Conspiración de Los Puros

Estábamos equivocados (III Parte y final)

LUIS BÁEZ

¿Cómo fue visto dentro del Ejército el ataque al cuartel Moncada?

El asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 fue explotado inicialmente por la tiranía, con mucha habilidad y eficacia a través de la propaganda, reuniones, conferencias, documentos en las tablillas de órdenes de cada unidad, artículos en la prensa. Se colmaba con las peores invenciones a los asaltantes del Moncada, que habían acuchillado a los enfermos en el hospital; que usaron balas explosivas; que eran delincuentes; que venían coreanos en los grupos —los coreanos con referencia a la Guerra en Corea—, lo recuerdo como hoy y todo lo que hacían y decían, era para que pareciera un movimiento contra el Ejército.

El Comandante Enrique Borbonet, ya en época de sus servicios en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Fue quien aglutinó y coordinó la conspiración y el más revolucionario en sus planteamientos ante el Consejo de Guerra.

Está claro que era contra el sistema mismo, no contra el Ejército, pero había que golpearlo en el Ejército para poder llegar a acabar con el sistema, en el Ejército que era su sostenedor, está claro, no era como fin, era como medio.

La tiranía utilizó todos sus medios con el fin de desacreditar a los asaltantes del Moncada mostrándolos como asesinos y criminales de todo tipo, tratando de crear esa conciencia; pero la verdad fue esclareciéndose a medida que fue llegando información de quiénes eran, de cuáles eran sus propósitos, del juicio, de La Historia me Absolverá, de la verdad de los hechos del Moncada, que fue permitiendo conocer por qué objetivos luchaban los participantes en aquella acción revolucionaria.

La tiranía utilizó todos sus medios con el fin de desacreditar a los asaltantes del Moncada, pero la Historia me Absolverá también estremeció a muchos miembros del Ejército.

Un factor entorpecedor de nuestro movimiento fue la existencia y actividad de una organización que se llamaba "Sociedad de Amigos de la República" (SAR), que presidía un veterano de la Guerra de Independencia, el Coronel Cosme de la Torriente. Él hizo un verdadero alarde de politiquería, adormeció el espíritu de lucha, o trató de adormecerlo y retrasó nuestras actividades. Sí debo decir que enfrió a mucha gente de los que estaban con nosotros. Muchos decían, no, ahora se van a poner de acuerdo, Batista se va a ir, van a convocar a elecciones, y Batista cuando se fue por unas pocas semanas para aspirar a la presidencia dejó en su lugar a su más servil lacayo que era el ministro de la Presidencia, Andrés Domingo Morales del Castillo.

¿A qué tipo de gobierno aspiraban ustedes?

Las actividades de nosotros eran fundamentalmente contra el tirano, no había conciencia, hablo con mucha franqueza, de cambios sustanciales, ni de socialismo, ni de otro tipo de cosas; decir lo contrario aquí no sería veraz y no podemos proponernos ni siquiera pensarlo. A nosotros lo que nos estimulaba a actuar era la inconformidad, más que contra el régimen social, contra algunas manifestaciones del mismo y, sobre todo, contra la tiranía batistiana. Debemos tener presente que la mentalidad de los que participamos en el movimiento no era homogénea, la mayoría era muy prudente por no decir conservadora, con respeto y temor frente a lo desconocido.

En la carta de México el compañero Fidel Castro y el compañero José Antonio Echeverría dan su enjuiciamiento del movimiento expresado en los puntos 13, 14 y 15.

Por parte de la dirección de nuestro movimiento no hubo ninguna reunión como no fuera la de Tarará, en un marco muy reducido, y esta fue solo para acordar más bien la ejecución del movimiento 48 horas después, por lo que no podemos hablar de un programa de acción consolidado posterior al triunfo.

Pensábamos que nadie de la dirección del movimiento debía ascender de grado ni aspirar en las próximas elecciones que convocaríamos. En muchos de nosotros prevalecía ese criterio, porque nos basábamos en los cuartelazos que había en América Latina. El capitán Fulano dio un golpe de Estado y era general dos días después y luego Presidente; eso era un desprestigio y nosotros no pensábamos así. Así de idealistas éramos.

El único acuerdo en firme que hubo, que no se cumplió y tengo a quienes echarles la culpa, es que si se detenía a alguien, en el acto, ese día se producía el movimiento. Cogieron a alguien preso, lo supimos y los que tenían que iniciar el movimiento se negaron a iniciarlo hasta que llegara la madrugada y cuando llegó la madrugada uno a uno todos estábamos presos.

¿De llegar al poder que planes tenían?

Entre las ideas de varios a los que conocía y en muchos casos la mía, sobre qué programa debía llevar adelante el movimiento, una vez alcanzado el poder, estaba lo siguiente:

Deponer a Batista y prevalecía la opinión de juzgarlo; había tres opiniones: embarcarlo, juzgarlo o ajusticiarlo, yo no estaba de acuerdo en forma alguna con la tercera, sí absolutamente con juzgarlo.

