Espectadores por un lado, críticos por el otro, pocas veces en los últimos tiempos un filme ha dividido tanto las opiniones como lo hace ahora Bohemian Rhapsody.
El quid radica en que la película de Bryan Singer (Sospechosos habituales) sobre la vida de Freddie Mercury, y de carambola el grupo Queen, es exaltada por un grupo mayoritario de espectadores gracias a su emotividad y a una música legendaria que todavía hace vibrar.
La mayoría de la crítica internacional, sin embargo, no ha estado errada al afirmar que se trata de una construcción dramática hinchada por las mismas fórmulas recorridas por otras biografías musicales que combinaron elementos tales como la ascensión desde la nada, éxitos, fama, desenfrenos temerarios en brazos del sexo y la droga y, finalmente, una muerte dramática por sida, enfermedad que contrario a como lo narra el filme, el cantante ocultó hasta el último momento.
Película comercial entonces con amplias recaudaciones en taquilla y defendida a capa y espada por seguidores que se rinden ante el dios amado y su grupo acompañante, entrega nada criticable la de ellos si se tiene en cuenta que pasiones de esta índole no necesitan justificarse (ni tampoco creen en análisis fílmicos).
Lo cual no quita para que se pase por alto la cantidad de transformaciones que sufre este filme «basado en hechos reales» para adaptar lo verídico a un tono melodramático que se excede, fundamentalmente, a partir de la segunda mitad.
Dar cuenta de las manipulaciones del guion para ajustar lo que sucedió a lo que se filma llevaría espacio, pero las constancias dejadas por especialistas en Queen y Mercury son impresionantes y permiten asegurar que los cambiazos desbordan con creces las consabidas «licencias artísticas» de otros filmes.
No obstante su liviana estructura narrativa y la renuncia a empeños artísticos mayores, el filme redondea buenos momentos, como cuando los músicos trabajan en sus composiciones, y en lo musical resulta un regalo, incluyendo las reconstrucciones de época y aquel gran concierto que fue Live Aid (igualmente transformado en tiempo y espacio en aras de sostener la fibra sentimental).
Y está el plato fuerte, la caracterización de Rami Malek como Freddie Mercury, capaz el actor de atrapar la vitalidad de la estrella en escena, aunque a ratos despunte más un trabajo de imitación que de verdadera interiorización dramática.












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sweet dijo:
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Almir Ulises Mestre León dijo:
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