
Mientras el poeta lee sus versos en voz alta, las plantas transpiran su humedad nocturna en el breve patio colonial.
Silencio cómplice: el público no pierde las imágenes compartidas. Tiempo atrás el poeta estuvo allí en jornadas asaetadas por la fiebre de quienes hicieron posible lo que parecía imposible: ofrecer metáforas e invenciones sin mediaciones ni aderezos, la poesía escrita en estado original, el poeta únicamente en posesión de sus papeles, solitario portador de sus cantos, maestro de la palabra. Así fue cuando Ricardo Vázquez y Carilda Oliver, en los años 70, implantaron la costumbre de oficiar los Miércoles de Poesía en la ciudad de Matanzas, y Miguel Barnet, como también Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón, Fina García Marruz y Cintio Vitier, el uruguayo Mario Benedetti y el nicaragüense Emesto Cardenal, y muchos otros antes y después, fue convocado a decir sus textos en la tertulia.
Tradición interrumpida, pero no olvidada, ahora quiere cobrar nuevo aliento insuflado por la UNEAC y el Centro Provincial del Libro y la Literatura y bajo la guía de un infatigable promotor, poeta él mismo y notable editor, Alfredo Saldívar. Y vuelve Miguel a leer sus versos sin mediaciones ni aderezos, el poeta con sus papeles antiguos y recientes desplegados en un mueble de época e iluminados por una lámpara y en cada página la escritura de toda una vida: desde los estremecimientos iniciales de La piedra fina y el pavorreal hasta el compromiso del vate con el destino de la isla, sin olvidar esos intensos poemas nacidos en otras geografías o este otro en el que el amor quema:
Yo te espero / bajo los signos rotos / del cine cantonés. / Yo te espero / en el humo amarillo / de una estirpe deshecha. / Yo te espero / en la zanja donde navegan / ideogramas negros / que ya no dicen nada. / Yo te espero a las puertas / de un restaurante / en un set de la Paramount / para una película que se filma a diario. / Deja que la lluvia me cubra / con sus raíles de punta / mientras presiento tu llegada. / En compañía de un coro de eunucos, / junto al violín de una sola cuerda / de Li Tai Po, / yo te espero. / Pero no vengas / porque yo lo que quiero realmente / es esperarte.
Ofrenda de Miguel y los poetas matanceros y los amantes de la poesía para quien habitó esta misma casa y deambuló por este mismo patio y transpiró junto a las plantas nocturnas quizás recordando los versos que escribió o los que nunca pudo escribir. La calle donde radica la casa lleva su nombre y la ciudad le debe sus cantos. Muy pronto, el próximo 16 de agosto, conmemoraremos el bicentenario de su nacimiento en Matanzas. Tanta memoria viva recuerda a José Jacinto Milanés.












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