
La serie televisiva LCB: La otra guerra, dirigida por Alberto Luberta y Eduardo Vázquez, ha convertido la lucha contra bandidos librada por los cubanos entre 1959 y 1965 en un tema de actualidad. Telespectadores y expertos han coincidido unánimemente en que es un reflejo muy aproximado de lo ocurrido con esa trama de la historia nacional que «ha sufrido por muchos años de poca divulgación».
Luis Rodríguez Hernández, uno de los asesores de la obra y protagonista de aquella contienda, confirma a Granma que para él lo más emotivo de esta experiencia televisiva es la reacción de los jóvenes. A pesar de las limitaciones que supone reproducir los armamentos o los medios de transporte originales «la serie sorteó dignamente ese obstáculo y capturó el interés de todos».
Aun así, queda mucho por contar de aquellos días de guerra, admite Luis Rodríguez, quien se incorporó en los primeros años de la Revolución al Departamento de Investigaciones e Información de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Diifar), donde ocupó cargos que lo situarían en la primera línea de la lucha contra los bandidos.
Aunque recuerda esa etapa dura e intensa en la vida de los cubanos «que duró cinco años, ocho meses y 23 días, los 15 capítulos de la serie no son suficientes», añade.
Ha sido escasamente divulgado que el término «bandidos» fue el nombre que les dio el propio pueblo. «Ellos no solo estaban en pie de guerra contra las milicias, sino contra los campesinos y los habitantes más indefensos, incluidos niños y mujeres que habitaban la Sierra del Escambray, donde se atrincheraron. Los alzados no luchaban para derrocar la Revolución, sino para estar escondidos en el monte y propiciar el pretexto de intervención de los Estados Unidos, y cuando vinieran los marines salir y pescar cargos. Esa era su política, por eso es que no se jugaban la piel», dice.
Aun así, «los alzados fueron capaces de cometer los actos más atroces que alguien pueda ser capaz de imaginarse, como mismo muestra la serie televisiva».
HISTORIAS INÉDITAS
Luis Rodríguez llegó en 1959 a la zona de Trinidad, que entonces pertenecía a la provincia de Las Villas, comisionado por el Departamento de Investigaciones e Información de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Su misión no era solo la de investigar, sino trasladar a los presos, tanto bandidos como a sus colaboradores, para Topes de Collantes, donde radicaba el puesto de mando del ejército revolucionario.
Allí vio cómo herían de muerte en un combate al Comandante Manuel (Piti) Fajardo –médico y jefe de Operaciones del Escambray–, el 29 de noviembre de 1960. «Fue mientras buscábamos a cinco hombres que habían robado unas armas para alzarse.
Estaba a pocos metros de distancia de él. La bala que lo hirió podría haberme dado a mí», recuerda.
Esta no fue la única experiencia difícil de Luis. «En 1961 enfrentamos la posibilidad real de ser invadidos por la ciudad de Trinidad. Al estar ubicada entre el mar y la sierra, la costa sur y el aeropuerto dotaban a la ciudad de condiciones especiales para una penetración mercenaria».
Cuba obtuvo información directa de las acciones que estaba preparando la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos. El Plan Trinidad y la Operación Silencio contemplaban un desembarco naval y aerotransportado en Trinidad.
Contaban con el respaldo de unos 700 alzados bien armados en la zona del Escambray, que recibieron la orden de mantenerse tranquilos para no ser detectados. Cuando se produjera la invasión, cortarían las dos únicas carreteras de acceso de la ciudad: Trinidad-Cienfuegos y Trinidad-Sancti Spíritus.
En ese año «Fidel frenó ambas acciones y preparó lo que se conoció como la Operación Jaula. Sesenta mil milicianos de todo el país cercaron el Escambray por completo. Todos los días los batallones especializados peinaban cada una de las zonas», comenta.
Durante la Operación Jaula diariamente se capturaban bandas y colaboradores. Los bandidos se fueron entregando paulatinamente, pues «nosotros logramos ocupar todas las casas de campesinos donde ellos podían ir a buscar agua y comida», recuerda.
Ese fue el resultado del plan Campesinos 1, una estrategia creada por la Revolución para sancionar o reintegrar a la sociedad a los colaboradores de los alzados, atendiendo al grado de implicación con los hechos.
«Entre los colaboradores figuraban, básicamente, los dueños de las pocas fincas que quedaban, los familiares de los alzados y de colaboradores del II Frente Nacional del Escambray en la lucha contra Batista», explica.
Alrededor de 200 familias fueron recogidas y enviadas al norte de la provincia de Villa Clara. «Allí formamos tres comunidades: una entre Santa Clara y Cifuentes; otra al lado de Mayajigua, municipio de Yaguajay; y otra en Bartolomé, en el municipio de Remedios. Así que en 1961 dimos tres golpes fuertes a los intentos de acabar con la Revolución: la derrota de la Operación Silencio, la victoria de Playa Girón y el Plan Campesinos 1».
