Caracas, Venezuela.– Suele el hombre atribuirle ciertos «poderes de designio» a la casualidad. A veces, cuando no se encuentra explicación visible a algunas coincidencias, se le cargan al destino. Sin embrago, en muchas ocasiones se trata de oportunistas que, pacientes, esperan su buena hora para sacar provecho.
«Facciones militares disidentes (…) están intensificando esfuerzos para organizar un golpe contra el presidente Chávez (…). Para provocar la acción militar, los que conspiran podrían intentar explotar conflictos y violencia durante las manifestaciones de la oposición que tendrán lugar este mes», explicaba un informe secreto de la CIA, acuñado el 6 de abril de 2002.
¿Casualmente? El día 10 detonó un golpe de Estado en la patria bolivariana. Aun cuando el pueblo mismo, apoyado por militares, abarrotaron las calles exigiendo la liberación de su Comandante, y ante la mirada acusadora de la comunidad internacional, el Embajador de Estados Unidos visitó el Palacio de Miraflores.
Las sugerencias que le hizo al usurpador, Pedro Carmona Estanga, venían como «anillo al dedo» para retomar, en apariencia, el hilo constitucional. Le aconsejó mantener la fachada de un gobierno democrático de transición y lograr que Chávez firmase la renuncia, para luego sacarlo del país. Ello sería en un helicóptero que había aterrizado en territorio venezolano, tras el ingreso –sin autorización– de tres buques militares estadounidenses en aguas nacionales.
No le bastó al imperio «empujar» la suerte a su favor. El arañero de Sabaneta contaba con la Venezuela cansada de las humillaciones y la vejación que marcaron su pasado. Sabían en él, el camino certero hacia el Poder Comunal. Ya habían comenzado a vivirlo desde que lo eligieron. No se trataba esta vez de oportunismo, sino de dignidad.
Veintitrés años más tarde pareciera habérsele borrado la memoria a Washington: intentaron aprovecharse de la oposición extremista en los comicios presidenciales de julio pasado. Ahora desempolvan leyes tan viles, que parecen sacadas de un libro de historia fascista, apadrinan ataques al Sistema Eléctrico Nacional, revuelven «aguas pasadas» en el intento de revivir el extinto Tren de Aragua.
La respuesta es directa: se apresa a los responsables de los sabotajes, se denuncia sin descanso el crimen de lesa humanidad cometido contra los migrantes, se pone en el mercado internacional el petróleo devuelto por la Chevron a Pdvsa. Lo dice el pueblo y habrá que creerle, porque de Chávez y de aquel gris abril, aprendieron a hacer respetar sus decisiones.
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