ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ilustrativa

Resulta imposible, cuando cada día leemos las noticias, que no regresen a nuestra mente las escenas de la película El gran dictador, de Charles Chaplin: barbero judío/dictador de Tasmania que, jugando con el globo terráqueo y con sus políticas supremacistas y militaristas, desde su despacho, desencadena la guerra (en la película la Segunda Guerra Mundial); tampoco las mentiras goebbelianas que tanto contribuyeron al desastre.

Claro que las causas de la Segunda Guerra deben buscarse, y se encuentran, en el reordenamiento y reparto del mundo entre las potencias, ocasionado por los cambios producidos por el surgimiento del imperialismo como novísima etapa del capitalismo en el entre siglo; también, y ya en el siglo XX, en las crisis y pugnas que se mantuvieron y agravaron luego de terminada la Primera Guerra y se hicieran aún mayores con la catastrófica crisis económica de 1929. Aunque ya desde antes tales crisis habían hecho posible el surgimiento del fascismo en Italia y Alemania, la toma del poder por Mussolini y Hitler, y dieran pie y justificaran que la Alemania nazi invadiera Polonia en 1939; que Inglaterra y Francia, como respuesta, declararan la guerra a Alemania en el mismo año; y que Japón tratara de aprovechar la oportunidad de extenderse en Asia-Pacífico firmando la alianza tripartita conocida como Eje Roma-Berlín-Tokio.

 A lo anterior se agregaría, en el caso de Alemania, el uso de la propaganda diseñada por Goebbels, cínica y mentirosa, con la simplificación del enemigo, la trasposición de errores, la exageración y la vulgarización, la elección de las ideas de fuerza y su repetición hasta el infinito (la mentira repetida mil veces que se convierte en verdad)...  y en los para entonces modernos medios de comunicación, que sembraran el odio, el rechazo a la otredad, al que piensa distinto y la confianza ciega en Hitler y en el nazismo.

Y si lo anterior es referido a la Segunda Guerra, el momento presente no se diferencia mucho, en lo esencial, del que entonces la precedió. Veamos:

Es un mundo que cada día, en lugar de mejorar, empeora; en el que lejos de superar las crisis, se agudizan; en el que desde hace meses se avizora la guerra fría que sus promotores calientan más; en el que se incrementan las tensiones entre las dos mayores potencias, China y Estados Unidos, y en el que este último país identifica a Rusia como su segundo principal contendiente, lo que repercute en el resto del mundo, y no positivamente...

Todo salpicado de mentiras, no importa si creíbles, con El Príncipe de Maquiavelo de acompañante, prescindiendo de la moral y la ética y considerando solo al pensamiento geoestratégico, o más claramente, el diseño de la estrategia política para regresar al poder absoluto (al mundo unipolar), en lugar del compartido (el multipolar) que se prevé.

Así, entonces, y según el plan que se infiere, EE. UU. centra su atención en el reto que representa China y «delega» en la otan para que «contenga» a Rusia. La Unión Europea, que todavía a principios de siglo había pretendido retar a ee. uu. emitiendo su propia moneda, el Euro, no es tenida (y no se ha tenido) en cuenta como actor de la disputa geoestratégica, y solo repite el discurso de EE. UU. cargado de mentiras al estilo goebbeliano, conocido por los europeos. Por todo ello, la propia otan se resquebraja, pues a los países que más directamente resultan perjudicados por las tensiones –y ni qué decir por una guerra– el realismo político los obliga a distanciarse del discurso antirruso.

Por su parte, Rusia trata al mensajero como lo que es, mensajero, y se dirige directamente a EE. UU. Reitera que no permitirá que sus intereses sean ni ignorados ni violados ni tampoco su posición, expuesta por Vladímir Putin ya en la Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich, en febrero de 2007, cuando a nombre de su país y admitiendo que no todos en la sala estarían de acuerdo con sus declaraciones, dio por terminado el mundo unipolar que se había creado luego de la implosión de la urss, y subrayó que el empleo de la fuerza en las relaciones internacionales solo podía considerarse legítimo si se hacía con apego al derecho internacional y a la Carta de la ONU.

Sin embargo, no pareciera que considera «El Príncipe» que el mundo que pretende liderar tiene, además, una compleja situación en el Medio Oriente, donde siguen las tensiones en el Mediterráneo oriental; que se mantienen también conflictos, de mayor o menor intensidad, que incluyen a Turquía, Grecia, Francia... y que también sigue difícil y preocupante lo que sucede en Libia, país destruido por la intervención occidental y donde campean tropas mercenarias.

