ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Ryu Goto en la Sala Covarrubias. Foto: Yander Zamora

El público que acudió el pasado domingo a la sala Covarrubias para presenciar otro concierto del programa conmemorativo del aniversario 400 de la llegada del primer japonés a Cuba sabía qué podía esperar del violinista Ryu Goto, quien ya había cautivado a los melómanos cubanos.

Aun así las expectativas fueron sobrepasadas: el violinista japonés consiguió colocar su arte en una dimensión espectacular, no solo por el derroche de virtuosismo, sino sobre todo por las imágenes artísticas convincentes que supo transmitir.

Su compatriota, el conductor Yoshikazu Fukumura, esta vez dirigió a la Orquesta Sin­fónica Juvenil del conservatorio Amadeo Roldán, organismo que constituye una lograda tradición docente de la práctica preprofesional en esa es­cuela, dirigida por el reconocido profesor Ro­berto Chorens.

Las muchachas y los muchachos de ahora, con una edad promedio de 17 años, se han beneficiado de la sabiduría y la entrega constante del maestro Guido López Gavilán, y respondieron con altura y pasión ante las exigencias de Fukumura, quien ha hecho a lo largo de su fructífera carrera de más de cuatro décadas muchas obras de Beethoven.

De modo que al proponer la Séptima sinfonía planteaba dos cuestiones: confrontar a los jóvenes con una de las páginas imprescindibles del sinfonismo universal y trazar un hilo conductor con la pieza seleccionada por Goto, el Concierto para violín y orquesta, del mismo compositor alemán.

A Fukumura pareció interesarle más resolver problemas de expresión que la búsqueda de una exposición brillante. Su Séptima fluyó ajustada en aire y tiempo, mediante una lectura clara de los temas de carácter festivo que recorren la partitura y un segundo movimiento en el que desterró la gravedad melancólica que algunos directores del entorno austriaco-alemán han legado de manera canónica.

Luego llegó Goto e impuso una atmósfera electrizante no más tocó las primeras notas que suceden a la larga introducción orquestal del primer movimiento. El desarrollo de los dos temas predominantes y, por supuesto, la cadenza mostraron a un violinista pródigo en el primer movimiento, y a un melodista inspirado en el Larghetto (segundo movimiento), antes de desembocar desenfadado pero preciso en el Rondó final.

Goto fue generoso con el público y regaló unas endiabladas variaciones y una celebrada página de Massenet para corresponder a la prolongada ovación que premió su desempeño. El famoso director alemán Lorin Maazel tuvo razón tras acompañarlo hace dos años con la Filarmónica de Munich: “Ryu Goto posee impecables credenciales técnicas y un muy personal sentido musical”.

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MARCOS dijo:

1

18 de junio de 2014

06:47:58


!QUÉ SANA SATISFACCIÓN LEER ESTE ARTÍCULO! CON ESTE CONCIERTO GANA CUBA, EN ÚLTIMA INSTANCIA, GANA LOS JÓVENES.FUTURO DE LA MÚSICA SINFÓNICA CUBANA. GRACIAS LA ARTICULISTA POR SUS PALABRAS: SE DESPRENDE DE ELLAS UN MODO DE ALIENTO MUY SENSIBLE MARCOS

Juan Miguel dijo:

2

18 de junio de 2014

15:32:48


Amigo de la hoz. Disculpe usted, pero la séptima sinfonía de Beethoven no es ni de lejos una de las “imprescindibles” De sus nueve sinfonías, en todo caso la tercera, la quinta, cuyo último movimiento parece una guerrita entre alemanes y rusos y ganan…los alemanes. (En realidad no soporto la música de Beethoven ni su personalidad ¿qué es eso de lanzar desde la habitación de un hotel los muebles a la calle por una ventana porque estaba disgustado de no encontrar a su Amada Inmortal? capas de herir o matar a un inocente transeúnte ¿cómo va a empujar escaleras abajo a aquel pobre general al que se le fracturaron unos huesos, solo porque este le pidió compusiera con el estilo de Mozart? ¿Es cierto que le arrojo a la cara una sopa a un pobre camarero porque esta estaba fría? ¡Si me lo hace a mi le doy un bofetón que le coloco los tímpanos en su lugar!) Como decía, la tercera, la quinta, la sesta y la novena, para de contar. Lo que sucede con Beethoven fue que siguió componiendo luego de quedarse sordo y eso le hiso famoso, pero su música no se puede comparar ni en mil leguas de distancia ¡con la del gigante Juan Sebastián Bach! Sería como tratara de dibujar o pintar como Leonardo da Vinci.

Juan Miguel dijo:

3

18 de junio de 2014

23:59:26


Caray, cuando aprenderemos que a los 25 años nadie puede ser catalogado de verdadero virtuoso, ni siquiera tocando las maracas ¡ni Paganini, ¡ni Liszt ¡ ¡ni Saint-Saëns tocando el órgano! supieron lo que hacían hasta pasado los cincuenta. El llamado virtuosismo total se adquiere después de los sesenta. La interpretación y ejecución es un oficio de viejos, como la edad de oro de un político es pasado los setenta ¿Nunca han visto a Rubinstein a sus noventa y dos años? ¿Nunca han visto a Vladimir Horowitz a sus ochenta y tantos, o a Julian Bream? Se lo recomiendo.