
Rescatar la utopía a través de la magia de la identidad latinoamericana. Esa fue una de las premisas que guiaron la obra y la proyección intelectual del escritor Gabriel García Márquez, quien se planteó co-mo uno de los grandes destinos de su carrera la promoción del cine latinoamericano.
No cabe duda que esa fue, también, otra de las razones que llevaron al Nobel de Literatura a fundar el 15 de diciembre de 1986 junto al argentino Fernando Birri y el cubano Julio García Espinosa la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) como filial de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL), un proyecto multinacional que desde el inicio contó con el apoyo del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro.
El objetivo estaba claro: divulgar y profundizar en las expresiones culturales de los pueblos de América Latina y el Caribe, Asia y África y poner en manos de los cineastas la posibilidad de convertirse en cronistas de su propia realidad, de su propio entorno, de sus propias vidas. “Es obvio que una Fundación no puede inventar un movimiento cinematográfico como lo es el del nuevo cine latinoamericano. Lo que pasa es que nosotros nos hemos dado cuenta de una cosa que es evidente. Y es que existe. Es una explosión de un cine nuevo y lo que estamos tratando es de impulsarlo”, dijo en aquel momento Gabo, quien desde 1985 se desempeñó como presidente de la FNCL.
Con el tiempo la Escuela se expandió notablemente y pasó a ser referencia obligada en el circuito cinematográfico mundial. Tanto que llegó a recibir a figuras como Francis Ford Coppola, George Lucas, Robert Redford, Joel Cohen, Costa Gavras, Istvan Szabo y Emir Kusturica, e intelectuales como Aída Bortnik, Doc Comparato y Armand Mattelard, entre muchos otros. En la actualidad ya ha graduado casi 800 alumnos en las especialidades de dirección, documental, guion, edición, fotografía, sonido y producción, muchos de los cuales ostentan una obra de relieve en el panorama del séptimo arte.
A pesar de sus incontables compromisos, el Gabo nunca dejó la Escuela. Allí regresó una y otra vez para impartir los talleres de guiones en aulas repletas, para participar como invitado especial en las fechas conmemorativas de la institución o para observar, simplemente, los caminos por los que ha transitado la llamada Escuela de Todos los Mundos. Precisamente en uno de sus famosos talleres de guiones el Gabo sugirió a una de sus alumnas, la costarricence Hilda Hidalgo que dirigiera la puesta en escena de su novela Del amor y otros demonios.
García Márquez inició su relación con la pantalla grande en 1954 cuando filmó junto a un grupo de amigos de Baranquilla el cortometraje La langosta, un año antes de viajar a Roma para matricular en el Centro Experimental de Cinematografía con el apoyo de Fernando Birri. De su larga relación con el cine también nacieron numerosas adaptaciones cinematográficas de sus obras como El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba y Memoria de mis putas tristes, además los guiones de las cintas El gallo de oro (1964), de Roberto Gavaldón; En este pueblo no hay ladrones (1965), de Alberto Isaac; Tiempo de morir (1966), de Arturo Ripstein; Patsy, mi amor (1968), de Manuel Michel; Presagio (1974) de Luis Alcoriza, entre otros.
“Después de escribir, lo mío es el cine”, bromeó en una ocasión García Márquez como si tuviera la certeza de que su huella en el séptimo arte quedaría grabada para siempre.












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David dijo:
1
18 de abril de 2014
08:38:28
Dr. José Luis Aparicio Suárez. dijo:
2
19 de abril de 2014
09:08:12
Cesar dijo:
3
19 de abril de 2014
23:02:35
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