El eufemísticamente llamado «cine para adultos», o porno, representa uno de los negocios más lucrativos del planeta, con Estados Unidos a la cabeza.
Esta industria ingresa cien mil millones de dólares anuales a nivel mundial, de los cuales cerca del 20 % le corresponde al mencionado país. Para que el lector compare: la taquilla global de cine (normal) en 2024 no superó los 31 000 millones de dólares.
Cada año, la pantalla porno –también llamada la de «las tres X»–, produce, nada más en EE. UU., unos 14 000 filmes. Para continuar estableciendo aclaratorias equiparaciones: los grandes estudios de Hollywood solo estrenaron 121 películas en 2024, mientras que fueron 264 las producidas por las plataformas de streaming.
Conocida como «la otra Hollywood», o «la América erótica», la industria del «cine para adultos» tiene su base fundamental de operaciones en el San Fernando Valley, Los Ángeles, California.
Se trata de un mercado con sus propias reglas, pero que observa estrategias similares a las de Hollywood en cuanto a la creación de estudios, conformación de un sistema de estrellas, división de las cintas por temas o géneros, una red distribuidora en salas (hoy día menguadas), su circuito de premios y su aparato promocional.
Su Convención Anual, en Las Vegas, Nevada, aglutina a la mayor parte de las compañías que producen y distribuyen películas de este tema; así como a propietarios de «tiendas para adultos», empresarios audiovisuales y dueños de hoteles.
Allí entregan los llamados Premios AVN, una suerte de Oscar de esta industria en EE. UU. Al otro lado del Atlántico, los Hot D'Or Awards, conferidos en Cannes, son su análogo europeo.
Pese a todo, los ingresos anuales de los actores del giro son mucho menores que los de las estrellas de Hollywood. En cambio, resultan bastante mayores los índices de suicidio y depresión en la rama.
Esta industria es una caldera en ebullición, en la que cada año se lanzan miles de jovencitas, sin posibilidades de estudio o económicas, quienes hacen el camino de Los Ángeles, en busca de su dudosa gloria. Pocas salen ilesas de esa caldera, algunas logran colocarse en la industria; aunque la mayoría sucumbe entre las drogas y la prostitución, por las calles de la ciudad del cine.
La pornografía en internet –el centro del negocio en el presente– representa uno de los flancos atendidos con devoción por las compañías legalizadas en EE. UU. y el resto del planeta; pero sobre todo, por mafias transnacionales encubiertas, que encuentran en el ilegal video erótico infantil una rica fuente de ganancias.
La producción fílmica porno ha copado la internet: 24 millones de sitios web (el 12 % de los registrados en el planeta) pertenecen a la esfera.
En su afán desmedido de lucro, durante la era digital los patrocinadores del negocio lo han expandido inmisericordemente, en función de atender todos los nichos posibles de mercado, tanto que rebasan cualquier frontera ética, moral y humana.
A través de esa era, la industria sobrepasó su antiguo carácter analógico, físico, al diversificarse hacia la inteligencia artificial, la realidad virtual y la interactividad. Este último, con la plataforma OnlyFans en punta, resulta uno de los frentes más rentables ahora. Sus «modelos» superan, de lejos, los ingresos de las «actrices».
Esa competitividad brutal del capitalismo, que obliga a la persona a ofrecer cada vez más de sí, a veces por menos a cambio, así como la rapiña exponencial por acumular ganancias, propicia, en fechas corrientes, esos mediáticos «récords» de mujeres que se acuestan con más de mil hombres a través de 12 o 24 horas.
En tales maratones sexuales, la deshumanización, la cosificación y la animalización adquieren rasgos aberrantes.
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Jorgess dijo:
1
14 de agosto de 2025
09:47:06
Telesforo (Deutschland) dijo:
2
18 de agosto de 2025
06:46:46
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