Por su privilegiada posición geográfica y a partir de sucesivas órdenes reales dictadas por la metrópoli española, desde mediados del siglo XVI y hasta bien avanzado el XVIII, la bahía de La Habana devino en la principal base del intenso tráfico marítimo de mercancías de todo tipo entre América y Europa.
Tan notable trasiego comercial obedeció en gran medida a que la ciudad de La Habana era el punto de reunión desde el cual partían de regreso a España los buques integrantes de la flota hispana cargados de oro, plata y otros productos de valor, acopiados en su periplo por otras tierras del llamado Nuevo Mundo.
Incluso, luego de la terminación del conflicto anglo-norteamericano de 1812 a 1814, la rada habanera llegó a recibir embarcaciones procedentes de más de 20 naciones, mientras el número total de las que fondearon allí sobrepasó el millar en un solo año.
La condición antes referida hizo que sus aguas fueran escenarios, a lo largo de casi tres centurias, de incontables naufragios de distintos tipos de barcos, como navíos, fragatas, bergantines y goletas; cuyos hundimientos se debieron fundamentalmente al efecto de tormentas y huracanes, colisiones, el desconocimiento de las características de los fondos marinos por parte de los navegantes, negligencias e incendios, sin desestimar los vinculados a conflictos bélicos.
Según muestra un inventario publicado a comienzos de este año por el Ministerio de Cultura de España, en las costas cubanas ocurrieron más de la tercera parte de los siniestros documentados sufridos por buques españoles en el continente americano entre 1492 y 1898, atesorando la bahía de La Habana la mayor concentración de esos trágicos sucesos.
Como precisa a Granma César Alonso Sansón, especialista en Arqueología Histórica de la Sección de Arqueología Subacuática del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana, en la actualidad han sido identificados más de 700 naufragios de barcos en la rada capitalina.
Buena parte de las estructuras y artefactos de navegación de los mismos descansan en los fondos marinos, cubiertas por el sedimento y deterioradas a causa de la acción de disímiles factores ambientales y el inexorable paso del tiempo.
La creación en 1980 de la Empresa Carisub s.a. sentó las bases para iniciar la exploración y los estudios arqueológicos de las embarcaciones hundidas, no solo en la bahía habanera, sino también en el resto de la plataforma insular de la Mayor de las Antillas.
Ello requirió, en primer lugar, de la rigurosa organización de los expedientes históricos de cada caso registrado, labor donde resaltó el loable desempeño del reconocido profesor y arqueólogo César García del Pino, así como del doctor Ovidio Ortega y los historiadores Bernardo Iglesias y Francisco Escobar Guío.
ABANICO DE REVELACIONES
Datos brindados a este diario por el especialista César Alonso Sansón, muestran que los huracanes representaron la principal causa de los naufragios acaecidos durante la etapa colonial en la bahía de La Habana.
Vale destacar, por ejemplo, lo acontecido con el célebre meteoro nombrado popularmente Tormenta de San Francisco de Asís, el cual azotó al occidente cubano, y en particular a La Habana, el 4 y el 5 de octubre de 1844.
Textos de la época firmados por Desiderio Herrera y Manuel Fernández de Castro y ofrecidos a Granma por el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la comisión de Historia de la Sociedad Meteorológica de Cuba (SometCuba), plantean que en el puerto de la ciudad quedaron sumergidas en su totalidad 158 embarcaciones, en tanto 49 resultaron severamente averiadas.
Apenas dos años después, el 10 y el 11 de octubre de 1846, otro fortísimo huracán, que trascendió con la denominación de Tormenta de San Francisco de Borja, hundió decenas de barcos y causó averías de consideración en 235.
Sin embargo, la propia rada citadina fue testigo de famosos naufragios ajenos a la furia de la naturaleza a lo largo de los más de 400 años de dominación española.
Para el arqueólogo César Alonso, dentro de los casos más famosos sobresale la explosión e incendio en 1741 del Invencible, buque insignia de la escuadra española de Rodrigo de Torres, hecho que produjo cuantiosos daños de diverso grado en las edificaciones de la ciudad, incluida la Parroquial Mayor.
También resaltan el hundimiento a propósito de los navíos Asia, Neptuno y Europa en el canal de entrada a la bahía en junio de 1762, a fin de evitar el acceso de la escuadra inglesa, cuando tuvo lugar la Toma de La Habana; el del crucero español Sánchez Barcaíztegui en 1895, luego de colisionar con el vapor Mortera, y el del acorazado norteamericano Maine en 1898, utilizado como pretexto por el Gobierno de la nación norteña para intervenir en los finales de la guerra que libraban los patriotas cubanos contra el colonialismo español.
El especialista aseveró que en las últimas décadas los trabajos de buceo y prospección realizados en la rada habanera por los investigadores y buzos de la Sección de Arqueología Subacuática del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad, aportaron nuevos conocimientos sobre la construcción naval y el modo de vida de la época, además de rescatar de las profundidades numerosos objetos y piezas de los siglos xvi y xix, hallazgos que enriquecieron la herencia cultural de la nación.
«Hemos recuperado botellas de vidrio y cerámica, prendas y utensilios de uso cotidiano, botijas, envases de diferentes tamaños, monedas, vajillas, losas, botones, muchos de los cuales permanecen hoy resguardados en el Museo Castillo de la Real Fuerza», resaltó.
Mencionó de manera particular el rescate del timón, la bitácora y otros instrumentos de navegación, junto a artículos de uso personal, entre ellos hebillas, botones y relojes de bolsillo, del crucero Sánchez Barcaíztegui.
«La amplia relación de objetos descubiertos y recobrados de los barcos hundidos ratifica la intensa actividad comercial existente entonces en nuestra ciudad de La Habana, que el mes próximo celebrará el aniversario 500 de su fundación. Ello da fe, igualmente, del incalculable patrimonio arqueológico, que aún yace por ser develado bajo las aguas de la bahía», manifestó el arqueólogo César Alonso.

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Lourdes León Manduley dijo:
1
19 de octubre de 2019
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WILFREDO JESUS BLANCO Respondió:
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