ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Valor patrimonial y belleza en el Monasterio de Santa Chiara. Foto: Vincenzo Belloni

NÁPOLES.— Callejuelas mínimas, motoristas aciclonados, vecinos parloteadores, comerciantes abocados a la vía pública y sábanas blancas y de colores colgadas en los balcones que muy bien pudieran ser cantadas en clave de rumba por el trovador.

Pero aquí, en el mero centro de Nápoles y como paréntesis en el la­berinto, un complejo monumental in­vita al silencio y la meditación, aun­que para este cronista y sus acompañantes, llegados de la distante Cuba, haya en la memoria una voz inconfundible y un piano de fondo en uno de esos inmuebles patrimoniales: el Monasterio de San­ta Chiara nos conduce inevitablemente a Ignacio Villa, Bola de Nieve.

La Iglesia de Santa Chiara precedió al Monasterio, construida la primera a partir de 1313 por la reina de Nápoles, Sancha de Mallorca y culminado el segundo en 1348, habitado inicialmente por franciscanos y luego compartido por las monjas clarisas, que guardaban un régimen de clausura.

La ornamentación primitiva que respondía a la estética gótica de cor­te provenzal fue reemplazada por las reformas acometidas a principios del siglo XVII bajo la dirección del artista Domenico Antonio Vacca­ro, que imprimió el estilo barroco.

Fue en esa época cuando se le­vantaron las columnas octogonales del jardín del Monasterio, sostén de una inmensa pérgola, y se decoraron a base de lozas de mayólica los bancos y los pasillos con escenas alegóricas de carácter bíblico y bu­cólico, que contrastan con los frescos  en las paredes de las galerías.

El incendio provocado por el bom­bardeo de la aviación norteamericana en agosto de 1943, durante la Se­gunda Guerra Mundial, causó daños al complejo religioso y arruinó sobre todo la tumba del esposo de Sancha, el rey Roberto de Nápoles, considerado en su tiempo el más valioso mo­numento sepulcral erigido por los marmolistas toscanos.

Pero, sin lugar a dudas, el hecho que universalizó el sitio en la segunda mitad del siglo XX fue la canción Munastero e Santa Chiara, compuesta en 1945 por Alberto Barberis para una obra escrita por Michele Galdieri y estrenada en su día nada menos que por los íconos de la escena italiana Anna Magnani, Totó, Alberto Sordi y Peppino di Filippo.

La pieza musical se independizó y cobró vida propia en los años subsiguientes como una obra re­pre­sentativa de la canción napolitana, a la par de O sole mío y Torna a So­rren­to.

Bola de Nieve la hizo suya en 1959 y le dio la carga de incertidumbre y melancolía que recorre un texto en primera persona y dialecto napolitano que se interroga sobre el destino de la ciudad a partir de uno de sus símbolos: “Munastero e San­ta Chia­ra / tengo o core scuro scuro / ma pecche pecche ogne sera / pen­zo a Napule come era / penzo a Na­pule como é…” (Monasterio de San­ta Clara / tengo el corazón oscuro oscuro / pues cada noche pienso en Nápoles como era / y pienso en Nápoles como es).

Recorro una y otra vez el jardín del claustro de las clarisas con la certeza de que el arte de Bola tiene esa calidad que el gran Andrés Segovia apuntó: “Parece como si asistiéramos al nacimiento conjunto de la palabra y la música que él expresa”.

Junto a mí el poeta Miguel Barnet recita el conmovedor poema con que despidió al extraordinario artista: “Caballero de Olmedo / juglar herido por la flecha de Ochosi, el cazador / ven en tu trineo de yaguas / y enciende las calabazas. / Dueño de la fragua y del colmillo del jabalí / sumérgete en la espuma de las cinco palanganas de Ochún (…)  Zumba la curiganga / mi negro / ¡Zumba!”.

Hace apenas uno días dejamos atrás en Roma el Foro Internacional de la Rumba Timbalaye 2014. Sa­be­mos que en Nápoles existe una tradición en la ejecución de los tambores mediterráneos y aquí habita un mú­sico que ha vertebrado como nadie las percusiones de uno y otro lados del Atlántico, el maestro Gio­vanni Imparatto.

Bajo la advocación de Bola de Nieve y el recuerdo de su interpretación única de Mu­nastero e Santa Chiara, en el diseño del foro rumbero del año próximo, que otro de nuestros acompañantes, el maestro Ulises Mora, ya prepara, Nápoles de­be ser un nuevo punto de encuentro.

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liskbe dijo:

1

30 de mayo de 2014

12:41:28


Interesante artículo, que aporta mucho sobre todo lo que une a Nápoles y La Habana, busqué en youtobe la interpretación del Bola, excelente. Gracias Pedro

Maria Chiara Medri dijo:

2

31 de mayo de 2014

17:22:56


Extraordinario artículo ¡ gracias Pedro de la Hoz y gracias Timbalaye para subrayar la importancia de la integración cultural como vehículo de conocimiento entre culturas y tradiciones diferentes. La Rumba Cubana encuentra la tradición napolitana en Napoles...maravilloso¡