
A solo unos días de que reciba el Premio Nacional de Música 2013, Adriano contó a Granma la suerte que ha tenido por vivir tanto entre notas, acordes y la ilusión de siempre cantar mejor. A la vida le agradece mucho: su amistad con Benny Moré, haber conocido a Don Fernando Ortiz, los dúos con Dominica Vergés, Paulina Álvarez, Barbarito Diez, Carlos Embale y Pablo Milanés, entre otros; nutrirse de la sabia de los maestros Odilio Urfé, Leo Brouwer y Roberto Blanco; y ser parte de dos momentos fundacionales de la cultura cubana: la creación del Coro Nacional y del Festival de la Trova de Santiago de Cuba.
Conversar con Adriano se traduce en un viaje inestimable por etapas álgidas de la música en la Isla, porque en ella ha dejado una huella que recibe ahora un espaldarazo con tan importante premio.
"Gracias a mi abuelo y mi papá, que era un excelente trompetista y trombonista, el son me caló muy adentro, por vía de mi abuela me llegó lo coral porque integré una formación de ese tipo que cantaba en las misas, mi natal Guanabacoa me despertó el interés por el folclor afrocubano, y además escuchaba mucha radio y disfrutaba de las bandas sonoras de las películas, lo que era todo un lujo".
"Formé parte, cuenta, de agrupaciones de distinto tipo y gracias a mi trabajo importantísimas figuras de la cultura nacional apreciaban la facilidad con que yo movía mi voz por diferentes registros, por eso me llamaban con frecuencia a asumir los más disímiles proyectos, desde los folclóricos hasta la zarzuela, pasando por la trova y el son.
"Nunca, enfatiza, hice distinciones entre el trabajo de solista, de segunda voz o de coro, en cualquiera me sentía bien y eso me enseñó mucho".
—Interpretar esa variedad de géneros le llevó a la radio, ¿cómo fue?
—Alcancé mayor visibilidad en la década del 50 cuando comienzo en el programa radial Ocurrió así de CMQ, donde cantaba guaguancó como solista, y en la misma emisora formé parte del elenco de Voces de Cuba, donde logré cierta notoriedad a partir de la versión de la canción All Man River. Por aquella época formé parte de los espectáculos de los cabarés Tropicana, donde canté todo tipo de música cubana, y Copacabana, en el que abría el show cantando la canción homónima de los compositores brasileños Alberto Ribeiro y Joao de Barro.
—Tras enero de 1959 su espectro de trabajo se amplía...
—Cuando triunfa la Revolución estaba fuera de Cuba y regresé porque sabía que se abría una nueva etapa y quería ser parte de ella. Los primeros años de la Revolución fueron muy ricos para nuestra cultura y yo fui parte de dos singulares creaciones: el Coro Nacional y el Festival de la Trova.
"Con el Coro debuté en 1959 en un concierto en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, al que asistió Fidel Castro; lo de la trova vino a partir de la unión con Guarionex Garay, hijo del gran Sindo, a propuesta del maestro Odilio Urfé, que nos llevó a un programa de televisión a principio de los 60. De ahí surgió el grupo Trovadores Cubanos, que tenía como objetivo presentarse por todos los rincones del país, en especial en los festivales de la Trova que se organizaban en Santiago de Cuba, del que fuimos fundadores.
"Mi trabajo en aquellos años no se limitó solo a eso, también canté para ilustrar las conferencias de Don Fernando Ortiz, acompañado por el grupo Afro-Cubano de Alberto Zayas; allí conocí a Mercedita Valdés, con quien compartí mucho; e inicié, en esto tuvo mucho que ver Leo Brouwer, una travesía mágica por el canto lírico al ser llamado por el maestro Roberto Blanco, que quería un cantante negro para el papel del esclavo Pedro en Cecilia Valdés".
—¿De todos los géneros que interpretó con cuál se siente más cómodo?
—Con todos, aunque confieso que mi gran pasión es la música romántica. Pero hay canciones puntuales de otros ritmos que disfruté mucho como el bolero Para qué recordar, que se lo escuché por vez primera al barítono colombiano Carlos Julio Ramírez, Begin the beguine, del norteamericano Cole Porter; y el pregón Rica pulpa, de Eliseo Grenet, que lo canté mucho dentro y fuera de Cuba.
—Usted disfruta de una popularidad renovada...
—Sí, gracias a Edesio Alejandro, con él mantengo una amistad muy especial, son lazos casi familiares los que nos unen. Me mudé a Alamar sin saber que tenía un vecino tan especial. Él me escuchaba cantar en casa y un día me invitó a trabajar para que interpretara algo suyo. De ahí salió el disco Corazón de Son, que me lanzó a la popularidad con una singular versión de El reloj de Pastora.
"Me mantengo trabajando con Edesio, que tiene muchas ideas y proyectos en mente. Él prepara un documental sobre mi vida y para ese material hago interesantes dúos con su hijo Cristian Alejandro, Eliades Ochoa, Omara Portuondo, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Danny Rivera y Pancho Céspedes".
—¿Deudas con la música?
—Me hubiera gustado mucho grabar con mi hijo Lázaro Miguel, aunque en el documental hacemos un número juntos.
"Uno siempre quiere hacer más, pero a mis 90 años estoy orgulloso de lo logrado. Nunca me creí el mejor en nada, todo lo contrario, de cada ocasión sacaba nuevas experiencias que me permitían mejorar, superarme como cantante. Por eso estoy muy contento con el Premio Nacional de Música, me llena de felicidad, bienvenido sea; yo seguiré cantando mientras viva".
COMENTAR
Responder comentario