MADRID.—El actor y director habanero Jorge Ferrera se está haciendo un sitio en una zona de la cartelera teatral madrileña. Unos meses atrás, en un dinámico espacio del barrio La Latina, presentó Estudio 44, unipersonal visto por el público cubano y merecedor dos años atrás de un premio Villanueva de la Crítica.
Ahora un texto suyo y de Liena Cid se ha incorporado con éxito a esa variante que está funcionando muy bien en diversas plazas del mundo. Me refiero al microteatro.
Confieso que me provoca cierto escozor lo que suene a reducir, achicar, simplificar en el arte de las tablas. Con todo, la noche en que asistí a Cena de vanidades palpé el ambiente —entre familiar y juvenil— del numeroso público que se junta en el agradable local de la calle Loreto y Chicote de la capital española y mis prejuicios comenzaron una discreta retirada. Hay muchos espectadores que disfrutan de tres o cuatro de las pequeñas piezas en un par de horas. Salen, entran, se entusiasman, comparten.
Cena de vanidades logra atrapar en tan solo 15 minutos la esencia de la compleja y graciosa relación entre tres viejas amigas. Lo humorístico no se basa aquí en una suma de chistes sino en la riqueza de la situación. Todo parece indicar que la tradición de cenar juntas una vez al año ha ido escondiendo —por detrás de los formalismos y de algún afecto real— el crecimiento de tensiones y pequeñeces. La obra se suscribe con maestría al momento exacto de ese estallido emocional.
Ferrera incorpora al público a la mesa de sus tres actrices; lo convierte en parte de la escenografía y sobre todo cómplice bastante activo del desenfadado pero preciso juego escénico.
Ileana Wilson —a quien muchos recordarán por su labor en Teatro Buendía y por exitosas incursiones en nuestro cine y televisión— es la doble anfitriona. Lo mismo atiende a sus dos amigas que se relaciona con los, necesariamente pocos, pero privilegiados espectadores. Formidable su dominio gestual a tan corta distancia y espléndido su decir en el que lo íntimo no deja de ser esencialmente teatral.
A Dayana Contreras la he aplaudido otras veces desde este y otros espacios. De nuevo se muestra fresca y rotunda. Liena Cid —con menos oficio de intérprete— defiende con encanto como actriz lo que escribió junto al aglutinador Ferrera.
Autores y elenco cubanos para un género que —tratado con rigor y sin facilismos— enriquece el milenario y entrañable universo de lo teatral.
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