
Comenzó tímidamente. Solo 27 juegos con cuatro equipos, un formato semejante en parte al de la extinta Liga Profesional de Béisbol existente hasta 1961.
De ahí en lo adelante, la Serie Nacional se fue ampliando en cantidad de partidos y selecciones en la medida en que este deporte se expandía por todo el país en distintas edades, movimiento al que contribuyó la construcción de nuevos estadios, con lo que nacía una pasión cada vez más encendida. Por primera vez la pelota era nacional, dejando de ser patrimonio, como escenario, solo de la capital.
Desde ese comienzo hasta nuestros días mucho ha llovido. Y no acierto a comprender la razón por la cual año tras año, al término de una temporada, una buena parte de la afición y más de un especialista tienen como punto de mira el análisis de la estructura, debatiendo si es necesario cambiarla o no, en aras —se alega—, de conseguir un nivel más alto en nuestro béisbol.
Así, hemos cambiado de estructura un sinnúmero de ocasiones. De los 27 juegos iniciales se llegó hasta los 99, para luego descender a 66. Se volvió a subir a 75, antes de otro descenso hasta 48 que duró seis años. Seguidamente aumentaron a 65 los partidos, antes de concebir al más estable de los formatos, el de 90 partidos, con una duración de casi tres lustros previo a elevar la parada hasta 96 y rebajar a 87 en los dos últimos años para los ocho elencos clasificados a la segunda fase de la Serie.
El número de equipos también ha variado considerablemente. De los cuatro iniciales se pasó a seis y ya en la novena Serie la cantidad de selecciones se multiplicó por dos. Durante 14 años se jugó con 18 conjuntos —a todas luces excesivo—, para efectuar una 51 Serie Nacional con un número impar de equipos, algo nunca visto en otra liga del mundo. Por último, un nuevo formato con dos fases, 87 desafíos y refuerzos al término de la primera fase.
Demasiados cambios, a lo que sumaríamos el que la fecha de inicio de la Serie Nacional es siempre incierta. Nunca se sabe con antelación cuándo comenzará.
Un problema importante tiene que ver con las estadísticas. Es muy difícil hablar de récords cuando la cantidad de partidos varía constantemente, las comparaciones son casi imposibles: no es lo mismo conectar 30 jonrones en 60 desafíos que en 90.

El argumento de que la estructura está indisolublemente ligada a la calidad de nuestro béisbol es muy polémico. Desde el primer mundial después del triunfo de la Revolución, en 1961, hasta el del 2005 en Holanda, Cuba ganó campeonato tras campeonato, además de salir airosa en tres juegos olímpicos y varias Copas Intercontinentales, Juegos Panamericanos y Centroamericanos. Con la estructura que fuera, el béisbol cubano se imponía en el mundo.
No podemos olvidar también las Series Selectivas, animadas por un grupo de escuadras integradas por los mejores peloteros, algo así como una gran preselección nacional. Se priorizó este torneo por encima de la Serie Nacional, al extremo de verse reducida aquella a 39 desafíos durante tres años y sustituirse el nombre de Industriales por el de Agricultores. Pero la Selectiva fue languideciendo poco a poco hasta desaparecer 21 años después de su inicio.
Lo hemos probado todo, o casi todo. Pero los últimos resultados del béisbol cubano a escala internacional (las tres últimas Copas del Mundo, el revés en Beijing, el Tercer Clásico, el tope Cuba-Estados Unidos y la Serie del Caribe) demuestran que el problema no estriba en la estructura. Es preciso volver la mirada al deporte en la base, de donde surge la cantera para nutrir al alto rendimiento, es allí donde se precisa ubicar los recursos y rescatar competencias en los distintos niveles escolares.
Ningún cambio de estructura podrá resolver el no contar con relevistas y cerradores eficaces, bateadores que produzcan a la hora buena y táctica suficiente para resolver en la práctica las múltiples situaciones que aparecen súbitamente en un juego.
El nivel ha subido como la espuma y las desaparecidas Copas del Mundo no tienen nada que ver con el Clásico o la Serie del Caribe. Nuestros peloteros necesitan más oficio enfrentando a jugadores y equipos de mayor nivel. Esa y no otra, es a mi juicio la solución.

















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Tino Iturralde dijo:
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Enrique Gendis Blanco dijo:
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francisco j.blanco palmero dijo:
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AngelF dijo:
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D. Rodriguez dijo:
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Yoandris Fresneda dijo:
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misael dijo:
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rotvanel dijo:
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Lazaro dijo:
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luis reyes dijo:
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15 de mayo de 2014
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