ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Sergio Vitier. Foto: Yander Zamora

Sergio Vitier, aquel joven guitarrista que 50 años atrás se inició en la tremenda escuela de su tío, Felipe Dulzaides, una pequeña banda en la que había que tocar todas las músicas posibles, festejó ese medio siglo de ininterrumpida faena artística en el teatro Martí, con una velada en la que recibió uno de los mejores regalos de su vi­da: el Premio Nacional de Música 2014, distinción compartida con el musicólogo y saxofonista Leonardo Acosta.

Las razones que avalan ese merecimiento se hicieron evidentes a lo largo de un programa, en­­cabezado por la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Enrique Pérez Mesa, que repasó al­gunos hitos de su obra como compositor. En primer lugar, una cubanía de proyección universal que resume, desde una matriz personal, las he­rencias de las músicas europeas y africanas que fraguaron el sello insular.

Esto puede expresarse a partir de los matizados ecos románticos del melodismo de las Ma­rinas, interpretadas por el Dúo Promúsica (Al­fredo Muñoz, violín; María Victoria del Collado, piano), o mediante los aires cantábiles de resonancias épicas de uno de los temas de la teleserie En silencio ha tenido que ser; o de la suite de temas tradicionales; o del pianismo de inspiración jazzística ejecutado con maestría por Ro­lando Luna; o de la monumental y poliédrica partitura Cruce de caminos, donde la percusión desempeña un papel protagónico con destaques para el baterista Enrique Pla, el timpanista Luis Barrera y Los Villarreal en los batá. Con ello se confirma el juicio emitido por Leo Brouwer al afirmar que “su música sinfónica (la de Vitier) in­serta siempre un elemento de lo afrocubano ritual que no aparece de manera colorista; no es interpolación, no es la fuerza que se convierte en dato exótico”.

En el diploma y el cuadro de Zaida del Río entregados a Sergio por Julián González, ministro de Cultura, y Orlando Vistel, presidente del Instituto Cubano de la Música, quedó simbolizada la admiración por una trayectoria extensa e intensa que abarca la interpretación guitarrística, la canción, la música de concierto, la música para la escena y el cine y la revalorización del folclor.

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