LA REINTEGRACIÓN A LA SOCIEDAD DE LOS CAMPESINOS COLABORADORES
A pesar de los avances de la estrategia revolucionaria, en 1961 «se comenzaron a tomar un grupo de medidas trascendentales», comenta Luis Rodríguez. Primero, la fundación del Ministerio del Interior, el 6 de junio de 1961. El G-2, que era un departamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, pasó al Ministerio del Interior.
Nace el Departamento de Seguridad del Estado, que a su vez en octubre crea el Buró de Lucha contra Bandas Armadas (Buró de Bandas).
En 1962 comenzó «un juego alto y duro, porque los contrarrevolucionarios comenzaron a articular mejor sus estructuras dispersas, y nosotros también engrasamos las nuestras. En esta escalada, los bandidos protagonizaron muchos enfrentamientos y asesinatos». El país llegó a tener más de mil alzados activos diariamente, que atacaban ómnibus, trenes, fincas, aterrorizaban y mataban a campesinos opuestos a colaborar con ellos. «Aquello era lo de nunca acabar», reconoce.
En abril de ese mismo año, cuando se cumplía el primer aniversario de la victoria de Girón, se habían capturado a los principales cabecillas de la zona, pero las bandas mantenían redes de colaboradores, muchos de ellos eran familiares de bandidos, viejos politiqueros y dueños de las pocas fincas que quedaban y que no se habían detectado durante el Plan Campesinos 1.
Por esa razón, y para acabar con la masacre que los alzados llevaban contra hombres, mujeres y niños en las lomas, se crea el Plan Campesinos 2. Esta fue una operación «muy bien estudiada» y puesta en práctica en 1963, que consistía en cortar la base logística de abastecimiento que permitía la vitalidad de los alzados. Se enviaron a tribunales a aquellos colaboradores capturados e implicados en crímenes; otros fueron trasladados de la zona, fundamentalmente hacia Sandino, un pueblo que la Revolución estaba construyendo en el extremo oeste de Pinar del Río, destinado al desarrollo de la agricultura.
Para acelerar la obra «se involucraron constructores de todo el país. Los colaboradores se albergaron en instalaciones provisionales, y también participaban como constructores y labraban la tierra, por lo que recibían un salario. La comunidad fue construida en tiempo récord».
Mientras los hombres participaban en la construcción de Sandino, las mujeres, niños y ancianos se albergaron en una zona especial en Miramar, La Habana. «En ese momento, Miramar estaba vacío, porque todos los burgueses se habían ido tras el triunfo de la Revolución. Esas familias que en su mayoría nunca habían bajado de las montañas, de pronto estaba viviendo en un reparto de ricos, en casas con servicios de todo tipo: manicure, peluquerías. Las mujeres asistían a clases de corte y costura.
Este proyecto lo dirigieron, personalmente, Celia Sánchez Manduley y Lucila Villegas Oria (Lucy Villegas)», rememora el excombatiente.
La comunidad de Sandino quedó inaugurada el 26 de julio de 1964, con 500 casas. Muchos de sus pobladores se reintegraron a la sociedad e incorporaron a los planes de la Revolución, y «les fueron respetados todos sus derechos como ciudadanos», aclara.
Aunque esta fue la ciudad más poblada por colaboradores, también se habilitaron otras comunidades en Las Villas, Matanzas, Camagüey, La Habana y Oriente.
En el Escambray, región donde se concentró la mayor cantidad de colaboradores trasladados a otras provincias, se confiscaron 8 000 caballerías de tierra y se crearon 30 granjas del pueblo. Abrieron 13 hospitales de montañas, 72 escuelas, 70 tiendas del pueblo, ocho comedores populares, y se cruzó la Sierra de carreteras y caminos vecinales.
Esta parte de la historia no está en la serie. Luis sueña con llevar a la televisión toda la historia del Escambray, particularmente aquella que siguió después de la derrota de los alzados. «No solo le ganamos la guerra, sino que nuestro final fue más feliz de lo que apareció en nuestras pantallas». Luis cree que las condiciones están creadas para una segunda temporada de La otra guerra».
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Daisy T. Rivero Leon dijo:
1
15 de agosto de 2017
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Segundo Reyes Castellanos dijo:
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rapha dijo:
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Xiomara Inerarity dijo:
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15 de agosto de 2017
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marcos godoy villasmil dijo:
11
25 de febrero de 2020
11:47:23
Jose Lus Meneses Alvarez dijo:
12
25 de febrero de 2020
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Mary dijo:
13
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