
Nacida en plena barriada de Centro Habana a pocos metros del malecón, la infancia de la hoy doctora en Ciencias Biológicas Daysi Vilamajó Alberdi estuvo influenciada desde pequeña por la cotidiana presencia del mar.
Más allá de disfrutar verlo en calma, o con imponentes olas sobrepasando la altura del célebre muro, era de las pocas niñas de la vecindad que a escondidas de los padres se tiraba al agua y nadaba allí como el más arrestado de los varones.
Pero su niñez también fue marcada por las frecuentes estancias en la finquita de su abuelo materno ubicada en la vecindad del poblado de San Antonio de las Vegas, algo que solía hacer casi todos los años durante las vacaciones escolares.
El contacto directo con el campo (montaba a caballo, trepaba árboles, recogía ají, tomate), fue sellando la temprana afinidad de Daysi por el ambiente natural.
Tal inclinación se define más cuando entra en la capitalina secundaria básica Doctor Tomás Romay, donde daba clases de biología un joven profesor nombrado Alfredo de la Cruz.
“A pesar de su juventud, era un excelente maestro, sabía motivar a los alumnos, y lograba que disfrutáramos permanecer en el laboratorio, ya fuera para mirar por el microscopio la estructura de una planta, o realizar atractivos experimentos. Su impronta pesó mucho en mi formación vocacional”.
PELDAÑOS DE UNA CARRERA
Cuando en el verano de 1968 termina el preuniversitario, Daysi sorprende a familiares y amigos al matricular Lengua y Literatura Francesa, en la Universidad de La Habana.
“Mientras esperaba por la oficialización del trámite comprendí que aquel no era mi camino. Me presento en la entonces Escuela de Biología de la propia casa de altos estudios, dirigida por la doctora María Elena Ibarra. Le pedí que intercediera para lograr mi traslado y finalmente lo consiguió. Así empezó mi definitivo vínculo con esa disciplina científica”.
Graduada en 1973 de Licenciada en Biología, fue ubicada en el Instituto de Investigaciones en Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt, para desempeñarse en el departamento de Fisiología Vegetal.
Narra que como le gustaba más la labor de campo y se había especializado en botánica durante la carrera, en septiembre de 1974 pasó al Instituto de Botánica, radicado en el Cerro.
“En esa entidad hice mi primera expedición por toda la región occidental del país, haciendo estudios sobre fenología y microclimatología de diferentes especies vegetales, básicamente”. Fue parte del grupo de compañeros participantes en el periplo que un día llegaron a la Sierra del Rosario, se enamoraron del lugar, y decidieron trabajar en el sitio. Los resultados permitieron crear más tarde la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario, la primera proclamada por la Unesco en Cuba el 15 de febrero de 1985.
“Le dediqué a ella más de 14 años de labor ininterrumpida, fue una verdadera escuela y ver hoy los éxitos alcanzados en la conservación de sus bosques y otros recursos biológicos me llenan de satisfacción”.
Fundadora en 1987 del Instituto de Ecología y Sistemática (IES), Daysi Vilamajó integra desde esa fecha el colectivo de la institución, donde ha estado al frente de diferentes proyectos científicos nacionales y ramales, además de ser colaboradora de muchos otros.
La hoja de aportes de la también Investigadora titular incluye su participación en el Nuevo Atlas Nacional de Cuba editado en 1989, en los experimentos del vuelo espacial conjunto cubano-soviético, en particular los referidos a la cartografía vegetal a partir de imágenes satelitales, el descubrimiento e identificación de los restos del Che, y en los estudios iniciales sobre el desarrollo del turismo en las cayerías del archipiélago Sabana-Camagüey.
MIRANDO AL FUTURO
Quizá la mayor responsabilidad asumida por la doctora Vilamajó en su larga carrera es la de ser coordinadora general de los trabajos que condujeron a la confección de la Estrategia Nacional para la Diversidad Biológica de la República de Cuba y Plan de Acción, desde su primera versión publicada en 1998, hasta la más reciente que debe terminarse en el presente 2015.
Como precisa a Granma, en la actualización en marcha, que ha dado lugar al V Informe Nacional a la Convención sobre la Diversidad Biológica de la ONU, intervienen más de un centenar de instituciones y organismos estatales, bajo la guía de un grupo regido por el IES y la dirección de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma).
Igualmente participan también en el equipo gestor el Centro Nacional de Áreas Protegidas, la Agencia de Medio Ambiente, el Instituto de Oceanología, y el Centro Nacional de Seguridad Biológica.
Tal proceso, apuntó, se fundamenta en los Lineamientos aprobados en el Sexto Congreso del Partido, y en el Plan Estratégico trazado por Naciones Unidas para revertir el deterioro de la biodiversidad mundial en el decenio 2011-2020, denominado Metas de Aichi.
Según los reportes recientes, las principales amenazas a la diversidad biológica cubana continúan centradas en la fragmentación o pérdida de los hábitats, la contaminación, los incendios forestales, y la presencia de especies exóticas invasoras.
Asimismo, existen otras derivadas de los impactos del cambio climático, la ocurrencia de eventos meteorológicos extremos, y el empleo de prácticas perjudiciales a la conservación de especies en la agricultura, la pesca y otras actividades.
Para la doctora Daysi, lo esencial es que la sociedad cubana comprenda que el concepto de diversidad biológica va mucho más allá de abarcar las especies autóctonas, silvestres o en peligro de la flora y la fauna.
“Se trata de una parte esencial de nuestra riqueza nacional, de un patrimonio natural estrechamente interrelacionado con la seguridad alimentaria, la salud, el bienestar humano, y la casi totalidad de las esferas vitales para el desarrollo socio económico”.
“En la biodiversidad están por ejemplo algunas herramientas para enfrentar el cambio climático, al ser los bosques sumideros del dióxido de carbono, sin olvidar el papel de los manglares como primera barrera frente a la elevación del nivel del mar”.
También, resaltó, es fuente inagotable en la búsqueda de sustancias para obtener nuevos medicamentos, controlar plagas, elevar los rendimientos agrícolas, combatir derrames de hidrocarburos, y proporcionar al hombre una dieta balanceada.
Miembro permanente del tribunal de doctorados en Ciencias Forestales y profesora de varias generaciones de especialistas, la doctora Vilamajó afirma que tiene la suerte de ser una persona doblemente privilegiada.
“Mi camino era la biología y hasta el día de hoy hago lo que más me gusta: investigar y trabajar por la salvaguarda de la rica diversidad biológica cubana, los paisajes, bosques y demás ecosistemas que la conforman”.
“Tengo además el placer de compartir mi vida desde hace 45 años con un excelente compañero, también biólogo, el doctor en Ciencias Miguel Vales. Juntos hemos construido una bella familia compuesta por dos hijos y cuatro nietos, de los cuales estamos muy orgullosos”.
Confía en que una vez terminada la nueva Estrategia Nacional de Biodiversidad, las acciones plasmadas en el referido documento no queden en el olvido. De su aplicación práctica dependerá abrir oportunidades reales al desarrollo sostenible de la nación en el futuro, enfatizó.
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