Era propósito común, restablecer la Constitución del 40 sin objeciones por nadie, todos estábamos de acuerdo; investigar todos los crímenes y juzgar a los culpables; también se estaba de acuerdo, aunque Barquín en días recientes le dio una versión a alguien aquí presente que no era a todos los culpables y sí a los de tres hechos de aquella época que él menciona, nosotros opinábamos que debía juzgarse a todos los culpables; recuperar todos los bienes mal habidos a partir del 10 de marzo, sobre lo cual había reserva y al que tenía reserva le decíamos entonces ¿tú piensas robar, por eso quieres protegerlo?; efectuar una reforma agraria, sobre la que había sustanciales diferencias respecto a qué tierras comprender en la misma. Eterna diferencia.

Otro momento del juicio, donde se ve al fondo al primer teniente José Ramón Fernández.

En el juicio acordamos que solo tres o cuatro se declararan culpables, unos lo hicieron con más brillantez y otros con menos brillantez, tratando de evitar que más del centenar de oficiales subalternos, principalmente primeros y segundos tenientes, sobre todo, que estaban en el movimiento, fueran dados de baja, salvar todo lo que pudiera ser salvable ya que entendíamos que la fuerza de nosotros estaba dentro de las fuerzas armadas y había que tratar de conservarla pues a la vez que salen no hay fuerza alguna.

En el Consejo de Guerra Borbonet reveló: "nos proponíamos exclusivamente restablecer las Instituciones democráticas", "entregar el poder a cubanos idóneos y convocar de inmediato a elecciones el 10 de octubre"; "devolver a las fuerzas armadas su función en los cuarteles y sustraerlas a su intervención en la dirección política del país". "Queríamos evitar para siempre las pandillas de turno que asaltan el poder"; "creíamos que nuestra obligación era eliminar las lacras que hay en el Ejército. Todos desde el simple alistado hasta el oficial, las conocen perfectamente"¼

El coronel Ramón Barquín (a la izquierda) era un hombre bastante asociado a Estados Unidos. Aquí se muestra el instante en que es condecorado por un general de la Infantería de Marina norteamericana por las actividades que desarrolló en la Junta Interamericana de Defensa.

Ahí lo interrumpió un grito de "Viva Batista".

El presidente gritó estentóreo, que desalojen inmediatamente el salón, que detengan al que gritó faltando el respeto al Tribunal. El Fiscal con un gran cinismo dijo, señor presidente, el que gritó ya salió del salón. (Había pasado un segundo y medio, más o menos), no nos prive de estar aquí.

¿Dónde se celebró el juicio?

En un salón en forma de teatro en el Tribunal Superior de la Jurisdicción de Guerra, al lado del hospital de maternidad, ubicado en Marianao; estaba colmado de incondicionales al régimen, el presidente del Tribunal se cansó de amonestar a Borbonet, de indicarle: hable bajito, no haga arengas, no diga esto. Él se defendió permanentemente.

Según el testimonio de Bohemia, Borbonet dijo, "yo estoy relatando los hechos en la forma que ocurrieron, la Constitución me reconoce el derecho, me parece que me están coaccionando", respondió con firmeza. Había como un efecto hipnótico en la atención que el público prestaba a la declaración de Borbonet, dice Bohemia y el presidente del Tribunal que no tenía respuesta para todo, cada vez que había un conflicto de procedimiento o un lío, un receso de 15 minutos. Cuando volvía del receso no se hablaba de lo que había pasado, era otra cosa y continuaba el juicio, es decir, así se desarrolló el juicio.

Alrededor de todo lo anterior giraban las conversaciones durante el proceso de gestación del movimiento de intercambios y en general los comentarios; no había un programa, no había sido discutido en su conjunto; eran ideas manejadas por unos y otros, esas y tal vez otras.

¿En qué momento el coronel Barquín se entera de la existencia de la conspiración?

El coronel Barquín conoció de la conspiración desde el año 1952-1953, del estado de efervescencia, él no estaba en Cuba y aunque recibió mensajes e intercambió con algunos que visitaron Estados Unidos, no coordinó nada.

Realmente, ¿quién era el líder del movimiento?

El que fue el espíritu de coordinación de la conspiración en Cuba, el que aglutinó los grupos y coordinó de uno y otro lado, fue el compañero Enrique Borbonet, ya fallecido, fiel y leal a la Revolución mientras vivió y también lo es para nosotros su memoria por el papel que jugó.

Hago énfasis, en que lo anterior era lo que pensábamos en mi grupo y en otros, independientemente de lo que aparezca escrito por algunos investigadores y también en informes de la época, basados en documentos que muchas veces no dicen toda la verdad y en ocasiones no dicen nada.

Te comenté antes cómo se preparó la información para la prensa con motivo de la destitución de Genovevo. Prepararon toda una historieta, para justificar la decisión de Prío de sustituir a Genovevo, pero después de destituido, Prío confesó ante personas que lo testifican, que él lo había entendido como un golpe de Estado y como eso actuó, es decir, que fue conminado a hacerlo.

