ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

Algo más de 20 años después de que respondiera a las enormes exi­gencias de la sección de metales de Irakere y luego de tres lustros de haber acreditado con Habana En­semble una banda en el pelotón de avanzada internacional del jazz cu­bano, el saxofonista César Alejandro López acaba de alcanzar una nueva cota en su carrera.

Al presentarse en el Oratorio San Felipe Neri, del centro histórico de la capital, con la orquesta del Lyceum Mozartiano de La Habana, conducida por el maestro José Antonio Mén­dez Padrón, desplegó un muestrario de la obra que como compositor ha ido madurando a lo largo del tiempo.

La paleta creativa de César es di­versa y aunque parte, obviamente, de sus cualidades como intérprete —na­die duda de su cultivado virtuosismo, su fértil imaginación en los de­sarrollos temáticos y su proverbial sentido de la improvisación—, registra un manejo de la orquestación que desborda los tópicos del oficio, y se interna en complejidades discursivas ingeniosas, tales son los casos de Siem­pre contigo, para saxofón alto, y Ar­coiris, para alto y soprano, este último ejecutado por Edward Fer­nán­dez, recién egresado de la Es­cue­la Na­cional de Arte.

En las obras donde la naturaleza jazzística de linaje insular se hace más evidente (Sin adiós y Capri­chi­to), el saxofonista, hábil en la integración coherente de los colores y acentos de las cuerdas, contó con la colaboración del percusionista Raúl He­rrera y los pianistas Alejandro Falcón y Jorge Luis Lagarza, hasta desembocar en la prodigiosa descarga de sa­bor danzonero Cachao’s family, en la que el propio César entregó las delicias de una flauta charanguera y la violinista Jenny Peña desató una sorprendente improvisación.

No hay obra menor en el repertorio del compositor, aun la de planteo más sencillo: Providencia, tema de inspiración nostálgica. Pero si se trata de constatar alturas conquistadas, ten­­dremos que referirnos a Con­cer­tino primo, partitura escrita bajo los principios formales del concierto pa­ra solista y orquesta.

Dedicado al maestro Miguel Villa­fruela, fundador de los estudios académicos de nivel superior de saxofón en el Instituto Superior de Arte, el con­cierto revela el tránsito de la asimilación de la escuela clásica francesa en el primer movimiento, a la más pura inventiva melódico-rítmica en el mo­vimiento final, luego de un an­dante in­termedio de fino lirismo.

Pienso que Concertino primo lle­gó para quedarse en el repertorio contemporáneo de la música instrumental de concierto.

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