ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Foto: Ricardo López Hevia

En un artículo titulado Observando la ciencia e invitando a pensarla, aparecido en el espacio digital Bufa subversiva, el joven autor cubano Kenneth Fowler (nada menos que «el del medio» entre mis tres hijos) construye un alegato a favor de la extensión en el país del conocimiento acerca de la ciencia. La motivación inmediata para el texto es la reciente presentación, en el Canal Caribe de la televisión cubana, de la revista del Observatorio científico, proyecto que ya contaba con un espacio de noticias. En opinión de Kenneth, este promisorio programa televisivo del Observatorio científico «ha propiciado un salto cualitativo en los esfuerzos por, como decía Martí, “poner la ciencia en lengua diaria”». La frase martiana, tomada del artículo Las leyes de la herencia, publicado en la revista La América Nueva York, en enero de 1884, viene antecedida de una larga oración que basta rehacer para imaginar la existencia de publicaciones no-científicas que no apelen al «dialecto técnico», sino a la «lengua diaria» para abordar asuntos de ciencia. El argumento se hace todavía más interesante porque distingue entre un grupo restringido de conocedores de determinado tema al nivel de expertos, un segundo conjunto, mayor (debemos imaginar que de aquellos que «recibieron su instrucción en tiempos recientes»), a quienes, en un sentido más general, podríamos identificar como «técnicos» o, simplemente, «instruidos», y un último grupo, mucho más abarcador, de quienes, por carecer de instrucción específica o básica para comprender dicho tema, «aprovechan poco» lo que leen. A este último grupo, avisa el texto, se le brinda exposición «clara y amena», acompañada por un «buen caudal de hechos de prueba» y a la manera de «un amigo afectuoso que da clase conversacional a sus amigos».

La vocación martiana se multiplica en las derivaciones que, a la vez que celebra la emisión de este primer noticiario del Observatorio científico, emanan del texto de Kenneth; en particular, por el destaque que hace de lo que él llama «democratizar el conocimiento». Su idea de que la ciencia es un proceso «eminentemente social» habla de un sistema en el cual son entretejidos grupos de investigación («el primer nivel de pluralidad en este sistema», dice), el «proceso científico-tecnológico» y la articulación final de todo esto en «el tejido social». En esta triada, sustancialmente emparentada con la división que antes nos ofreció Martí, es condición básica dar vida a la siguiente proposición de Fowler: «el primer paso es poner, de manera irreversible y efectiva, el proceso científico-tecnológico en vox populi». Pero, si aceptamos lo que la frase significa, entonces no hay más remedio que elaborar, multiplicar, disparar una cadena de preguntas donde las principales son: ¿cómo se pone un «proceso científico-tecnológico» en vox populi? ¿Quién lo hace, en cuáles escenarios, con qué instrumentos, para qué exactamente? ¿De qué manera es diseñado, controlado, evaluado, mejorado de manera continua, corregido en cuanto a desviaciones o errores esta suerte de sistema complementario a los grupos de investigación y al proceso científico-tecnológico como tal? ¿De qué forma orientar y prever las derivaciones e impactos (globales, territoriales, locales, barriales) que se puedan imaginar de la publicación y conocimiento de un hecho creativo o innovación?

Si bien las preguntas anteriores convierten las tareas de democratización de la ciencia en un enorme acto de ingeniería social, orientado a partir de una voluntad de Estado y obedeciendo a lineamientos de orden político, el aparato que permitiría hacer de «lo científico» un hecho de vox populi o de la «lengua diaria» (al decir de Martí) está distribuido entre varios componentes: las organizaciones políticas (dada su función orientativa y guía); las instancias educativas en todos los grados y disciplinas (por ser lugares privilegiados de transmisión de conocimientos); los medios de comunicación masiva y el espacio digital (por su función transmisora y de conexión), y los sistemas editoriales. Además de ello, como desafío, la contribución que provenga de las organizaciones de masas, en especial de las tres que mayor alcance tienen entre la población del país: los cdr, la ctc y la fmc; más la masa de aporte que sumemos, en función de esta inyección de «la ciencia» y «lo científico» en la vida, desde los actores de la sociedad civil. Creo que a este gigantesco proceso apunta el siguiente fragmento del texto de Kenneth: «Cuando hablamos de democratizar el conocimiento no estamos diciendo que todos podamos “poseer” conocimiento como un bien, sino que todos podamos “participar” del conocimiento como proceso. Una sociedad del conocimiento en Cuba no puede ser sino democrática y eso significa que se requiere de la participación de todos y no solo de genios encumbrados en torres de marfil que deciden por los demás».

