A la mayoría de los periodistas nos gusta tocar temas polémicos, hablar y convencer sobre todo, de lo que las personas tienen menos en las agendas, o sea, de las cosas que no suelen estar diariamente o casi nunca en el centro de atención, ojo del huracán, en el colimador...
Embestido de pasión por el cine de Santiago Álvarez, el mundo del audiovisual, las letras y el periodismo de García Márquez, Lázaro González llegó con un manojo de sueños a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Un muchacho delgado, de ojos bien redondos y largas pestañas. Alguien para el cual los trabajos de clase fueron motores que empezaron a enrumbar su estilo como profesional de la prensa.
Aquí nació el documental radial “Tacones por una noche” y “Margot”, de corte televisivo. El primero, un acercamiento a la vida de un transformista y las peripecias de esta manifestación artística en la convulsa década del 90´ del pasado siglo en Cuba; un deslinde de los trastocados conceptos de travesti y transformista; y el segundo, la adaptación para la pantalla chica del producto radiofónico.
Ambos constituyeron la iniciación de una polémica que no era tal por difundida, sí gracias a la “virginidad” que sobre la temática acusaba un público numeroso.
Actualmente, periodista y colaborador de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Lázaro González nos entrega Máscaras, estrenada el pasado día 17 en la sala Alfredo Guevara del Pabellón Cuba. Su ópera prima es un mediometraje de 35 minutos de duración donde, otra vez, el tópico del maquillaje y los tacones en el hombre seduce e incita a su estudio.

En esta ocasión sus protagonistas son Margot Parapar y Roxana Rojo, una cubana y una rusa, Riúbel Alarcón y Pedro Manuel González, dos o cuatro personajes, o quizá solo dos. Su joven director puso en escena el significado cultural y/o valía del transformismo como fenómeno artístico, un hecho que agrupa nociones de teatro, música, danza y performance.
Y si bien no empleó un lenguaje donde la problemática de sus personajes estuviera relacionada con alguna orientación sexual o identidad de género, hace un llamado a contribuir con el respeto a la diversidad y pone de manifiesto el auge del transformismo y su creciente interés por ascender a la cultura de espectáculo del país.
Esta realización no carece de intencionalidad objetiva, no crea exclusividades en cuanto a su público y según su director, eleva esta forma de expresión cultural.
A gusto con Máscaras, el joven realizador Lázaro González sigue enamorado de las letras, del periodismo de García Márquez y del cine de Santiago, ese que constituyera una herramienta para el cambio social, que a fin de cuentas, es otro de esos amores de todo creador revolucionario.












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