ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Alain-Fournier. Foto: Tomada de Wikipedia

Una fecha dispara en la memoria una lectura apasionante que muy  bien podría ser compartida por los jóvenes de hoy. Este 22 de septiembre hará un siglo que cayó en Saint Remy la Calonne, durante una de las acciones iniciales de la Primera Guerra Mundial, un joven francés llamado Henri Alban Fournier. No había cumplido 28 años. Su cadáver fue a parar a una fosa común y solo se identificó y rescató en 1991 para recibir digna sepultura.

Un año antes de la metralla fatal aquel joven publicó su única novela, El gran Meaulnes, bajo el seudónimo literario de Alain-Fournier. Es posible localizar en bibliotecas la edición cubana de 1975 de la colección Cocuyo, cuidada nada menos que por el gran poeta Eliseo Diego.

Se trata de una de las más tremendas y alucinantes novelas de amor de todos los tiempos, enmarcada en la Francia provinciana de finales del siglo XIX y principios del XX. Esta referencia enriquece la percepción de la trama —de algún modo se respira la clausura de un ciclo histórico y el advenimiento de nuevas realidades y pesadillas—, pero aún sin tomar en cuenta el marco epocal, la novela impacta por su propio peso.

La narración es conducida por Francois Seurel, un adolescente hijo de maestro y a la postre maestro él mismo, a quien le cambia la vida la llegada a su casa y al poblado de otro joven, Agustín Mea­ul­nes, el gran Meaulnes. A partir de entonces se desarrollan avatares que involucran al narrador, a su amigo, a Frantz de Galeis y su hermana Yvonne, el amor de Mea­ul­nes, descubierto en una mansión donde resulta difícil conocer los límites entre el deseo y la realidad, entre la fábula y la decadencia. Límites en los que discurre el tránsito de la pubertad a la madurez, de la soledad a la solidaridad, de la especulación a la posibilidad, de lo onírico a lo crepuscular.

En la manera con que Fournier, mediante una prosa directa e intensa, de descripciones precisas y pulso latente, apresa esas paradojas, radica la seducción que ejercen las páginas de El gran Meaulnes, cualidad intacta que ha sobrepasado la prueba del tiempo.

Démosle crédito al poeta y traductor español José María Valverde cuando escribió: “Ante esta extraña maravilla que es El gran Mea­ul­nes, puede ser lícito, y aun inevitable, presentarla en términos personales, como una experiencia emotiva. (…) Casi cuarenta años después, y al terminar mi colaboración en la traducción de este libro, me he informado mejor sobre el autor y sobre la génesis de El gran Mea­ul­nes, y me he quedado maravillado al ver cómo se unían la literatura y la vida en él.”

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