más fácilmente. Y nadie le presta ninguna atención.

Cuando en Norteamérica anuncio que voy a tocar el Primer Concierto, no protestan, pero detecto en sus rostros que preferirían el Segundo o el Tercero”.

En otra órbita se mueve la obra de Prokofiev. La primera versión, estrenada en 1913 cuando el compositor contaba con 21 años de edad, originó sentimientos encontrados en el auditorio: unos manifestaron su desagrado y otros aplaudieron los que les pareció una música futurista. Perdida la partitura en un incendio, Prokofiev la reconstruyó con ciertas modificaciones en 1923. Entre los cubanos ha tenido a dos grandes intérpretes: Jorge Bolet y Jorge Luis Prats.

Po Wei se empleó a fondo y sacó adelante las ideas bullentes de un concierto transido de tensiones y contrastes dinámicos. Es de esperar que con el tiempo este pianista chino logre una mayor compenetración con la densidad intelectual que tempranamente permeó la obra de Prokofiev. De sus sobradas cualidades interpretativas dio buena muestra en las piezas que regaló al público luego de su extenuante comparecencia: un estudio de Juan Piñera y otro de Robert Schumann.

Esta jornada se completó con un recital compartido horas antes en la sala Ignacio Cervantes, situada en la planta alta del Palacio de los Ma­trimonios, de Prado, por Leonardo Gell, que alterna con apreciables resultados su carrera entre Costa Rica y la Isla, y la jovencita Francis Santiago, ganadora del concurso Musicalia 2015, que esta vez se enmarcó en el programa del encuentro.

La antesala de estas ofrendas tuvo un sabor mozartiano al ciento por ciento, aunque providencialmente sazonado de cubanía, en la Basílica Menor de San Francisco. El ruso Misha Na­mirovsky hizo del Concierto no. 21 en Do mayor, del genio salzburgués, una experiencia sonora memorable en estilo, articulación y logro de una imagen artística perdurable. Las extraordinarias dotes de Namirovsky también se pusieron de ma­nifiesto en dos obras fuera de programa: un preludio de Rachmaninov y la combinación de dos danzas de nuestro Cervantes.

Resultó fluido el tránsito de la norteamericana Simone Dinnerstein por el Concierto no,. 23 en La mayor. Tanto la anterior obra como esta corresponden a la etapa de madurez del compositor, cuando cuajó a plenitud su concepción del clasicismo centroeuropeo. La Dinnerstein elevó sus valores al interpretar al término de su presentación la Berceuse campesina, de Alejandro Gar­cía Caturla. Grandísimo mérito el de Gadles Mi­kowsky, quien recibió menciones especiales de parte de CMBF Radio Musical Nacional y la Aso­ciación de Pedagogos de Cuba, al estimular en sus discípulos el conocimiento e internacionalización del legado pianístico cubano.

Esta velada fue respaldada por un notable organismo instrumental: la Orquesta del Instituto Superior de Arte, adscrita al Lyceum Mozartiano de La Habana, que bajo la conducción de José Antonio Méndez Padrón ocupó un plano protagónico con las oberturas de las óperas La clemencia de Tito y Las bodas de Fígaro, además del compromiso establecido con los solistas en los dos conciertos. La labor que esa entidad docente de­sarrolla bajo la égida del maestro Ulises Her­nández está haciendo época, y de qué manera, en la vida musical cubana.

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