Uno de los géneros más maltratados por usuarios desapercibidos es la crónica. La maltratan en el entendido de que crónica es igual a exaltación, y se olvidan de que escribir es batallar en un terreno en el que todo ha sido dicho; de tal suerte, se debe confiar en el poder de la palabra tanto como en el propio poder de reutilizarla. Si en relación con un acontecimiento bélico usamos el término epopeya ¿para qué apuntalarlo con el adjetivo gloriosa, cuando epopeya es precisamente hecho glorioso y sobrenatural? Pero la lengua es así: sabe quién debería y quién no relacionarse con ella.
Informe del tiempo es un título de la editorial El Mar y la Montaña (2013) que con la firma de Rafael González Cardona reúne cerca de cuarenta crónicas sobre gente notable y sucesos más bien divertidos que fueron a acaecer por allá por Guantánamo. Vistas de conjunto, estas piezas dan la impresión de que el autor ha tenido la paciencia necesaria para aguardar por una decantación que añada solidez a su libro, y bien que lo consigue. La gracia de sus crónicas, por tanto, tiene además que ver con que sus protagonistas se han desenvuelto en la esfera pública y ese sostén en el contexto social no pasa inadvertido. Nombres como los de Argeliers León, Rita Longa, Carlos Puebla, Sidroc Ramos o Raúl Pomares, junto a otros de repercusión local que por sus actos o por su temple tipifican al cubano de cualquier ralea, nos movilizan en el papel indiscreto de lectores, y esa predisposición actúa a favor de un género que busca a toda costa deshacer el anonimato.
Pero el cronista es un observador y de poco le valdría encontrarse en el lugar propicio, si no supiera ver. Rafael González se muestra sagaz en la mayoría de sus textos y saca provecho a detalles que a otros hubieran parecido baldíos, a pesar de algunas erratas o de algunas obviedades cuando emprende la sentencia de tono ensayístico. Parecería a propósito un aforismo que el crítico George Steiner enarbola con sarcasmo: “No confíes en el narrador sino en el cuento”, aunque este libro sabe esquivar los lugares comunes, incluso en contra de la mano que lo redacta. Por si fuera poco, él mismo es una muestra de que el costumbrismo no es algo tan manso, ni tan pesado como alguno querría sugerir.
Las llamadas editoriales de provincias tienen un destino altruista y difícil: deben hacer espacio a la creación del territorio evitando a toda costa el proceder esquemático y el paternalismo. Libros como Informe del tiempo —con una precisa nota de contracubierta— ratifican que nuestra literatura es amplia en la forma de entenderse, y que la cuestión de las grandes o pequeñas editoriales no se dirime por la capacidad física ni por la geografía.












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