ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Una de las piezas antológicas del poeta Heriberto Hernández Medina parece a propósito para elucidar el poemario Bon Apéttit, de Dalila León Meneses, que la editorial Letras Cubanas presentó en la Feria del Libro de La Habana. Ganador del premio Pinos Nuevos para escritores noveles, este cuaderno esboza la vida a la manera de una metáfora culinaria, con un sesgo irónico y una parquedad arrogante, desde un punto de vista lingüístico.

El lector de poesía —todos deberíamos serlo: niños, bailarinas, gastronómicos— entenderá que cada asociación depende del carácter de quien las hace, de sus lecturas y también del azar. Cito el poema de Heriberto Hernández, redactado a fines de la década de 1980, a pesar de que no acusa el carácter narrativo de los textos de Bon Apéttit, pero sugiere algunas dislocaciones que, al igual que a Dalila León, le causan ansiedad.

La empecinada irreversibilidad del tiempo según el común percibir; el error que representa la vida rutinaria; la fugaz presencia de los seres queridos son dibujados por Dalila León con trazos limpios y a la vez con una rara ecuanimidad. Bon Apé­ttit, estructurado como una cena más bien de etiqueta, es una puesta en escena de la existencia vista desde la cotidianeidad, pero con los sentidos muy alerta.

En un conocido pasaje de Pa­ra­diso, la inolvidable novela de José Lezama Lima —dígase, a propósito, que Heriberto Hernández es un poeta “lezamiano”— una rodaja de remolacha cae sobre el mantel durante la cena y deja una mancha perturbadora. Juego ahora a interpretar los poemas de Bon Apéttit, como una de las múltiples consecuencias de aquella salpicadura, ilusionado con el ambiente semejante y con la sutil alusión al acto de comer como representación o performance.

Podría animarme además el misterio que a pesar de su moldura rutinaria surca los poemas de Dalila León, que, eso sí, se asemejan sobre todo a los aforismos, pero prefieren la mordacidad y el descreimiento. En cerca de 40 piezas sin título, se pasa revista a lo aparentemente inmediato, con triste sobriedad y con aliento trascendente.

Tal vez la mejor energía del cuaderno se esparza por su primera mitad, pero todo el conjunto se ofrece como una conjura contra lo que se volatiliza por culpa de un vivir displicente y de una memoria dispuesta a vaciarse a la primera oportunidad. Dalila León nació en Sancti Spíritus en 1980 y es miembro de la Asociación Hermanos Saíz.

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