La iniciación hace 25 años de los estudios del laúd y el tres en la red de la enseñanza artística ha hecho posible que estos instrumentos enraizados en la historia cultural de la nación cuenten con profesores e intérpretes calificados a lo largo del país, no pocos de ellos con reconocimiento internacional.
A partir de la cátedra primigenia, fundada por el maestro Efraín Amador en la Escuela Nacional de Arte en 1989, se ha ido consolidando una pirámide que abarca desde el nivel elemental —curiosamente establecido a finales de la década pasada— hasta el Instituto Superior de Arte.
“Siempre hemos contado —refiere Amador— con una tradición empírica en la interpretación del tres y el laúd, con virtuosos que a lo largo del tiempo han enriquecido el lenguaje y la manera de ejecutar esos instrumentos. La formación académica en modo alguno niega esa tradición; por el contrario, se nutre de ella. De lo que se trata es de sistematizar el aprendizaje y ampliar el espectro conceptual y musical de dos instrumentos que nos definen”.
“Los laudistas y treseros graduados en nuestras escuelas —explica el profesor— dominan tanto la música popular como la de concierto. Lo mismo interpretan una pieza de Bach que un son o una tonada campesina. Pueden ejecutar una partitura originalmente escrita para sus instrumentos que desarrollar improvisaciones. Varios de estos alumnos se han destacado como solistas o como miembros de agrupaciones de cámara, algunas fundadas o lideradas por ellos. En cuanto a la docencia, forman a niños y adolescentes en todo el país o introducen el método en Baja California o complementan la cátedra del célebre bandurrista español Pedro Chamorro”.
Efraín tuvo que concebir la metodología, diseñar planes de estudios, escribir versiones y partituras, formar maestros. Asimiló la experiencia de los grandes cultores populares y en determinado momento confrontó sus ideas con las de Chamorro en España. Su tesis doctoral resumió esa intensa trayectoria. De no haber existido la Escuela Cubana de Guitarra, en la que él se desarrolló, todo hubiera sido mucho más difícil. Pero el mismo Isaac Nicola, piedra sillar de la enseñanza de la guitarra en la Isla, lo alentó y apoyó a plenitud. En la memoria agradecida del profesor otros nombres cobran merecido crédito: Lecsy Tejeda, Teté Linares, Alicia Perea y su primer alumno, José Antonio Pérez Miranda, el Guajiro, conocido por sus faenas junto a Liuba María Hevia, no solo después profesor, sino también luthier (constructor de instrumentos).
Al hacer un balance de los resultados de la escuela, Amador subraya un dato significativo: la mayoría de los egresados y alumnos pertenecen al género femenino, en contraste con la tradición histórica predominantemente masculina.
Otro dato no menos importante apunta hacia la creación de repertorios originales. Este mismo año se cumplen 30 de la primera composición de concierto para laúd del propio Efraín Amador, Fantasía guajira, estrenada junto a su compañera, la pianista Doris Oropesa, figura clave también en el desarrollo de la escuela. Una de sus hijas, Ariadna Amador también ha aportado obras imprescindibles. Otra, Amanecer, continúa la saga familiar en la enseñanza de ambos instrumentos. La escuela motivó el interés de compositores ya consagrados, como los casos de Carlos Fariñas y Héctor Angulo.
—¿De dónde nació la pasión de Efraín por el laúd y el tres?
—Justo es el refrán que reza: la cabra tira al monte. Soy guajiro, de la región central de la isla, nacido en San Joaquín, cerca de Chambas, y criado en La Aguadita, por vuelta de Sancti Spíritus. Escuché de niño la música de los campos. Pude ser pelotero, como mi hermano Pablo, que jugó con los Azucareros en los jardines, pero me incliné por la música. Estudié guitarra y comencé una carrera como intérprete de música de concierto, en la que me iba bien. Pero sentía una deuda con el laúd y el tres. Recuerdo que ya en La Habana viví en la misma cuadra del tresero Arturo Rodríguez, Alambre Dulce, puntal en las filas de Chapottín, y conté, entre otros, con la colaboración y el estímulo de Miguel Ojeda, ese inolvidable laudista. El laúd estaba vivo, y en los años 80 ya teníamos a un excepcional tresero en pleno apogeo, Pancho Amat. Sentí la necesidad de volcar toda esa inquietud en un proyecto pedagógico al que he dedicado buena parte de mi vida.












COMENTAR
Nestor Piñero dijo:
1
18 de agosto de 2014
11:34:07
dschingis dijo:
2
18 de agosto de 2014
12:37:17
dschingis dijo:
3
18 de agosto de 2014
12:38:27
JOSE LUIS MATARIN VALVERDE dijo:
4
21 de agosto de 2014
12:26:52
Gilberto Walker dijo:
5
26 de agosto de 2014
16:53:33
juan sotomayor perez dijo:
6
28 de enero de 2016
15:56:58
Responder comentario