Por eso digo que valen las vivencias y valen los documentos, pero cuidado, cuidado con lo que se ha escrito o escribe.

En hombres como usted, Borbonet y otros compañeros sí existían los ideales.

En muchos de nosotros prevalecía el criterio lleno de ideales, que ahora vemos alejado de la realidad, que ninguno de los principales complotados debía ascender ni intervenir posteriormente en la vida política del país.

Conforme a eso recuerdo algo que se ha publicado hasta la reiteración y que aparece en el libro Secretos de Generales:

"El 12 de enero de 1959. Ese día Fidel se reunió en el antiguo Estado Mayor de Columbia, hoy Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, con un grupo de los 18 ó 20 militares más connotados que habíamos estado presos. Nos explicó los proyectos de la Revolución. Al terminar, nos pidió incorporarnos al Ejército Rebelde."

A mí me planteó asumir la dirección de la escuela de cadetes. Prudentemente no le dije nada. Cuando se acabó la reunión le pedí hablar con él.

Recuerdo que me llevó para un saloncito aledaño. Me preguntó qué quería. Le contesté que realmente no sentía que hubiera hecho nada por la Revolución, aunque no tenía nada en contra del proceso. Al contrario. También le manifesté que no tenía interés en volver al Ejército, al cual había que transformar desde sus raíces. Además, ya tenía trabajo. Me interrumpió y preguntó: "¿Qué trabajo tienes?".

Le informé que administrador de un central. Volvió a preguntarme: "¿Cuánto ganas?". Le respondí: "Mil pesos". Y me dijo: "Yo no sé si te podría pagar tanto". Seguí argumentando. Comenzó a dar pasos dentro de aquel pequeño salón. De repente, se detuvo y expresó: "Creo que tienes razón. Tú te vas para el central. Yo me voy a escribir un libro y la Revolución que se vaya para el carajo".

Ese mismo día en horas de la tarde tomé posesión como director de la Escuela de Cadetes de Managua.

Estuve largos meses ganando 25 y luego 75 pesos mensuales.

¿En algún momento usted ingresó en el 26 de Julio?

Armando Hart conoce bastante de esto, porque dice que yo ingresé en el 26 de julio el día 1º de enero, ingresé sin saberlo, es verdad que sin saberlo. En la prisión hubo una discrepancia, esto es anecdótico. Llegaron tres oficiales para sacarnos de la cárcel a los militares presos. Entonces Barquín decide que nos íbamos los militares y se quedaba preso el resto de los 500 que estaban allí.

Los militares estábamos divididos. Había un pequeño grupo que difería en cómo pensar y cómo razonar. No es que estuviéramos peleados, yo no iba a ingresar en el 26 de Julio en presidio, por un problema ético, el 26 está ganando en la guerra contra la tiranía, yo no era del 26 de Julio, aparte de esto había discrepancia con Barquín, había discrepancia con Varela, había discrepancia con tres o cuatro más como tú sabes de los 80 que estábamos allí, incluso Barquín renunció tres veces al mando del grupo.

Él había hablado solo con los oficiales que fueron a buscarnos, pero Borbonet se entera y va y habla con Barquín, yo voy y tampoco estoy de acuerdo. Hart se entera y va para allá y discute fuertemente, como es lógico. Por fin no sé exactamente la conversación cómo fue.

Hart viene a verme, yo hasta ese momento era de los que se iban (del presidio para La Habana), de los dirigentes militares que se iban y me dice que si en nombre del 26 de Julio estaba de acuerdo en quedarme de Jefe Militar de la Isla de Pinos. Yo le dije: "sí, estoy de acuerdo", y Hart se quedó, nos quedamos allí. La Habana no estaba clara, la isla tiene un aeropuerto, la isla tiene una pequeña estación de radio y en la isla éramos 500, había que asegurar la isla independientemente de lo que pasara en La Habana.

Yo no pensaba como Barquín, que el día 24 de diciembre cuando cayó el cuartel de Cruces, dijo que Batista se defiende en Palacio a tiro limpio. yo dije, el día 6 de enero estamos libres. Nunca fue valiente, nadie que hace lo que él hizo, que provocó montones de cadáveres para enriquecerse y por egolatría, pelea por una causa. El que se enriqueció, ese se marcha a disfrutar lo que tiene, él no tiene una causa que defender, su causa es su egoísmo y ahí había diferencia. Yo estaba convencido de que él se largaba en el acto. Así fue.

Te he hablado como hablaba entonces, no he hablado como pienso después, como he actuado después durante todos estos 48 años. Pero no es menos cierto que sobre lo que nos impulsó a participar en aquella conspiración, sobre lo que pensábamos, sobre lo que creíamos era la solución, estábamos equivocados. Lo que creíamos, era justo, pero no era ni lo posible ni lo adecuado que requería el pueblo de Cuba.

Estábamos equivocados (I Parte)

Estábamos equivocados (II Parte)

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