Más de 20 años ha dedicado Piero Gleijeses a investigar la solidaridad internacionalista cubana en África y su legado al mapa político de ese continente. El resultado inicial vio la luz a comienzos de este siglo, Misiones en conflicto: La Habana, Washington y África 1959–1976, publicado en Cuba por Ciencias Sociales en el 2002. Esta y una posterior edición fueron ávidamente recibidas por los lectores.
Ahora el escritor italiano, catedrático e investigador en la Universidad John Hopkins, de Estados Unidos, regresa con otra novedad editorial, la traducción al español de Visiones de la libertad: La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por el sur de África 1976–1991, que tendrá su presentación este viernes a las 3:00 p.m. en la sede del Icap.
La obra, en dos tomos, originalmente publicada en el 2013 por la editorial de la Universidad de Carolina del Norte, mereció el Premio Friedrich Katz 2014, de la American Historical Association (AHA), el más importante lauro de esa organización profesional en la temática latinoamericana y caribeña.
Para Piero, sin embargo, el más entrañable reconocimiento fue el juicio de un lector que expresó: “Cuando uno lee el libro, se llena de orgullo de ser cubano y de ser revolucionario, de la dirección de la Revolución, y de haber sido parte de ese esfuerzo internacionalista”. Esto lo escribió Fernando González Llort, uno de los Cinco luchadores antiterroristas cubanos.
—¿De dónde viene su interés por investigar las misiones internacionalistas cubanas en África? ¿Fue solamente un incentivo académico?
—Supe en 1976 de la presencia de tropas cubanas en Angola y comencé a hacerme preguntas: qué hacía un país tan pequeño al otro lado del Atlántico.
Debía tomar el dato como una arriesgada aventura, cómo encajaba aquello en el tejido de las relaciones internacionales de la época, caracterizada por la Guerra Fría. Debo decir que en mi juventud, en Italia, Cuba comenzó a ser un referente. Luego, a partir de los años setenta, América Latina se convirtió en objeto de mis indagaciones históricas y políticas. Así publiqué en 1978 un ensayo sobre la intervención norteamericana en República Dominicana acaecida en 1965, y luego La esperanza destrozada sobre la política de EE.UU. hacia la Guatemala de Arbenz (1944–1954), que vio la luz en 1992. Al ahondar en la participación cubana en Angola, me di cuenta de varias cosas. Ante todo, que la colaboración respondía a convicciones propias, para nada subordinadas a la Unión Soviética, y que el internacionalismo cubano se había puesto de manifiesto desde principios de los sesenta en otros países africanos. Era necesario entonces argumentar documentalmente estas y otras verdades. Lo más complicado pasaba por tener acceso a las fuentes. En el caso de las cubanas lo conseguí, no sin arduos esfuerzos, gracias a la confianza de las autoridades, y al hecho de haber contado desde un inicio con un interlocutor privilegiado, Jorge Risquet Valdés, quien por cierto ha prologado mis dos obras sobre el tema.
—¿Cuál fue el punto de partida para Visiones de la libertad?
—Después de Misiones en conflicto valía la pena revisar cómo evolucionaron los acontecimientos en el sur del continente africano hasta la derrota de los racistas sudafricanos. Hubo un aspecto que me incitó a emprender estos estudios: mis ensayos sobre Guatemala y República Dominicana contaban la historia de movimientos revolucionarios frustrados; en África resultó diferente: fue una contribución de Cuba a la victoria en la lucha contra el colonialismo y el racismo.
—¿Cómo ha manejado las fuentes documentales para su más reciente investigación?
—Cotejé documentos cubanos, norteamericanos, soviéticos y, para suerte mía, sudafricanos. También pude consultar fuentes de otros países. Lo importante, en todo caso, es presentar pruebas, evidencias. Las entrevistas son útiles, pero el documento es insustituible. Una vez le dije a Risquet que yo creía en la palabra de los cubanos, pero que no era lo mismo si esas palabras estaban respaldadas por documentos. Cuba puso a mi disposición 14 000 páginas.
—Su trabajo es analítico, pero supongo que determinados hallazgos en el curso de la investigación hayan despertado en usted emociones particulares.
¿Pudiera referir algunos de esos momentos?
—Hay uno particularmente conmovedor: cuando al revisar la documentación del régimen del apartheid descubrí que podía prescindir de los papeles cubanos para contar el final de la historia. Los racistas, y también los norteamericanos, admitían inobjetablemente la victoria de Cuba y Angola y lo que ello representaba.
—¿A qué conclusiones le gustaría arribara el lector ante su obra?
—No existe otro ejemplo en la era moderna en el que un país pequeño y subdesarrollado haya cambiado el curso de la historia en una región distante. El internacionalismo de los cubanos es una lección política y moral plenamente vigente.
—¿Seguirá siendo Cuba campo para sus nuevos empeños intelectuales?
—¡Qué más quisiera! En Cuba he cultivado afectos. Mi esposa, Setsuko Ono, ha dejado sus huellas artísticas en la Isla. Espero tener la oportunidad de investigar y escribir un ensayo, más intenso que extenso, y desde un punto de vista integral, sobre la política exterior de la Revolución Cubana.












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Jape dijo:
1
26 de junio de 2015
02:03:01
isael dijo:
2
26 de junio de 2015
10:23:37
Marvin dijo:
3
26 de junio de 2015
13:14:31
ysabel augusta jimenez corominas dijo:
4
28 de junio de 2015
14:55:14
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