Habaneros de cámara

Cinco jóvenes instrumentistas, casi todos egresados de nivel superior, se han hecho notar, desde que decidieron unirse el pasado enero, en la interpretación de la música de concierto.

La agrupación responde al nombre de Quinteto Habaneros y se propone, según lo escuchado recientemente en el hemiciclo del Edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, cruzar los límites entre las convenciones clásicas y la música popular más elaborada, en una especie de operación de crossover que asumen no como una manera de quedar bien con diferentes tipos de público, sino como necesidad expresiva inherente al perfil del colectivo.

Así lo hace saber el clarinetista y saxofonista Alden Ortuño, quien al­terna el liderazgo del quinteto con un destacado desempeño en la Or­questa Sinfónica Nacional. “Éramos músicos afines —comenta— no so­lo por una conexión generacional; en nuestro caso descubrimos intereses comunes en el orden de cómo entender la música de cámara como aventura y diversión”.

Acompañan a Ortuño en la em­presa el violinista Carlos Suá­rez, la violista Idalmis Ulloa y la cellista Suaima Ramos, por lo que de hecho se trata de un cuarteto de cuerdas con un instrumento de viento añadido.

Justamente las obras de Carlos Suá­rez escritas especialmente para ese formato dan la medida del vuelo artístico de la agrupación. Tanto en Racine co­mo en Divine hope se advierten texturas armónicas complejas que sin embargo no empañan para nada una imagen sonora de fluida comunicación.

Otra versión audazmente concebida y al mismo tiempo fiel con el material original, la consiguen con Mambo in­fluenciado, una de las obras que mar­có en los tempranos sesenta el crecimiento del compositor Chucho Valdés.

Con lo logrado en sus primeros pasos, Habaneros exhibe ya una identidad. Desarrollarla será cuestión de tiempo y empeño, puesto que talento sobra.