
Si bien las primeras investigaciones sobre el tema y el origen del término datan de la década de los 50 del pasado siglo, ya en la antigüedad notables filósofos griegos enunciaban las ventajas de la denominada arquitectura bioclimática.
Así, en el siglo V antes del presente y según las palabras recogidas por el historiador Jenofonte, Sócrates defendía una forma de construir que tuviera en cuenta la incidencia del sol en las casas, además, del viento.
Tiempo después, Aristóteles plantearía principios similares, afirmando que resguardarse del frío norte y aprovechar el calor del Sol es una forma moderna y civilizada de vivir.
De acuerdo con la definición más compartida por los expertos, la arquitectura bioclimática se basa en aprovechar los recursos naturales del entorno como el Sol, la vegetación y el viento, en el diseño de edificaciones que garanticen el bienestar térmico de las personas residentes en ellas, es decir, proporcionando un ambiente interior más confortable.
La implementación de tal concepto en los diseños demostró la conveniencia de su empleo para reducir el consumo energético en los inmuebles, sobre todo, en lo concerniente a los gastos asociados a la climatización artificial, además de contribuir a un uso más eficiente de la iluminación natural.
El predominio de altas temperaturas durante gran parte del año y de elevados valores de humedad relativa, convierten a Cuba en un escenario propicio para la aplicación de la arquitectura bioclimática, fundamentalmente, en lo referido a garantizar una máxima protección contra la radiación solar directa y favorecer el aprovechamiento de la ventilación natural.
Pero una mirada a no pocas obras constructivas terminadas en la capital en los últimos tiempos o en fase de ejecución, denotan una clara tendencia a no tomar en cuenta en la concepción de los proyectos las condiciones tropicales de nuestro país.
Lo anterior se expresa en el predominio de grandes ventanales de cristales oscuros, a través de los cuales penetran los rayos solares. Dicha radiación es absorbida y remitida en forma de calor por los objetos, materiales y superficies en el interior, donde este queda atrapado, propiciando la elevación de la temperatura interior en el inmueble (el conocido efecto invernadero), lo cual hace que los equipos de aire acondicionado trabajen más para mantener el ambiente agradable.
Igualmente, apenas se utilizan los aleros, toldos, quitasoles y otros elementos que mucho pueden contribuir a proteger a las edificaciones de la intensa radiación solar imperante en la Mayor de las Antillas.
Sobre la situación actual de la arquitectura bioclimática en Cuba, Granma dialogó con la doctora en Ciencias y profesora titular de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana, Dania González Couret.
«En realidad, al menos en La Habana, no podemos encontrar ejemplos concretos de construcciones recientes que hayan incorporado los postulados de la arquitectura bioclimática, más bien todo lo contrario. Baste mencionar el edificio donde radica el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), o el hotel que se levanta en 3ra. y 70ta., en el municipio de Playa.
«Muchos piensan que esas estructuras de vidrio provenientes de los países “del norte”, situados en altas latitudes y, por tanto, con climas fríos y templados, son expresión e imagen del “desarrollo”, por lo que tienden a imitarla, es una cuestión cultural».
Lamentablemente, resaltó la también miembro titular de la Academia de Ciencias de Cuba (acc), continúan haciéndose proyectos sin adecuarse al lugar donde finalmente serán levantadas las obras.
«La arquitectura bioclimática ha de subordinarse al contexto y a la orientación para aprovechar al máximo las sombras y complementarlas con todos los recursos de diseño necesarios, en aras de reducir la carga térmica que se transmite a los espacios interiores».
Aunque existe desde 1998 un Comité Técnico de Normalización de Diseño Bioclimático, que ha trabajado en la elaboración de numerosas normas de construcción, por diferentes razones ello no condujo a la implementación de una arquitectura acorde al clima y más eficiente en el plano energético, puntualizó la doctora González Couret.
«Esas pautas no son de obligatorio cumplimiento, a lo cual se suma que en ocasiones los actores involucrados en el proceso inversionista carecen de la suficiente capacitación. Algunos piensan, erróneamente, que la aplicación de los referidos principios y conceptos en los proyectos resulta compleja y/o costosa, razón por la cual lo rechazan».
Podría seguir enumerando razones, pero ninguna justifica la subestimación predominante de la arquitectura bioclimática en el país, enfatizó la profesora González Couret, quien preside el Tribunal Permanente de Grados Científicos para la Arquitectura y el Urbanismo.
–¿Existen reglas de diseño que deban seguirse en la arquitectura bioclimática?
–En la arquitectura bioclimática cada proyecto determina las reglas y estas son definidas por el lugar donde se emplaza la obra. De manera que para crear arquitectura duradera y energéticamente eficiente, hay que valorar los hábitos culturales de la población, los recursos existentes en la zona (agua, mano de obra, bosques, etc.), variables climáticas (temperatura, humedad, viento, lluvia), el manejo de residuos y las condiciones de acceso y capacidad de producir energía, entre otros factores.
«Un arquitecto que pretenda diseñar un proyecto bioclimático tiene que saber por dónde sale el sol, cómo se comporta y cuántas horas de radiación recibe una superficie determinada».
Como subrayó la doctora Dania González, el Sol es la fuente de calor, de la cual hay que protegerse en un clima como el nuestro, y su posición exacta cada día del año y a cada hora es perfectamente conocida.
De ahí la importancia de subordinar el diseño arquitectónico al Astro Rey para resguardar a nuestros edificios de su fuente de calor, aprovechar su luz y después ubicar las ventanas de manera tal que favorezcan el flujo del aire interior y la distribución uniforme de la iluminación natural, enfatizó.
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19 de junio de 2021
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