ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

El periodismo, bajo la forma de diario, es un fruto de la imprenta, de los tipos móviles, del revolucionario invento de Gutemberg. Se hizo presente en el mundo del Renacimiento como amplificador de la cultura y la información entre los siglos XVI y XVII, aunque aseguran algunos historiadores que se remonta a las Actas Diurnas de la Roma Antigua.

Estos elementos y muchos más aparecen en el por qué de la obra Periodismo y Nación, Premio Justo de Lara, del que fue autor el intelectual y economista cubano Germán Amado-Blanco (hijo), inspirado por la obra de su padre, fallecido en 1975 y uno de los más prestigiosos diplomáticos cubanos en la Revolución como embajador de Cuba en Portugal, ante la Santa Sede y en la Unesco.

La historia como periodista y diplomático de Germán Amado-Blanco (padre), ganador de una edición del Justo de Lara, estuvo siempre relacionada con los periodistas más notables de Cuba en el siglo XX, de ahí que el autor del libro que se reseña tuvo como propósito honrar la obra de grandes diaristas cubanos, como él, ganadores de un Premio excepcional, primero de ese carácter en Cuba, creado por la tienda El Encanto(1) en 1934 y que estuvo vigente hasta 1957.

Una historia completa del periodismo cubano no puede prescindir del conocimiento de la persona y obra de los periodistas que se incluyen en este volumen, publicado por la Editorial José Martí, del Insti­tuto Cubano del Libro.

Sería incompleta sin conocer sobre es­tos profesionales de la prensa, que combinaban su pulcra redacción, la profundidad de sus temas, búsqueda, originalidad y uso de di­versidad de géneros, como lo fueron Eladio Secades, Mirta Aguirre, Ramón Vas­con­ce­los, Miguel de Marcos, Pablo de la Torriente Brau, Medardo Vitier, Gastón Ba­quero, Jorge Mañach, Luis Pichardo Loret de Mola, Sergio Carbó, Raúl Roa y otros que suman venticuatro en ese corto periodo los cuales fueron acreedores del Premio Justo de Lara.

Para Gérmán Amado–Blanco y el joven Yasef Ananda Calderón, graduado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio, co-autor de la obra, el hecho de que fuera la famosa tienda El Encanto la creadora del premio se debió a que otra extraordinaria periodista y narradora, Renée Méndez Capote, autora, entre otras obras de Una cubanita que nació con el siglo, era la esposa de Manuel Solís Mendieta, uno de los ejecutivos de El Encanto.

Son muchas las informaciones importantes que ofrece Periodismo y Nación, en ella se reproducen textos excepcionales y para referirnos a uno bastaría el siguiente párrafo de una crónica ejemplar de Mirta Aguirre:

“Es así lo esencial, lo más profundo de esta guerra contra ti comienza hoy. Será el fusilamiento y será el presidio, serán los forzados trabajos de la reconstrucción. Morirás cuando sea justo que mueras pero vivirás también, Fritz. De un modo, y de otro, pa­garás tus deudas. Y aunque haremos los cobros sin crueldades inútiles, como cabe a los que no son fascistas, por ser como son las deudas, créeme Fritz, que te va a ser duro el aprendizaje a saldarla”.

Mirta Aguirre (1912-1980) periódico Hoy, 1945, año del fin de la Segunda Guerra Mundial. Qué coincidente crónica, a propósito del intento actual de hacer renacer fórmulas fascistas.

(1) La tienda El Encanto, en Galiano y San Ra­fael, fue objeto de un acto terrorista contra la Re­volución Cubana, en el cual murió Fe del Valle. Hoy existe allí un parque a su memoria.

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Isidro dijo:

1

18 de mayo de 2014

08:14:18


Tras leer este libro, quedé convencido de que la importancia del mismo sobrepasa con creces su muy modesta apariencia, así como la evidente desventaja de haber sido presentado en Cuba cuando uno de sus autores, Germán Amado Blanco, ya había fallecido, tres años antes, y de que el otro autor, Yasef Ananda, se encontraba muy lejos, estudiando en China. O sea, el volumen salió al público con cierto olor a huérfano, por decirlo de algún modo. En primer lugar, como bien señala con particular sentido de la oportunidad Marta Rojas, los premios Justo de Lara se otorgaron a periodistas de alta valía, que cultivaban una variedad de géneros, en la que coincidían como reiterada característica el rigor en el uso de la lengua y en el abordaje de cada temática. Esto de por sí ya hace de la lectura del libro un placer inconmensurable. Sorprende gratamente asimismo, que el galardón se otorgara a lo largo de más de 20 años a redactores cuyas inclinaciones ideo-políticas iban de la social democracia al conservadurismo, de las ideas comunistas y socialistas, al más amplio diapasón liberal, además de ser en muchos casos convencidos católicos o agnósticos consecuentes, según el caso. Eso sí, todos coincidían en su amor indeclinable por Cuba. Este reconocimiento a la distancia de tantos años enaltece el sentido del decoro y la ética profesional de tantos periodistas de la etapa republicana, así como de los jurados que los premiaron en un espíritu de plena justeza y de celebración a la pluralidad de ideas. Y hay más. El hecho de que la tienda por departamentos más importante del país adoptara la sabia decisión de respaldar a la denominada alta cultura del momento, constituye un testimonio de las posibilidades que entraña la colaboración entre empresariado privado e intelectualidad. Una lección nada desdeñable para los tiempos que se avecinan en la Isla. Por último, el rescate de la figura y legado intelectual de Justo de Lara, con su vertical posición en defensa de la independencia cubana, a pesar de sus sólidos lazos con España y Estados Unidos en distintas etapas de su vida, no puede menos que actuar como un soplo esperanzador para el mundo editorial cubano, en el sentido de que es cada vez más necesario volver sobre figuras como la suya, que desde sus nichos indiscutibles en la Historia son capaces de iluminarnos el camino en más de un modo.

Andrés dijo:

2

22 de mayo de 2014

10:10:11


Los que en algún momento trabajamos con Germán Amado Blanco agradecemos profundamente un comentario como este. Fue siempre persona de indiscutible valía, excepcional cultura y profundos valores. Solo señalar que el nombre del padre de Germán era Luis Amado Blanco, no Germán como se señala en el el tercer párrafo y no solo fue un diarista, sino reconocido autor de varias obras ya perdidas en la memoria dentro de las que caben destacar "Ocho días en Leningrado".