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¿Logra una nostalgia abarrotar cuatro veces en siete días casi 17 000 banquetas? Foto: Kaloian / Estudios Ojalá

Santiago de Chile.- Hay una nostalgia reptando torpe entre los instrumentos musicales ahora vacíos del escenario. Silvio Rodríguez la reconoce y la sigue luego de una pausa a mitad de su último concierto en esta ciudad.

Regresa a las tablas casi solo, sin la mayor parte de sus músicos. Habla algo mínimo sobre la gente que ha perdido. Luego canta tres canciones y, tras cada una de ellas, dice suave y melancólico un nombre y una coletilla, siempre misma.

Foto: Kaloian / Estudios Ojalá

«“(…) Que mis palomas tienen de arcoíris lo que mis manos de canciones puras. Créeme, créeme, porque así soy y así no soy de nadie”. Vicente Feliú Miranda, fundador de la Nueva Trova», acaba una.

«“(…) Tengo testigos, un perro, la madrugada y el frío. Y eso sí que no te lo perdono, pues si te lo perdono, seguro que lo olvido”. Noel Nicola Reyes, fundador de la Nueva Trova», termina la siguiente.

«“(…) Si alguna vez me siento derrotado, renuncio a ver el sol cada mañana, rezando el credo que me has enseñado, miro tu cara y digo en la ventana: Yolanda, Yolanda… Eternamente, Yolanda”. Pablo Milanés Arias, fundador de la Nueva Trova», finaliza otra.

Foto: Kaloian / Estudios Ojalá

Uno escucha esa secuencia, que en algún momento de la niñez más temprana imaginó compuestas por la misma persona, quizás porque olían a tiempo compartido; uno escucha y se pregunta, viéndolo desde abajo, casi de cerca, desde lo incógnito: ¿Será Silvio también una nostalgia?

¿Una nostalgia puede perpetrar cuatro conciertos de más de dos horas cada uno en una semana? ¿Logra una nostalgia abarrotar cuatro veces en siete días casi 17 000 banquetas? ¿Puede una nostalgia ser recibida en el Palacio de La Moneda y convocar a un presidente en ejercicio a su concierto? ¿Está en los márgenes permitidos de la nostalgia ser tema de debate en la prensa local e internacional, en las calles, en los músicos ambulantes de las afueras del gran escenario y entre los vendedores de baratijas, en los afectos?

Probablemente. Quién sabe. Las nostalgias, alguna que otra vez, resultan poderosas y habrá personas a las que les guste ver a Silvio como eso, como un recuerdo de conmociones pretéritas. Incluso van más allá y lo entierran vivo: «Estos son sus últimos conciertos», se atreven.

Lo seguro es que Silvio Rodríguez no quiere ser eso o solo eso; no le viene en gana conformarse, aunque de pronto sean años. La evidencia está en la propia escaleta de sus temas.

Si estos fuesen los conciertos del «cierre», de la nostalgia en su estado puro, de la ventana melancólica al pasado, Silvio no introdujera entonces sus canciones más recientes, con el riesgo que ellas implican, que es el riesgo del silencio en la gran sala, el silencio del olfato reconociendo un nuevo olor, el silencio raro y con suerte fecundo de un encuentro primero.

Foto: Kaloian / Estudios Ojalá

Las clásicas, y él las tiene como para cantar sin repetir una sola durante toda la semana, por sí garantizarían el éxito, el estallido indetenible de los coros espontáneos.

Pero Silvio no quiere ser todavía una pieza museable ni el unicornio azul por fin encontrado, amarrado, prisionero, manso, expuesto. El presente sigue siendo tan rico, contradictorio y doloroso que al Silvio rayarlo con su piedra «guitarrafal» todavía sale chispa, palabra, melodía y canción.

Y no salir por salir. Se sale a la discusión pública de ideas, de caminos posibles, de futuros, de frustraciones, de felicidades simples y tristezas simples y poderoso todo; a la pugna de sentidos y sensibilidades, ayer en La Habana de las noches duras, hoy en la América del Sur de las noches duras también, mañana en La Habana…

Las voces anónimas del Movistar Arena de Santiago de Chile lo han entendido bien, por eso gritan Viva Fidel, Allende Vive, Viva el Che… con los mismos alaridos con que preguntan —para que todos los presentes escuchen y si alguno sabe que responda— dónde está Julia Chuñil, lideresa mapuche hace meses desaparecida.

¿La gente de Chile fue a revisitar en Silvio un recuerdo pretérito? Tal vez. ¿A tomar más fuerzas y herramientas para el difícil hoy y el posible mañana? ¡Seguro!

El poeta ya está en Buenos Aires. 

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