ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Abuelos en Cuba Foto: Dunia Álvarez Palacios

Cuando por fin llegó el día de decir adiós al nasobuco en los espacios públicos, no son pocos los que se resisten a abandonarlo.

Desde que se dio a conocer que a partir de este 31 de mayo no era obligatorio el uso de la prenda que nos ha acompañado –y protegido– durante los dos últimos años, la noticia corrió como pólvora por las redes sociales y en cada conversación y, junto con ella, la euforia por vernos las caras nuevamente.

Pero la mañana de este martes dijo otra cosa: si bien hubo quien lució su rostro en todo en su esplendor, otros lo llevaban en la barbilla y no faltaron aquellos que lo engancharon a su antebrazo, ni quienes lo guardaron en la cartera por costumbre o por precaución.

En los medios de transporte eran casi mayoría los que previsoramente se cubrían boca y nariz, y en el mundo digital algunas voces se pronuncian por continuar cuidándose como hasta ahora.

Del comportamiento de unos y los mensajes de otros se infieren dos cosas: por un lado el Estado cubano, sin escatimar recursos y enfrentando un inhumano bloqueo económico estadounidense y la crisis económica mundial, con el esfuerzo de sus científicos y de sus médicos ha llegado a controlar la peligrosa pandemia, por otro, los cubanos hemos ganado en percepción de riesgo y responsabilidad.

Ahora queda no descuidarnos y no olvidar las lecciones aprendidas de la COVID-19.

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