
Ni la pandemia ni la proximidad del huracán Elsa impidieron que la cuadragésima edición de la Fiesta del Fuego dejara de manifestarse desde Santiago de Cuba en el espacio digital, escenario alternativo aunque no menos representativo de lo que pueden aportar los pueblos del Caribe a la resistencia cultural necesaria para afrontar los desafíos de la hora actual.
La plataforma múltiple del Festival Internacional del Caribe, ramificada en redes sociales propias, de instituciones culturales cubanas y de colaboradores de la región, comenzaron la cobertura de la agenda del evento, a partir de su inauguración el sábado 3 de julio y hasta el sábado 9, para dar testimonio de la continuidad ininterrumpida de una convocatoria que coloca su acento en la fortaleza de las culturas populares y sus vasos comunicantes con el pensamiento crítico, las prácticas artísticas tradicionales y la experimentación creativa.
Se echa de menos la ebullición callejera, la toma popular de los espacios de la ciudad, el intercambio cara a cara, los sonidos de la fiesta, más no por ello el festival mengua en diversidad e irradiación, como para recordar, como declaró en las palabras de apertura Orlando Vergés, presidente del comité organizador, «a todos los que nos siguen que una vez la humanidad supere esta desgracia, volveremos a las calles de Santiago de Cuba, la ciudad más caribeña de nuestro país, con toda la carga mágica que poseen los portadores de las expresiones de la cultura popular de Cuba y el Caribe».
En nombre del equipo de las Casa del Caribe, Vergés hizo un llamado a la «unidad tangible y concreta, que se debe evidenciar en ofrecimientos, con sumatorias reales, con ejercicios colectivos, asumiendo la cooperación como una actitud de vida y estilo permanente y sostenido» entre las instituciones y actores implicados.
Durante los primeros compases del evento se proclamó el otorgamiento del Premio Internacional Casa del Caribe 2021 al investigador y bibliógrafo Tomás Fernández Robaina, por sus relevantes contribuciones a la preservación y estudio del legado africano en Cuba y al activismo antirracista. A él se le hará llegar el símbolo del reconocimiento, la mpaka, instrumento de adivinación de la Regla Conga cubana, testigo del compromiso con los ancestros y de su vocación resistente y emancipadora.
También quedó instalada y debidamente documentada mediante un material audiovisual, la exposición Amar, de Alberto Lescay Merencio quien invitó a compartir la experiencia al doctor Máximo Martínez Rondón, especialista de primer grado en Medicina General Integral, quien en el escaso tiempo de reposo tras el día a día del enfrentamiento a la pandemia en la mismísima zona roja, acostumbra a «descargar tensiones», confiesa, «con la pintura y el dibujo».
En la obra de Lescay se aprecia un punto de inflexión en sus argumentos pictóricos abstractos, influido por la visualidad de la gráfica tradicional japonesa. Amar es para él un ejercicio de sanación espiritual en tiempos de pandemia.










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