Ni tampoco pareciera preocuparle la no menos compleja situación en el golfo Pérsico, que su permanente intervención y agresión a Irán agrava; ni la intervención infinita en Irak y la resistencia en este país a la ocupación; ni la guerra en Yemen; ni Israel, su expansionismo y el apoyo que le brinda –que incluye al genocidio palestino y a los llamados «acuerdos de Abraham»– y los frentes abiertos con Irán, Siria, Hizbullah, El Líbano....

No parece considerar tampoco «El Príncipe», aunque no son menores, los conflictos en el Sahel y en el Magreb, preñados de grupos terroristas vinculados con el yihaidismo; tampoco la tensión en el océano polar Ártico y su militarización, a la que Rusia se ve obligada a responder.

Ni parecen, justamente, apreciar a América Latina y el Caribe, la América nuestra, en la que el fracaso del neoliberalismo y la pandemia han exacerbado las contradicciones, aumentado los índices de pobreza y la emigración, lo que ha promovido el reinicio de los cambios hacia el progresismo en varios países de la región. Y aunque EE. UU., en la misma medida en que sus posiciones se debilitan en otras regiones del mundo, tratan de detener el proceso de cambios y de aislar a los países que han logrado su «segunda independencia», para lo que encuentra «aldeanos vanidosos» que los secundan, cada vez más aumentan las fuerzas del progresismo, lo que impedirá a «El Príncipe» lograr sus propósitos.

No parece percibir «El Príncipe» tampoco que la crisis sistémica, y del estado paradigma del sistema, EE. UU., se agudiza. Que ha dejado de ser excepcional  que en la literatura especializada sea calificada de «caos global», «caos sistémico», «mundo en estado de desorden», «proceso de crisis terminal de la hegemonía norteamericana»... y que premios Nobel y autores de reconocido prestigio como Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Immanuel Wallerstein y Noel Roubini alerten de la inminencia del desastre si no se corrige el  rumbo.

Que la financierización de la economía se incrementa, que la concentración de la riqueza se hace insostenible; que el valor en las bolsas de unas pocas grandes empresas transnacionales, las primeras, es equivalente a un 16 % o 17 % del Producto Bruto Global, lo que aunque hace imposible el funcionamiento del sistema les permite al propio tiempo alcanzar tasas de ganancia impensables antes del inicio de la crisis y garantizar una aún mayor concentración de la riqueza, indica que el mundo no puede seguir funcionando de la misma manera, y hace evidente la necesidad de cambios en el orden internacional.

Y así anda hoy el mundo que pretende gobernar el pretendido nuevo «gran dictador», entretenido en jugar con el globo terráqueo en su Despacho Oval, en el país que supuestamente eligió Dios para que hiciera el mundo «a su imagen y semejanza»… y sigue promoviendo conflictos, utilizando peones, recurriendo a un mecanismo financiero internacional basado en dinero Fiat, que promueve y aumenta la inflación y deteriora el nivel de vida de la población, en especial la de los países que no son emisores de ese dinero, agudizando su crisis.

Y las crisis aumentan la emigración desde los países menos adelantados hacia los más adelantados, desde donde son rechazados y provocan conflictos que motivan el aumento de los gastos militares, y limitan los recursos para la eliminación de las reales emergencias que debería enfrentar la humanidad: el calentamiento global y el cambio climático, la proliferación de pandemias, el inadecuado uso del ciberespacio, la discriminación en todas sus formas, el supremacismo y todas las formas de racismo…

Todavía el mundo está a tiempo de detener la barbarie, ningún país podrá hacerlo por sí mismo, solo entre todos podremos. Hagamos entre todos lo posible y lo imposible por lograrlo.

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Gualterio Nunez Estrada dijo:

1

9 de febrero de 2022

18:18:14


Segun las ultimas declaraciones filtradas a la prensa en Washington la posicion norteamericana se ha tornado defensiva luego de las tajantes declaraciones de Putin y considero que es una buena oportunidad para conversaciones/

FASV dijo:

2

11 de febrero de 2022

16:27:33


RUSIA NO QUIERE QUE UCRANIA SE UNA A LA OTAN.CREO QUE SOBRE ESO NO PODRAN HACER NADA.