Vuelvo a preguntar(me), ¿qué es hacer que lo científico/técnico sea desplegado y transmitido en el modo de comunicarse una sociedad a través de una «lengua diaria» (retomando a Martí) o transformado en vox populi (según Kenneth propone)? ¿Es posible imaginar, por ejemplo, la creación de círculos de interés (sobre temas de ciencia/tecnología) en unidades barriales, digamos, en una o varias circunscripciones? ¿De qué forma acogen, apoyan, conducen y/o potencian los universos de ciencia/tecnología organizaciones y estructuras de alcance total en el país como son los cdr, la fmc y el Poder Popular? ¿Tiene sentido convertir en hecho público para una comunidad los encuentros de conocimientos (también sobre ciencia/tecnología) en los que participen los centros educativos de una localidad concreta? ¿O multiplicar vínculos entre escuelas y entidades laborales de los territorios de modo que sean creadas, o se multipliquen, aquellas demandas y acciones orientadas a la solución de problemas reales en los procesos productivos? ¿Qué lugar ocupa en nuestras vidas la educación (formal o informal) para estimular el desarrollo intensivo de la creatividad y el pensamiento innovador? ¿Qué papel están jugando esos espacios de apoyo a lo creativo/innovador que son las bibliotecas y unidades de información (del tipo que se trate), los círculos de interés y grupos de discusión? ¿Cuántas nuevas posibilidades para iniciativas de formación, aprendizaje, difusión, producción e intercambio de conocimientos sobre ciencia y tecnología nos ofrecen los espacios digitales? ¿Cómo identificar, enlazar, proyectar, conducir a la aplicación (en acciones y proyectos concretos) de las diversas iniciativas creativas que tienen lugar en las diversas escalas de significación dentro de un territorio; o sea, desde lo que ocurre en la gran empresa hasta los espacios barriales y pequeños emprendimientos? ¿En qué escenarios son publicadas/compartidas (y cuáles no hemos descubierto o generado todavía) las acciones creativas y acontecimientos de innovación que mejor expresan las dinámicas de cambio y el espíritu transformador en todo sector de la vida social del país (producción, servicios, educación, circulación de ideas y, en general, cultura, entre otros)? ¿De qué forma, en los diseños, localizamos, impulsamos, ayudamos a coordinar e insertar en espacios que aseguren el cruce entre el desarrollo de la creatividad, la voluntad de cambio y la búsqueda de innovación con indicadores tales como la edad, la distribución geográfica, la localización barrial, los niveles de vida, etc.?

El anterior abanico de preguntas apunta hacia aquellas acciones y/o proyectos que parten de bases y hacen predicciones que emplean el «método científico» al cual se refiere el artículo. Partiendo de ello, el cambio deseado precisa de una modificación (multinivel al mismo tiempo que extendida) de rutinas de acción y pensamiento que deberán tener reflejo, cuando menos, en:

  • La intensificación de la relevancia que, para el pensamiento y práctica del lugar del cual se trate, demuestran tener los contenidos de los conceptos «ciencia» y «tecnología»; aumento en el conocimiento de las vidas de grandes científicos e incremento en la estimación colectiva de sus logros; e incremento en el conocimiento de los grandes hitos históricos de la ciencia y logros contemporáneos.
  • La modificación y/o refinamiento de métodos, procedimientos, acciones que estimulen la creatividad y propicien la cientificidad en la dirección de procesos políticos, administrativos, de transmisión/recepción de conocimientos, de producción de cultura, de la vida comunitaria, etc.
  • La concepción y despliegue (en las instituciones y territorios) de aquellos sistemas de acciones que se estimen adecuados para potenciar el razonamiento científico, la creatividad y la innovación; esto significa tanto la transformación de estructuras existentes, la creación de todas las novedades que sean necesarias, junto con el impulso y dinamización de los participantes en las diversas etapas de los procesos.

Toda esta enormidad (que otra cosa no es) se encuentra contenida en las palabras de Martí, en quien estremece el entusiasmo ante las invenciones y otros desarrollos de la ciencia en los momentos de modernidad que vivió; en las propuestas de Kenneth, quien -además de escribir textos sobre temas de ciencia– es él mismo miembro de uno de esos grupos de investigación que menciona; y no menos en el trabajo de los que integran este interesante (y muy necesario) proyecto que es el Observatorio científico. Para un país como Cuba, donde confluyen las exigencias que impone el tipo de gesto anticolonial y de ruptura de las cadenas de dependencia que inauguró la Revolución socialista; y donde la agresividad imperial ha insistido, desde casi cualquier frente imaginable, en acosar y tratar de destruir el proceso revolucionario, es imprescindible entender que «ciencia», «tecnología», «creatividad», «eliminación de rutinas», «método científico», «orientación profesional», «detección temprana del talento», «innovación» y «desarrollo» adquieren un tono, significado y sentido particular, excepcional, unido de manera visceral a la supervivencia.

Son palabras y acciones de la vida, de la resistencia, de la seguridad nacional y del futuro.

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