Si decimos Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Antonio Saco, posiblemente vendrán a nuestra memoria algunas de sus aportaciones. De Varela, pronto aflorará lo tantas veces repetido: «el que nos enseñó primero en pensar»; de José de la Luz, recordaremos sus valiosos aforismos, muchos ya asimilados, por la fuerza irrevocable de su mensaje; de Saco, su liderazgo político, considerado el primero en este apartado; sin embargo, al leer o escuchar el nombre de José Agustín Caballero, podría quedar vacuo el pensamiento, por ser este eminente intelectual cubano –nacido el 28 de agosto de 1762 y fallecido el 6 de abril de 1835, hace ya 190 años– un gran desconocido, a cuya memoria habrá que hacerle algún día, por elemental justicia, los honores que merece.
Han pasado casi dos siglos. Sin embargo, quien abandonaba el mundo en esa fecha, había sembrado ya la semilla de sus ideales, que fraguaron en otros grandes como Varela, Luz y Saco, por solo citar a los más distinguidos de sus discípulos, quienes fueron, a su vez, adalides del más avanzado pensamiento de su época.
El Diccionario de la Literatura Cubana, del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, sintetiza su azarosa vida con apuntes que destacan sus estudios como becario en el Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, los que terminarían con premio en todas las asignaturas, y tras los cuales vestiría los hábitos clericales. En el propio centro ganaría, por oposición, la cátedra de Filosofía, y sería decano de la Facultad de Teología. Más tarde, se desempeñaría como eficaz asesor del gobierno de Don Luis de las Casas, y formaría parte de la Sociedad Patriótica para, dentro de ella, ser nombrado miembro de la diputación de la Casa de Educandas, de la Clase de Ciencias y Artes, y miembro de la comisión encargada de redactar la memoria u ordenanza sobre escuelas públicas en primeras letras.
El Padre Agustín, como fue más conocido, llegó a ser director del Seminario de San Carlos, en el que, desde 1804 y hasta su fallecimiento, defendió la cátedra de Escritura y Teología Moral. Estos y muchos otros datos aparecen allí, y vistos de este modo, la secuencia podría hablarnos de un activismo tenaz. Sin embargo, José Agustín fue, además de un descollante filósofo y pedagogo, un pensador en pos de la identidad nacional.
No podría desestimarse su Philosophia electiva (1797), una obra que llama a la superación del escolasticismo medieval, trillado de repeticiones mecánicas y encorsetamientos; ni su defensa de las doctrinas de Locke, Condillac, Bacon y Newton, y del examen crítico y la física experimental, una gran osadía en esos tiempos. Tampoco sus traducciones ni sus artículos, publicados en diversos rotativos de la época, fundamentalmente en el Papel Periódico de La Havana, medio del que escribiría su historial.
De este excepcional orador, iniciador de la pedagogía cubana, y considerado nuestro primer filósofo, dijo su sobrino José de la Luz y Caballero: «Fue uno de los primeros en fomentar el desarrollo de las letras y el patriotismo en Cuba». En fecha que marca su deceso, celebremos la riqueza ofrendada por este indiscutible precursor que iluminó en su tiempo la epopeya de la que somos parte.
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fabriciano dijo:
1
5 de abril de 2025
08:34:07
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