Personas no tan jóvenes seguramente lo recordarán como Coordinador Nacional de los cdr durante una etapa muy activa de esa organización de masas.
Para entonces ya Armando Acosta Cordero, con esa apacible sencillez que siempre llevó en vena, había hecho historia, sin pretenderlo, sin imaginarlo.
Aunque los espirituanos conocen muy bien su precoz incorporación a las escogidas (con apenas 14 años) y su también temprano despegue como dirigente sindical, opuesto a los desmanes de la tiranía batistiana en la zona de Taguasco, suelen asociarlo más a las acciones encabezadas o dirigidas por él a finales de 1958, que concluyeron con la toma o liberación de la ciudad.
Recoge la historia –y el propio Armando lo relató alguna vez, tras la insistencia de interlocutores– la alegría que sintió cuando el Che le sugirió realizar algunas escaramuzas de hostigamiento sobre Sancti Spíritus («le tiras unos tiritos al cuartel y luego te retiras»).
Ya en ese tiempo casi nadie le llamaba Armando, sino capitán Erasmo Rodríguez (su nombre de guerra) y encabezaba el Pelotón No. 6 de la Columna 8 Ciro Redondo.
En verdad las últimas jornadas habían sido muy provechosas para los guerrilleros. Banao (5 de diciembre), el Puesto de la Marina en Tunas de Zaza, Guasimal, Mapos, Natividad, Taguasco… en fin, un amplio territorio, básicamente al sur espirituano, era libre. De manera que el día 20 le fue encima a la otrora villa colonial, luego de dividir su tropa en cuatro destacamentos.
Esa noche penetró en el perímetro urbano e incluso realizó mítines populares antes de avanzar hacia el centro histórico.
Incomunicada la ciudad, la tiranía no podía hacer llegar refuerzos. Así, con sus hombres tiroteó la cárcel, desafió a fuerzas ocho veces superiores en cantidad y bien armadas. En la jefatura de Policía y puntos como el edificio de la Colonia Española el enemigo no podía creer lo que estaba ocurriendo.
El 23 por la tarde, la desmoralizada guarnición huyó hacia Jatibonico, donde también sería derrotada, con apoyo del Comandante Ramiro Valdés y sus hombres.
Cuando Armando le comunicó al Che que Sancti Spíritus había sido liberado aquel le preguntó de inmediato: «¿Y qué tamaño tiene esa aldea?».
«No es una aldea, Comandante; es la ciudad más grande tomada hoy por el Ejército Rebelde. El argentino no lo creía; de manera que se trasladó hasta allí para constatar, in situ, el suceso que desbordaba alegría entre unos 50 000 habitantes del lugar».
DE COMANDANTE A COMANDANTE
Cuenta la historia que, animado por la importante victoria, ese día el Che le comentó a Armando que ya lo podía ascender a Comandante. Otra vez la modestia. El humilde espirituano no se inmutó. Quizá prefirió interpretarlo como una ocurrencia del argentino, con quien había mantenido afectuosa relación desde los días de la Sierra.
Lo cierto es que sobre los hombros de Erasmo continuaron brillando sus honrosos grados de capitán, hasta que un día de enero de 1959 el Che lo mandó a buscar con premura, desde La Cabaña.
«Caramba, ¿qué error habré cometido?», no dejaba de preguntarse.
Al llegar, el Che le dijo, simulando estar enfadado: «Armando, eres la única persona que en la guerra ascienden a Comandante y no usa los grados; ¿tú no quieres ser Comandante?».
Sorprendido, Armando le explicó que no lo sabía y entonces el Che le recordó aquella conversación, el día 23, en Sancti Spíritus.
No sería el único ascenso. La vida lo elevó a miembro del Comité Central del Partido, del Consejo de Estado, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, Coordinador Nacional de los Comités de Defensa de la Revolución… pero sobre todo, lo ascendió a ese cálido y supremo espacio que los pueblos les conceden a sus hijos. Sancti Spíritus lo hizo. Y ahí lo mantiene, desde enero a diciembre. Siempre.



















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