ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA
Para Omar, la cota más alta a la que puede aspirar un escritor para niños y jóvenes es «a que lo quieran, nada más». Foto: Tomada de La Demajagua

Este 2 de abril se celebra, a nivel mundial, el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Ese mismo día, en 1805, nació Hans Christian Andersen, en Dinamarca; un escritor y poeta que consagró su pluma a la infancia. La conmemoración se instauró desde 1967 por iniciativa de la Organización Internacional para el Libro Juvenil.

A propósito de la fecha, Granma conversó con Omar Felipe Mauri Sierra, escritor con una reconocida trayectoria en el periodismo y la cuentística. Su obra incluye títulos como el libro de cuentos Alguien borra las estrellas, merecedor del Premio La Edad de Oro, en 1993; y ha sido presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en Mayabeque.

–¿Que caracteriza a la literatura infanto-juvenil en Cuba?

–Posee elementos muy vívidos, a través de la manera en que representa la naturaleza, la sociedad y el folclor que ha conformado el pensamiento cubano.

«Algunos de los grandes escritores de Cuba reinventaron las técnicas y la sabiduría que usaron para los adultos hacia ese público; por ejemplo, Nicolás Guillén, Dora Alonso, Mirta Aguirre, Nersys Felipe y Eliseo Diego lograron volcar su sentido poético hacia los más pequeños.

«Muchos autores han seguido las formas de evolución de nuestra sociedad, con relación a una serie de conflictos que han sufrido los niños. Por ejemplo, los divorcios y la discriminación son objetos de análisis y preocupación. También, otros fenómenos que ocurren al interior de las familias y las inadecuadas posturas de machismo y violencia».

–¿Cree usted que se le ha considerado de menor complejidad dentro de las letras?

–Algunas personas la han menospreciado, como si se tratara de algo minúsculo, al ser su narrativa más accesible. Esto no es más que un síntoma del poco entendimiento, de algunos, hacia el desarrollo de la cultura universal. Por suerte, cada vez son menos los que la discriminan.

«Siempre existió la literatura destinada a los más pequeños y su valor es innegable. Su origen proviene de las sociedades más primitivas, a través de la oralidad. Además, los niños son los encargados de, en el futuro, transmitir el conocimiento a generaciones posteriores.

«Si se menosprecia su complejidad, se cae en superficialidades que son imperdonables para los niños. Ellos son muy inteligentes, y saben si se les entretiene con algo falso o de poca calidad, por lo que se desentienden de la lectura inmediatamente».

Para Omar, la cota más alta a la que puede aspirar un escritor para niños y jóvenes es «a que lo quieran, nada más. Ahí está la eficacia de su comunicación. Aunque sea, que recuerden una línea, un cuento, un verso suyo. No hay honor más grato».

Convencido está de que «ese es el mejor de los públicos: el más selecto y el más inteligente que pudieran tener los escritores. Quizá, hasta el más agradecido.

«La lectura no solo entretiene a los niños y jóvenes, prepara su espíritu para entender el mundo. La clave está en ser más humano, en todo el sentido del término, más humanos y menos violentos, y yo lo he logrado escribiendo para ellos».

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