ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Julio Cerezal Mezquita, doctor en Ciencias Pedagógicas, investigador auxiliar del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, brigadista Conrado Benítez, aunque está jubilado en la actualidad continúa colaborando con el ICCP. Foto: Ariel Cecilio Lemus

Quisimos hablar con el doctor en Ciencias Pedagógicas, con el investigador auxiliar, con el hombre que ha dedicado gran parte de su vida al Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP), pero nos encontramos con el brigadista Conrado Benítez.

Cuando se trata de la Campaña de Alfabetización y del aporte de esta experiencia a mayores empeños educativos que vinieron después, Julio Cerezal Mezquita vuelve a ser el muchachito que con 13 años enseñó a leer y a escribir.

Aunque ya está jubilado, continúa colaborando con el ICCP en el Consejo Científico y en el tribunal de doctorado, pero las aspiraciones de la infancia distaban mucho del magisterio. Así recuerda la etapa inicial de la Revolución:

«En esos primeros años hubo una gran efervescencia revolucionaria. En mi caso, ese fue el germen. Yo nunca pensé ser maestro.  Desde pequeño, cuando le preguntan a un niño qué quiere ser en el futuro, dice cualquier cosa. Yo decía que quería ser ingeniero, sin saber mucho qué cosa era aquello. Sin embargo, la campaña fue la raíz de mi trabajo en la docencia. Finalmente estuve 47 años activo, primero 15 como profesor directo, después entré en el Instituto. Me formé como máster y luego el doctorado.»

¿Cuál es el aporte que ha dado la experiencia que tuvo Cuba en la Campaña de Alfabetización en 1961 a la labor que realiza el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas?

«Ese fue el germen para lo que hoy está haciendo Cuba con el Yo sí puedo y el Yo sí puedo seguir. Cuando el 22 de diciembre se declara Cuba territorio libre de analfabetismo, nosotros gritábamos en la Plaza: ‘Fidel, Fidel, ¿qué otra cosa tenemos que hacer? Y Fidel nos dijo: ‘Estudiar’.

«Ya estaba previsto el plan de becas, después vino la campaña por el sexto grado. No era alfabetizar a las personas y dejarlo ahí para simplemente poder leer y escribir. Era lograr que el nivel medio de la población fuera sexto grado. Después vinieron las facultades obrero-campesinas, el noveno grado y todo eso que conocemos.

«Eso derivó en el internacionalismo, no solo combatiendo con las armas en algunos países como Angola y otros lugares, sino también la Revolución dando el aporte educacional a otros pueblos. El número de analfabetos en el mundo era inmenso y Cuba dio el aporte de cómo hacerlo. Se ideó un nuevo modelo de alfabetización: el Yo sí puedo, y no nos quedamos ahí tampoco, fuimos al Yo sí puedo seguir.

«Aquellas raíces que habíamos sembrado en Cuba, primero alfabetizar, después lograr que el pueblo llegara al sexto grado y al noveno como mínimo, eso mismo es lo que ha aportado Cuba no solo en la región porque el Yo sí puedo no se quedó en América Latina, sino en muchos lugares del mundo. Por eso digo que la alfabetización fue la raíz de lo que hoy tenemos.»

¿Algún momento particular de aquellos días?

Con 13 años de edad Julio Cerezal Mezquita participó en la Campaña de Alfabetización. Foto: Ariel Cecilio Lemus

«Para mí algo fue muy significativo: en la casa de los campesinos donde yo estuve, ellos tenían tres hijos, una niña y unos jimaguas. A los 22 años de la alfabetización (ya yo estaba en el instituto), tuve que ir a una misión de trabajo a visitar aquellas escuelas pequeñas de cinco alumnos y me tocó precisamente donde alfabeticé.

«Fue para mí una alegría, una satisfacción, un orgullo volver allí, en otras condiciones. No era lo que yo vi en el 61, estamos hablando del año 83. Y ¡qué bueno saber que aquella niñita después se convirtió en alfabetizadora en Nicaragua!

Ninguno dijo no

El profesor Cerezal enseñó a leer y a escribir a cuatro campesinos, «con el otro no pude, era muy viejito y solo logré enseñarle a firmar, pero creo que aprendí más que ellos».

Alfabetizó en Manicaragua, en la zona del Escambray, «allí había alzados y por las noches había hasta tiros». Por azares del destino, esta entrevista se realiza el día en que se cumplen 60 años del asesinato del alfabetizador Manuel Ascunce Domenech.

«Recuerdo cuando asesinaron a Ascunce. Nos bajaron a todos de allá porque la idea del crimen era tratar de acabar con la campaña y lo que hicieron fue avivarla. A nosotros, que estábamos allí, nos sacaron unos días para hacer una limpia y después nos dijeron: ‘¿Van a volver?’. No recuerdo que ninguno de nosotros hubiera dicho que no.

«Para mí fue una experiencia muy grande. Finalmente me hice ingeniero, pero al final no dejé educación. Estaba ya atrapado con la docencia.»

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